Secreto Vaticano: la embestida de Trump contra el Papa Francisco y México

Por: Leopoldo Mendívil López
* Stephen K. Bannon, estratega de Trump, inicia campaña para minar al Papa Francisco

*La aversión entre Trump y el Papa se inició por México, tras la defensa del Papa a los mexicanos por el “muro”

* Trump y Bannon están ya en contacto con el mayor enemigo del Papa dentro de la Iglesia Católica: el cardenal estadounidense ultraconservador Raymond Leo Burke

* La corriente anti-Francisco que comanda Raymund Burke aglutina a varios cardenales del mundo, y cuenta con “afiliados” en México

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Hoy hace explosión un grave conflicto interno de la Iglesia Católica que ha sido ventilado y expuesto en el recién publicado libro “Secreto Vaticano”, cuando hoy el presidente Trump inicia un plan para “socavar” la autoridad del Papa Francisco en el Vaticano, por medio de crear una alianza con los enemigos del Pontífice dentro de la propia Iglesia.

La discordia entre el sector más de ultraderecha de la Iglesia Católica de los Estados Unidos y el Papa Francisco es patente en este momento. Trump ahora sólo el detonador. Los adversarios del Pontífice ya habían urdido una campaña global para difamarlo -e incluso para provocar su caída- y la está protagonizado el cardenal estadounidense Raymond Leo Burke, de St. Louis, Missouri.

La noticia de los últimos momentos es que el estratega máximo de Donald Trump, Stephen K. Bannon, autor intelectual de sus más radicales propuestas –como son la prohibición de la entrada de inmigrantes musulmanes de siete países y la edificación del muro en la frontera con México-, decidió dar un paso más en las políticas del nuevo mandatario norteamericano: avanzar contra el Papa Francisco.

El motivo inmediato al parecer fueron los comentarios del Papa Francisco el pasado 8 de febrero, cuando dijo que “un cristiano nunca dice: ‘yo voy a hacer que tú pagues por esto’ ¡Nunca! Eso no es un gesto cristiano”. Se refería al muro de Trump, y de la forma en que ha expresado que va a “forzar” a México para pagar su costo.

No es la primera vez que el Papa Francisco levanta la voz para defender a México contra la amenaza de Trump de construir un muro y de forzar al pueblo de México a pagar el costo de su edificación. El día 16 de febrero de 2016 lo dijo por primera vez en el avión papal:  “Una persona que sólo piensa en hacer bardas, donde quiera que estos muros se hagan, no es un cristiano”.

Desde aquella ocasión, el comentario del Papa levantó una reacción molesta por parte del entonces candidato Donald Trump, quien le dijo: “Para ser un líder religioso, el cuestionar la fe de una persona es una desgracia. Ningún líder, especialmente un líder religioso, tiene el derecho a cuestionar la fe religiosa de otra persona” y añadió: “El gobierno de México está utilizando al Papa como peón. Y cuando el Vaticano sea atacado por el ISIS el Papa sólo va a poder haber deseado y rezado que Donald Trump hubiera sido presidente, porque esto no habría pasado.”

Trump no sólo no intentó ninguna clase de “disminución de conflicto” o “reconciliación” hacia el líder de los católicos del mundo -1,200 millones de seres humanos-, sino que abiertamente manifestó no tener ningún interés en tener una buena relación con el mismo.

La razón es múltiple: Trump y el Papa Francisco representan los extremos opuestos en el espectro ideológico de nuestra era. Trump es el símbolo a ultranza del capitalismo y de la “sobrevivencia del más apto” donde “el fuerte debe aplastar al débil”; mientras que el Papa Francisco representa la visión jesuita del cristianismo, donde los ricos tienen la obligación una obligación social para con los pobres –la “doctrina social de la Iglesia” plasmada por el Papa León XIII en la Encíclica Rerum Novarum –“de las cosas nuevas”-, también llamada “Derechos y Deberes de los Capitalistas y de los Trabajadores”.

Desde el inicio de su Pontificado el Papa Francisco informó a los cuatro vientos que esta iba a ser de nuevo la visión de la Iglesia, y los ataques contra él por parte de los “ultracapitalistas” norteamericanos no se hicieron esperar. En 2013 (febrero 11) comenzaron a llamarlo de plano “socialista” e incluso “comunista”. Los sectores del dinero en Wall-Street comenzaron a preocuparse sobre lo que podría causar ese nuevo y carismático Papa en la grey católica del mundo, especialmente en los países de América Latina, usualmente bajo la dominación económica de las corporaciones de los Estados Unidos.

Pronto el Papa inició otras acciones “perturbadoras” contra los intereses de los Estados Unidos en el Vaticano, como fue su llamado a firmas actuariales (también de los propios Estados Unidos) para comenzar una auditoría “exhaustiva” de las cuentas antes “inexpugnables” del Banco Vaticano, entre las cuales había cientos de ellas que eran utilizadas por entidades “sombrías” que se servían de la “tubería vaticana” para operaciones de lavado de dinero y financiación del terrorismo.

El Papa Francisco en realidad estaba reiniciando una investigación que le había costado el papado a su antecesor, Benedicto XVI, al cual incluso lo amenazaron de muerte debido a esta investigación sobre el Banco Vaticano. El recién publicado libro “Secreto Vaticano” documenta toda esta operación en la que el presidente de dicho banco –Ettore Gotti Tedeschi fue amenazado de muerte y obligado a renunciar meses antes que el propio Papa Benedicto, como resultado de la misma investigación.

En “Secreto Vaticano” se detallan los mecanismos con los que el Banco Vaticano había sido creado décadas atrás con apoyo de los Estados Unidos, diseñado con estatutos que lo hicieron “autónomo” y “separado de la autoridad pontificia”; es decir: creado para no tener que responder a la autoridad del Papa, sino a un Consejo de gobierno.

A lo largo de las décadas, diversos Papas intentaron romper ese status del Banco, y de investigar las actividades de “cuentahabientes secretos” del Banco –cuyas identidades ni siquiera el Papa mismo podía conocer debido al “secreto bancario” protegido por los estatutos propios del Bando. Estos “cuentahabientes secretos”  estaban utilizando al Banco para financiar operaciones de terrorismo y crimen organizado por medio de sus cuentas.

Los pontífices que intentaron desbaratar esta red, o investigarla, fueron “castigados”. Uno de ellos fue el Papa Juan Pablo I, quien fue asesinado en el día 33 de su pontificado, como consecuencia de rastrear las conexiones del obispo Paul Marcinkus –presidente del Banco Vaticano en ese momento- con capos de la Mafia de Chicago, y con la Logia Masónica P-2 y con el gobierno mismo de los Estados Unidos. El Banco Vaticano era parte de una operación clasificada del gobierno de los Estados Unidos para desestabilizar a Europa por medio del terrorismo: la Operación Gladio.

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La invitación

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