Inventarios, Pacheco historiador

Por Eduardo Mejía, cazador de minucias es éste y otros mundos como el de la literatura. Asiduo lector de la RAE, pero por sobre todas las cosas es coleccionista de discos y cuaderno de doble raya.

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La aparición de los tres tomos que seleccionan una parte significativa pero menor de la columna Inventario, que José Emilio Pacheco publicó en los últimos meses del Excélsior dirigido por Julio Scherer, y en Proceso desde su fundación hasta el fallecimiento de Pacheco, en enero de 2014, ha sido esperada desde el anuncio de que habría preventa en la feria del libro en Guadalajara; son tres tomos con cerca de 650 páginas cada uno, pero en un formato inusualmente mayor que el acostumbrado en Ediciones Era, del mismo tamaño que los Cuadernos de la cárcel, de Gramsci, aunque con caja más pequeña y letra más grande.

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No hay engaño: el título del libro respeta el nombre de la columna; no hay noticias de que vayan a recopilarse las columnas muy semejantes, prácticamente iguales, que publicó en México en la Cultura (aunque la mayoría fueron reseñas, más que columnas), la Revista de la Universidad de México (parte reseñas y crítica y parte columna), La Cultura en México, El Heraldo Cultural, Nexos, Plural, Letras Libres  y otras desperdigadas en alguna revista tipo Caballero y en otras publicaciones aparentemente dirigidas a un público femenino, pero con las mismas intenciones y la misma calidad que las que ahora se recopilan. Tuvieron diferentes nombres, casi todas mencionadas por Hugo J. Verani en La hoguera y el viento (UNAM, Era), ni consideradas tampoco en el Diccionario de Escritores Mexicanos, que en cambio incluye vida y obra de Julián Hernández, el más renombrado de los heterónimos de Pacheco. (Este diccionario excluye lo que no consideran cultural, y dejan fuera gran parte de la obra de muchos autores dignos de respeto sólo porque no se publicó en revistas culturales.) Además, colaboraciones esporádicas en otros diarios, revistas y suplementos. Si se llega a recoger todo puede igualar el número de volúmenes de las Obras completas de Alfonso Reyes. Y los no incluidos son los que más falta hacen, porque finalmente en las páginas electrónicas es posible consultar, guardar e imprimir prácticamente todo lo que publicó en Proceso.

Hay una reacción que me toma por sorpresa: muchos lectores esperaban más ensayos sobre literatura que sobre historia, política y vida cotidiana; no es de asombrar: a los literatos no los consideran historiadores, aunque hayan hecho estudios notables y novedosos sobre estos aspectos; no sólo Pacheco: él mismo decía que a Fernando Benítez no lo tomaban en serio pese a sus libros sobre la Colonia y sobre la Revolución Mexicana, con el tema central de vida y obra de Lázaro Cárdenas. Y no son los únicos.

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Juntos, nos revelan un aspecto que se sale del esquema (los esquemas que limitan y reducen a fórmulas la obra de Pacheco, en especial la poesía “ready-made” y las lecturas unidimensionales de la narrativa, aspecto del que también me considero culpable, porque hasta que comencé la lectura de la tercera versión de Morirás lejos me di cuenta de guiños inequívocos sobre libros e influencias que no había visto, ni yo ni nadie).

Muchos lectores de su poesía ven con menos interés la narrativa, y viceversa; menos observan los ensayos, y creo que han considerado más el periodismo cultural, quizá porque es más sencillo, y aplica la fórmula de Borges y Reyes, influencias notorias, de que el periodismo debe ser amable con el lector; en efecto, los inventarios y columnas semejantes hacen que el lector se sienta culto e inteligente.

Pero el otro aspecto es el de historiador, pues no se limita a repetir y glosar historias conocidas o las poco conocidas: ahonda en hechos y personajes, encuentra explicaciones que, sutiles, otros pasan por alto, y que comprenden actitudes personales, amistades o rencores, situación económica, enamoramientos que influyen en el comportamiento en batallas, el entorno cultural que modifica el pensamiento de los protagonistas y, sobre todo, no juzga desde el presente, y muchas veces no juzga, sólo explica y juega a lo que pudo haber sido y no fue.

Como historiador hace lo que otros no; por eso son tan entrañables estos inventarios, porque está el Pacheco al que hemos valorado por debajo de sus otras actividades.

Una de muchas curiosidades:

En el primer tomo Pacheco dice con alguna frecuencia “sino todo lo contrario”, que era como se decía que había dicho el presidente Echeverría acerca de la devaluación, o de inundaciones o de cualquier otro asunto; el rumor fue tan hondo que se sigue adjudicando la frase a Luis Echeverría, cuando en realidad la dijo el entonces secretario de Agricultura y Ganadería, Manuel Bernardo Aguirre, y fue “antes al contrario”, como cita Pacheco en los tomos posteriores; la corrección nada hubiera alterado, antes al contrario.

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Fotos:  Tomadas de Internet y la UNAM.

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