Hastío y estiaje

Fernando Gómez Suárez, analista.

Que paradójico. El estiaje que padece la delegación Iztapalapa es incompatible con el agua de lluvia que sólo va las coladeras. A ello se agrega el hastío de vecinos de Ejército de Oriente donde son constantes las inundaciones con drenaje en más de 700 casas que dejan a su paso pérdidas económicas de más de 50 millones de pesos por evento.

Con dos inundaciones en la primera semana de octubre, cuatro en lo que van del año, las aguas negras afectan no sólo la salubridad e higiene de los colonos, sino también de miles de personas que quedan varadas con el cierre de las estaciones que corren de las estaciones Guelatao a La Paz, de la línea A del Tren Ligero.

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Ante el cierre de la Calzada Ignacio Zaragoza y la imposibilidad de contar con vías y medios alternos, miles de personas que se transportaban hacia el oriente de la ciudad tuvieron que sumergirse en aguas negras hasta la cintura para avanzar hacia sus domicilios. Otros caminaron sobre bardas de dicho tren ligero agarrados de la malla ciclónica para, un kilómetro adelante, buscar medios de transporte, que insuficientes, hicieron su agosto en pleno septiembre.

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Los tumultos en la estación Guelatao fueron propicios para los asaltantes, quienes hicieron gala del “dos de bastos”, la “llave china” y el clásico “navajazo” a bolsos de mano, ante la falta de vigilancia de la Secretaría de Seguridad Pública. Ya de por sí, son recurrente los asaltos diarios en la zona para despojar de aretes y monedas a estudiantes de la FES Zaragoza.

Justo ahí se asientan las oficinas de control operativo de dicha línea A. Contiguo a ellas, la lumbrera Oriente, donde convergen los sistema de drenaje profundo, que es insuficiente al igual que el sistema de bombeo que falló, dicen, ante un corto circuito que provocó la tempestad tripartita que azotó a la ciudad desde Azcapotzalco, Miguel Hidalgo e Iztapalapa.

 

45 mililitros por metro cuadrado fueron la causa, acusaron funcionarios federales y delegacionales. Basura en las coladeras, decían otros. Llovió como nunca, justificaban los demás. Pero vemos que no se establecen políticas públicas que atiendan o prevean mecanismo s de transporte, seguridad y asistencia efectiva.

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En Iztapalapa, acudieron brigadas de auxilio, ¡pero hasta las 11 de la mañana del día siguiente! Helicópteros grababan a funcionarios y personal delegacional mientras la gente guardaba ya escobas y cubetas con que habían terminado desde temprana hora con la pestilencia y lodo que por toneladas se acumula por doquier.

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Se perdieron refrigeradores, salas, colchones, enseres, despensas que, obvio, ya fueron desechados y que la aseguradora contratada por la delegación aplaudía pues no serían evidencia de aquellos bienes afectados a cubrir. Para eso la aseguradora acude una semana después cuando ya todo desapareció y como no hay muestras de la afectación más que la oscura línea negra que marcó el nivel que alcanzó el agua negra, pues con tantita pintura es suficiente, no?

Estas inundaciones suceden a lo largo del año en varias colonias de la ciudad. El dilema es que las autoridades deben decidir qué parte es la que en turno deberá ser inundada para liberar un poco la saturación del drenaje profundo, ello depende, dicen, de qué zona atraerá más clientelismo político ante la asistencia delegacional. Tres horas o más para llegar a sus destinos, ante el cierre de vialidades primarias, líneas del metro saturadas, estaciones del tren ligero cerradas. ¿Eso es movilidad?

Fotos: El Rincón del Chamán y Quadratín (cortesía)

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