El Libro Negro


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Nada puede ser tan sorprendente como la vida, excepto la escritura, dice Orhan Pamuk. Y esto lo demuestra en su novela El Libro Negro, que nos lleva a un recorrido frenético por las tortuosas calles de Estambul.

En el camino aprendemos a descubrir las letras inscritas en las caras de las personas y las señales ocultas en cada rincón de la ciudad. A ensayar diversas respuestas para una pregunta fundamental: ¿Existe algún medio para ser solamente uno mismo?

Sueños, literatura y realidad se entremezclan y funden, en una historia en la que el protagonista, Galip, busca afanosamente a Rüya, la esposa que lo abandonó, así como a su tío Celâl Bey, afamado columnista.

En esa búsqueda, se encuentra con una fábrica subterránea de maniquíes que muestran en sus rostros los sentimientos de desesperación y derrota de los habitantes de Estambul.

Tropieza con gente obsesionada con las columnas de su tío Celâl; conspiradores, periodistas, máscaras y caras vacías. Y en el fondo, el jardín de la memoria, en el que surge otra pregunta: ¿No es mejor ser la mala imitación de alguien que ser alguien que ha perdido su pasado, su memoria y sus ilusiones?

Galip se convierte en Celâl y éste se apodera de todo lo que no es Galip. El columnista vierte en sus escritos claves que cada quien interpreta a su manera pero que llenan la vida de significado.

Celâl oye de sus maestros consejos para convertirse en un buen columnista, como los siguientes:

–Créate un florilegio de refranes, dichos, chistes, anécdotas, versos y aforismos.

–No te sientes a escribir sin haber encontrado la primera frase.

–Ten convicciones sinceras, y si no tienes una convicción sincera, que el lector se convenza de que estás convencido.

–Eso que llamas lector no es más que un niño que quiere ir a la feria.

–El lector es desagradecido como un gato.

–Los tres grandes temas son la vida, la muerte y la música.

–Sal a la calle, mira las caras, ahí hay un buen tema para ti.

–¡Envejece lo antes posible!

–¡Envejece y podrás escribir un buen artículo sobre el otoño!

En otro momento, un lector obsesionado hace un recuento de sus escritos mágicos, que –dice– en el día planean como águilas voladoras y de noche vagan como astutos fantasmas por todo el país. Artículos que encienden los corazones de los muchachos, que hacen que caigan a chorros las lágrimas de maestros y estudiantes, que despiertan el entusiasmo por la vida en las jóvenes madres que languidecen leyendo fotonovelas en sus casas.

“Hermano mío, sé que eres dueño de una pluma capaz de convertir en realidad todos los sueños, las historias más extraordinarias, los milagros más increíbles. Crearás todos esos sueños con las palabras maravillosas y los recuerdos inimaginables que sacarás de ese pozo sin fondo de tu memoria… ¿Qué otra cosa pueden hacer los que son como tú en este maldito país? Sé que escribes por pura desesperación, porque no puedes hacer otra cosa.”

En el fondo, persiste un sueño. El de ser por fin la persona que por años se ha deseado ser.  Comprender la inutilidad de luchar por ser otra persona. A fin de cuentas, lo más hermoso del sueño es la mezcla pacífica de lo que nunca se ha oído, visto y sabido con la realidad.

Orhan Pamuk nació en Estambul, Turquía, en junio de 1952 y obtuvo el Premio Nobel de Literatura 2006. En 2004 fue llevado a juicio por hablar en una entrevista con un periódico suizo del asesinato en Turquía de más de un millón de armenios y miles de kurdos.  Se le acusó de insultar la identidad turca. En 2006 se instaló en Estados Unidos y un año después regresó a su país.

 

Perla Oropeza

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