Moronas de PAN

pan3.jpg     Cuando los reporteros acudieron a la sede nacional del PAN a registrar los pormenores del primer encuentro del año que tuvo el Comité Ejecutivo Nacional panista, encontraron al bunker albiazul entre polvo, tierra y algunos escombros.
Las hipótesis surgieron de manera natural. O Manuel Espino estaba reconstruyendo el edificio del PAN, o ésos eran los efectos de las grietas que han comenzado a apreciarse en la estructura del partido en el poder. Está en obras, fue la versión oficial.
 

La renuncia
Pero mientras los jerarcas se ponían de acuerdo en reorganizar la cúpula panista con la incorporación de los que no tuvieron cabida en el gabinete calderonista, la crisis interna albiazul comenzó a mostrar su real dimensión.
Pronto se supo de la decisión de Ana Rosa Payán de renunciar a las filas de su partido.
La exalcaldesa yucateca detonó un conflicto cuyas consecuencias irán más allá del simple berrinche, como quieren verlo los seguidores de Xavier Abreu.
Los escenarios electorales yucatecos cambiaron radicalmente con la renuncia de Payán.
Esto es, la primera elección para gobernador en la administración de Felipe Calderón podría perderla el PAN.
 

La madrina
Ana Rosa Payán fue madrina política de Manuel Espino. Ella fue la encargada de presentarlo ante los consejeros cuando Carlos Medina Plascencia perdió la dirigencia nacional albiazul. Esperaba que su ahijado le ayudara a limpiar el proceso del que presentó pruebas de un escandaloso desaseo.
Pero no fue así. La sombra calderonista sobre Xavier Abreu fue más fuerte, o así parece que ocurrió. Porque a Payán, Espino ni la vio ni la oyó.
Hoy se sabe que la única persona que se acercó a Payán para escucharla fue Cecilia Romero.
Al PAN yucateco le crecieron los opositores, lo cuales han comenzado a tejer alianzas hace algunos años impensables, como la que podría armarse entre el PRI, el PRD y otras fuerzas locales.
Ivonne Ortega desde el PRI -y a pesar de sus divisiones internas- puede meterles a los panistas un gran susto en las urnas. En medio de la crisis, llegó a pensarse en una posibilidad de que los militantes opositores a Xavier Abreu impulsarían a Dulce María Sauri como su candidata; sería el surgimiento del pan dulce. Payán va en la ruta de encabezar una megaalianza, que en términos coloquiales daría paso al TUCAN (Todos Unidos Contra Acción Nacional).
En el proceso electoral de este año, Baja California también ofrece a los panistas un panorama poco optimista. En esa plaza la dinastía Hank y el PRI podrían avanzar más de lo pensado. Incluso, arrebatarle la gubernatura a los panistas.
Otros frentes de conflicto panista están focalizados en Aguascalientes, en donde los panistas ya no saben cómo tapar las grietas; Guerrero, en donde la enfermedad del poder la curan con sangre; en el Distrito Federal, la eventual derrota a los afanes reeleccionistas de Carlos Gelista dejará profundas heridas.
 

Arqueología política
En el PRI, el proceso para la renovación de su dirigencia nacional obliga a los priistas a replantearse como partido.
Eso significa enfrentar una realidad que los apabulla, la división interna.
El PRI sigue oliendo a viejo y continúa pensando como hace décadas cuando estaba en el poder. Su estructura ideológica está atrapada en la arqueología política. Y aunque aún tiene un segmento de políticos que saben cómo manejar el poder, lo que se percibe es que el PRI es al mismo tiempo 17 partidos estatales, donde cada uno de los gobernadores ha suplido la imagen del primer priista del país, el presidente de la República.
La contienda interna sólo se dará entre Enrique Jackson y Beatriz Paredes, no más. Lo demás es poesía.
Por ahora no se ve con claridad cuál es el proyecto real de transformación del PRI.
La actual contienda interna es la reedición de la lucha de quienes encabezaron el TUCOM. Paredes y Jackson, Jackson o Paredes, son políticos respetables, de primer nivel, pero el PRI al que pretenden dirigir le hará falta más que una limpia o una manita de gato.
Los seguidores de Jackson y Paredes están dándose hasta con la cubeta. Ambos grupos no han logrado superar la frustración de la derrota, primero de Francisco Labastida y luego de Roberto Madrazo. A ellos los culpan de todos sus males. Es más, el PRI expulsó a la maestra Gordillo pero la mantiene dentro del PRI.
¿Habrá reconciliación? ¿Será suficiente el cambio de liderazgo para que surja un PRI renovado? El problema del PRI son los priistas y su anquilosamiento.
El controvertido hidalguense Gerardo Sosa hizo un llamado a los aspirantes a dirigir el PRI, a no anular la poca confianza que aún queda en la militancia. Y tiene razón.
 Jesús Sánchez / Recuento Político (El Financiero)

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