Incertidumbre, una pesadilla

pesadilla.bmp    La expectativa de que los comicios electorales pudieran llegar al colapso una vez que se conozcan los resultados de las votaciones, la noche del 2 de julio, no es más que otro escenario de terrorismo electoral. 

A pesar de que el tono de las campañas no ha dejado a la descalificación como principal ingrediente, hasta ahora no existe ningún elemento que sustente la expectativa del desbordamiento de la violencia o que las instituciones electorales del país queden rebasadas y que se declaren imposibilitadas para resolver las controversias que surgirán. 

En los últimos días han cobrado fuerza declaraciones que alientan el escenario catastrófico, sobre todo porque se espera un resultado tan cerrado que pudiera llevar a que éste no se reconozca. Y, claro, se alienta el temor. 

El acercamiento informal entre los estrategas de Roberto Madrazo y de Andrés Manuel López Obrador, fortaleció la expectativa de un frente común, de una convergencia entre «primos hermanos» para enfrentar lo que advierten como una estrategia de Estado para hacer ganar a Felipe Calderón. 

El michoacano ha incorporado a su discurso esa expectativa, la de que sus adversarios no reconocerán la derrota. Y de ahí, la tormenta. Y de ahí, la anulación de las elecciones. Y de ahí, la segunda vuelta. Es la apuesta a la incertidumbre. 

La judicialización de las elecciones está a la vuelta de la esquina y esta fase habrá de ocurrir porque la última instancia es el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) y, sin duda, actuará, porque deberá dirimir las impugnaciones en casillas. 

Para que una elección pueda anularse sería necesario que el TEPJF reconociera inconsistencias en el 20 por ciento de las casillas instaladas en todo el país. 

Cada candidato y cada partido en la contienda dispone de ejércitos de abogados para enfrentar esa etapa. 

Para tener una idea de lo que significa un resultado cerrado entre los candidatos, hay que revisar los números de la lista nominal de mexicanos con credencial para votar. De acuerdo con las cifras del IFE, 71 millones 351 mil 123 mexicanos apareceremos en la lista nominal de electores. 

En el caso improbable de que todos acudiéramos a las urnas, cada punto de diferencia será equivalente a 713 mil 521 electores. 

Pero como se espera un abstencionismo aproximado del 50 por ciento, entonces cada punto de diferencia entre uno y otro candidato será de unos 356 mil electores. 

De tal manera que si ocurre el escenario catastrófico de que la diferencia sea entre uno o dos puntos del total de votantes, entre el primero y segundo lugares de la elección, estaremos hablando de que si uno de los candidatos obtiene el triunfo con dos puntos, éstos representarán poco más de 713 mil votos, los cuales en automático difícilmente podrían anularse. En nuestras leyes, un solo voto hace la diferencia. 

En la perspectiva de que la elección es de alta competencia, la participación directa o indirecta del Ejecutivo federal para respaldar al candidato de sus colores, dejaría -en caso de un eventual triunfo- un presidente más debilitado, sin la suficiente legitimidad como para hacer que la transición sea un estadio evolutivo de la política y la democracia. 

Estaríamos afianzando una etapa del presidencialismo que se supondría superada. 

La alternancia implica un cambio de gobierno con otros colores partidistas. Y por lo que se aprecia en la actual contienda, éste es uno de los escenarios posibles más fuertes. 

A los candidatos y partidos opositores se les atribuye el riesgo de los conflictos postelectorales. Pero la pregunta es si los grupos que hoy son gobierno, estarán dispuestos a mostrar la madurez que en su momento tuvo Ernesto Zedillo como para reconocer el triunfo de sus contrarios. Porque también del lado del gobierno se puede generar ese desbordamiento social, al revés. 

Cualquiera que sea el resultado, lo que no conviene al país ni a los mexicanos es que en las primeras horas del 3 de julio México se despierte con la pesadilla de la incertidumbre.

Jesús Sánchez / Cuarto de Guerra (EL FINANCIERO)

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