El pragmatismo-utilitario-electoral

Manuel Ávalos, analista político, para El Rincón del Chamán.

A un poco más de dos años del proceso de sucesión presidencial del 2018, el juego de los actores y protagonistas, asi como de los grupos de presión a través de sus empresas encuestadoras han ido calentando el escenario electoral nacional con diversas hipótesis de alianzas, algunos sustentados más en buenos deseos, que en posibilidades reales, por ello es conveniente hacer algunos apuntes que puedan servir como herramientas de análisis.

Frecuentemente se habla en nuestro país de la crisis de los partidos por el descrédito que han acumulado de las últimas décadas, por la conducta y escándalos de sus dirigencias y de muchos de sus cuadros, por la infiltración de organizaciones e intereses indeseables, pero sobre todo, por una conducta cultivada y promovida por los propios partidos que es el pragmatismo-utilitario-electoral, consistente en ganar votos y con éstos, cargos y posiciones, al margen de principios, programas y proyectos de gobierno.

La adopción del pragmatismo en los partidos, materializado en una cuestionada política de alianzas, como estrategia política tiene rato en la historia electoral, aunque ha ido acrecentándose en nuestro país en tiempos recientes, hasta plantearse en la posibilidad de una alianza electoral para el 2018 entre el partido de la derecha tradicional en México (PAN), con el representante de la izquierda electoral más importante hasta ahora, el PRD, con el fin de quitarle al PRI la Presidencia de la Republica, pero además, y sobre todo, evitar que AMLO pueda ganar la Presidencia de la República.

Empero, la posibilidad de una alianza entre PAN-PRD enfrenta un dique que parece infranqueable, porque, por un lado, en el caso del partido blanquiazul no se ve en el horizonte quien pueda hacer a un lado la candidatura de Margarita Zavala, y en el caso del PRD, su mejor activo es, sin duda, Miguel Mancera, con un arropamiento empresarial nada desdeñable, no sólo en la CDMX, pero que arrastra a un partido sin líderes, con una crisis interna que no acaba de terminar y que podría agudizarse si fracasa en la próxima elección de la Asamblea Constituyente.

Para apuntalar esta hipótesis, resulta conveniente recuperar la tesis de unos de los estudiosos más sólidos de los partidos en México, precursor del concepto “pragmatismo-utilitario-electoral” que me atrevo a utilizar para este texto, el maestro emérito universitario Octavio Rodríguez Araujo, que escribe en su ensayo “Crisis de la política y de los partidos” publicado en diciembre de 2004 en la Revista Este País:

“La gran tragedia de los partidos, especialmente de los partidos reformistas de izquierda, es que adoptaron las estrategias de los partidos de la derecha, se desdibujaron ideológicamente, disminuyeron sus programas de acción y sus proyectos para el caso que tuvieran el poder y terminaron por parecerse a los partidos que antes combatían… de ahí que sean repudiados en las elecciones, no solo con votos de castigo, sino con la indiferencia y la abstención electoral de millones, sobre todos de jóvenes”.

El descrédito de los partidos políticos en México ha adquirido grandes proporciones, a tal grado que ya se plantean alianzas históricamente antagónicas, con el fin de obtener cotos y cuotas de poder en estados y municipios. Las campañas electorales se convirtieron en un intercambio de contenidos de nota roja y no de propuestas y programas de gobierno, ello ha provocado la presión social por la participación de candidaturas independientes de partidos que podría ser una bocanada de oxígeno para el sistema democrático, siempre y cuando no se pervierta y distorsione como sucede con la participación de redes sociales en las campañas, que se convirtieron en los excusados cibernéticos de los partidos y de supuestas asociaciones “civiles”.

Foto portada: Quadratín

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