Las coaliciones

Manuel Ávalos, analista político, para El Rincón del Chamán.

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La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca representará seguramente un cambio e incluso el desmantelamiento de las relaciones políticas de centro-izquierda impulsadas por Barack Obama, sobre todo en la región latinoamericana, en la que el ascenso de varios líderes de la derecha no rechazarán a la nueva administración norteamericana, como son los casos de los presidentes de Argentina, Mauricio Macri y el de Brasil, Michel Temer.

Pero fue la anticorrupción, como ninguna otra bandera, la que movilizó mejor al electorado disgustado por la corrupción galopante que debilitó la fortaleza electoral de los presidentes de la izquierda latinoamericana, algunos de ellos muy populares, como la defenestrada Dilma Rousseff en Brasil, Cristina Fernández de Kirchner en Argentina, Mauricio Funes en El Salvador y Evo Morales en Bolivia.

En el caso de México, a pesar de que el gobierno priista de Peña Nieto parece incentivar reglas más claras y más poder a los tribunales para combatir a los escandalosos casos de corrupción en varias gubernaturas estatales, la bandera de la anticorrupción la tiene monopolizada el virtual candidato de Morena a la Presidencia de la República para el 2018, Andrés Manuel López Obrador.

No obstante, en nuestro país, como ya sucedió en Argentina o Perú, se vislumbra la conformación de coaliciones políticas, pero la más clara está ubicada en un frente antipopulista, integrado por empresas, tecnócratas y votantes de clase media, y algunas organizaciones políticas, todos alineados en contra del ineficiente gasto gubernamental, exigentes de una disciplina macroeconómica.

En este frente se dará la incorporación abierta o soterrada de grupos religiosos que alentarán una agenda ideológica ultraconservadora en temas de sexualidad, el aborto, los matrimonios de homosexuales y transgénero, entre otros.

Una muestra del activismo clerical que veremos en los procesos políticos venideros, lo dio el propio Nuncio Apostólico en México, Franco Coppola, el día de la celebración religiosa más profunda en México el 12 de diciembre, al hacer una crítica severa de la crisis política que vive el país, producto de la corrupción generalizada.

El representante del Papa en México advirtió en su red social de Facebook, que México es “un país donde su población se declara el 83% católica y el 10% protestante, el cual está acostumbrado a ser gobernado por un partido único, donde solo una veintena de años, hay una alternancia real”. (El Universal 12-12-2016).

Dichas coaliciones como esta ayudaron a dar el poder a Michel Temer en Brasil y Jimmy Morales en Guatemala. En México presionaron al congreso para que congelaran el proyecto de ley de matrimonio entre parejas del mismo sexo, promovido por el propio Presidente de la República. En Colombia ayudaron a la derecha a bloquear, mediante un plebiscito, el acuerdo de paz entre el gobierno y la guerrilla de las FARC. En Nicaragua empujaron al presidente Daniel Ortega, un antiguo izquierdista, a rechazar al aborto. En Chile ayudaron al triunfo electoral de número importante de alcaldes en las elecciones municipales más recientes.

El riesgo de la participación de estos grupos religiosos en los procesos políticos nacionales, se encuentra en su posición intransigente de la defensa de su agenda pastoral, que provoca o incrementa la polarización social y la generación de conflictos poselectorales que debilitan la convivencia democrática. La apuesta es de muy alto riesgo.

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