La Confrontación

Manuel Ávalos, analista político, para El Rincón del Chamán.

La separación o alejamiento de los partidos con sus bases sociales es un fenómeno perverso que fue in crescendo a los largo del tiempo en México hasta convertirse en una crisis de representatividad.

La clase política nacional ha perdido legitimidad porque le ha importado cada vez menos el consenso con su clientela electoral y su élite dirigente se ha transformado en una burocracia partidaria, en una auténtica clase dominante que utiliza los más diversos métodos de camarilla o de “pandillas” como lo han llamado algunos de los distinguidos militantes que han emigrado de sus partidos por inconformidad de sus órganos de dirección.

La vida interna de los partidos se ha transformado en nidos de escorpiones, en escenarios de luchas a muerte entre facciones, de coerción, corruptelas, de multialianzas vergonzantes, que para sus ancestros o fundadores hubieran sido impensables, o considerados como una alta traición a sus principios y valores ideológicos.

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En el actual proceso electoral, estamos viendo en la televisión, la radio y las redes sociales, principalmente, un bombardeo de spots con mensajes vacios, sin plataformas políticas, sin idearios o ideologías claras, sin proyectos políticos socialmente comprometidos.

La crisis de los partidos se fue cultivando por una corriente de pensamiento teórico, o más bien ideológico, que han inoculado la tesis de la llamada “fin de las ideologías”, y que se convirtió en la punta de lanza para minar las reivindicaciones y avances de los derechos laborables históricos de los trabajadores, de mejores salarios y de bienestar de amplios sectores sociales.

En un fangoso escenario político como el actual, en que las campañas electorales se han transformado en una “guerra de lodo y basura”, según la expresión del propio Presidente de la República, la alternancia partidaria como salida hacia la consolidación de la gobernabilidad es una estrategia que podría funcionar a medias, porque salvo el PRI (¿), con todos sus conflictos internos de facciones y ahora de confrontación con los grupos e intereses locales, ninguno de los otros grandes partidos nacionales han logrado mantener una sólida estructura partidaria, y esto lo vemos diariamente con las purgas y el éxodo de militantes y cuadros en el PAN y el PRD, por los mecanismos antidemocráticos en los procesos de selección de sus candidatos.

Versión 2

El Pacto por México, con el cual el gobierno de Peña Nieto inició su gestión, pareció saludable para la vida política nacional, por la incorporación de los tres grandes partidos nacionales para lograr aprobar un paquete de reformas estructurales, que los dos gobiernos panistas no pudieron consolidar, pero que al paso del tiempo no solo fue insostenible, sino que apenas logró dosificar la debilidad acumulada de los partidos políticos.

El Bronco

La aparición de la candidaturas “independientes” pareció oxigenar la vida política y una alternativa para fortalecer la vida democrática y “ciudadanizar” nuestro sistema electoral, pero un “tufo” de confrontación entre las élites políticas y económicas, amenaza con barruntos de tormenta en un escenario nacional ya muy complicado por un entorno internacional sumamente complejo, amenazado por la posibilidad de que nuestro principal socio y vecino del norte sea gobernado a partir de noviembre por un neopopulista de ultraderecha.

La sombra del abstencionismo vuelve a campear en los diversos escenarios estatales en donde habrá comicios el próximo 5 de junio, por el descrédito de los partidos y sus candidatos, la injerencia de grupos delictivos, las campañas de lodo y basura y la judicialización de los comicios como estrategia electoral, incluso utilizada por el propio PRI, partido que no resuelve su propia crisis de credibilidad social que lo llevó a perder la Presidencia de la República en el año 2000, y que no ha codificado que el otrora partido hegemónico nacional sufrió un proceso de atomización durante los doce años de gobiernos blanquiazules.

El proceso de “balcanización” que sufrió el país en la docena panista llegó a impactar en los grupos políticos regionales que paradójicamente los fortaleció por su relación directa con el Poder Ejecutivo Federal. Los gobiernos estatales fueron beneficiados- como nunca en la historia- por las generosas participaciones federales de los gobiernos de Fox y Calderón, que llenaban las arcas nacionales con los altos ingresos petroleros de la primera década del siglo XXI.

Margarita-Zavala-

Durante la docena blanquiazul hubo expresiones frecuentes de gobernadores priistas que señalaban que a sus estados les había ido mejor con los presidentes panistas. Los críticos de esta relación señalaban que los presidentes panistas habían procreado a un grupo de “virreyes estatales”. Por la conducta y el proceder de muchos de ellos, el mote no fue excesivo.

Narro y EPN

 

Los usos del poder en México forman parte de una cultura política nacional que ha cambiado poco a pesar de la transición y la alternancia, está a la zaga de la dinámica social, por ello conviene recordar aquella tesis de don Daniel Cosío Villegas, creador del Colegio de México y de una lucidez intelectual que hace mucha falta en este momento en el país, particularmente cuando entramos en un proceso político que en lugar de ser esperanzador de un cambio, cada vez más es estresante y generador de enconos, como es la Sucesión Presidencial:

 “La estructura del poder político consiste en una jerarquía de grupos y asociaciones interrelacionadas en que las lealtades y relaciones de sus líderes culminan con el Presidente, que a su vez aprovecha los instrumentos de la Presidencia para enfrentar a un individuo o a un grupo de interés con otros, en sus esfuerzos por asegurar la estabilidad política”.

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