Rupestres: reto y rito *

Por Tamara Montalvo para Cabovisión.tv

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Ninguna entidad en la República Mexicana tiene el tamaño, variedad y cantidad de pictogramas rupestres y parietales como el estado de B.C.S. su antigüedad va de los 7,500 a los 4,000 años a. C. Este arte rupestre y parietal se complementa con infinidad de petroglifos y bocetos incisivos en todo tipo de rocas o piedras, desde Mulegé hasta el arco de Cabo San Lucas, sin contar las que existen en las islas e islotes tanto del Golfo de California como del Océano Pacífico.

Esta es la principal huella cultural de la antigüedad mexicana. No en balde algunas de ellas, hacia el norte han sido declaradas patrimonio cultural de la humanidad. El reto al que nos enfrentamos es igual al que han tenido que arrostrar en Altamira, Chauvet, o Lascaux y muchas otras. Es decir, como tratar de descifrar el mensaje o las señales criptográficas con mentalidades del siglo XX o XXI.

El arte rupestre, parietal, o petroglífico es un reto para los cerebros actuales e incluso para los aparatos y programas cibernéticos. A lo más que llegamos es a saber un poco sobre la posible datación o de la composición de los pigmentos, resinas, fluidos, y toda clase de minerales, vegetales y faunísticos. Está claro que pintar en las grandes paredes o en las cuevas no era ni sencillo ni trivial. Podemos darnos el lujo de creer que había una especie de rito donde se reconocía el valor y la bendición de animales que les proveía de alimentos y de una cierta seguridad alimentaria marina, terrestre fluvial o limnológica.

Dos de las grandes preguntas que nos hemos hecho en los grupos de científicos a los que pertenecemos son: ¿por qué el 100 por ciento o el quizá el 99 por ciento de toda la obra rupestre y petroglífica de B.C.S. es zoológica o antropomórfica?, esto es, no hay ni una sola representación de flora menor o de grandes proporciones a pesar de que cuando menos cardones y todo tipo de cactáceas abundaban en la época en que estos geniales grupos humanos dibujaban, pintaban, corregían, o grababan en la piedra. Hay, sí, desde ballenas hasta cimarrones o seres humanos bicolores, monocromáticos o con preterintencionalidades de que a la luz de las fogatas o antorchas nocturnas pareciera que cobraban vida o se movían caprichosamente.

Otros de los grandes desafíos es descifrar porque en la casi totalidad de los casos, las figuras antropomórficas, sean masculinas o femeniles, con flechas clavadas o sin ellas, todos, casi absolutamente todos, aparecen con los brazos hacia arriba en una especie de rogatoria, de agradecimiento o de ofrecimiento a los astros o a los seres que ellos creyeran que habitaban el espacio sideral. Es un gran error creer que eran de angosto talento, de escaso entendimiento o de poca información. También nos equivocaríamos tal vez si colegimos que esos dibujos cuasi perfectos eran producto del azar o de la casualidad y no de una acumulación de experiencia, de actitud y de maestría. Insisto tanto en el dibujo como en la aplicación de los pigmentos o de las incisiones como la super nova, registrada por Hambleton y cuya foto le ha dado la vuelta al mundo.

Tenemos que conocerlas, estamos obligados a cuidarlas, debemos intentar entenderlas o interpretarlas y para ello muchos grandes científicos de diversas naciones han hecho avances considerables. Es invaluable el reto que tomaron la Secretaría de Cultura, el Instituto Sudcaliforniano de Cultura y el estudio mexicano Imagen360 en la implementación de tecnologías de imagen panorámica para el denominado proyecto Senda Rupestre: Inmersión al Arte Rupestre en B.C.S., con el cual podemos disfrutar de un paseo virtual de 360 grados por los principales sitios de la Sierra de San Francisco y la Sierra de Guadalupe.

Siendo un patrimonio tan frágil, expuesto permanentemente a la degradación, a la erosión natural y a la acción del hombre, es crucial la difusión cultural y la educación para la conservación y protección de este riquísimo legado cultural.

Ilustraciones: Museo Regional del Instituto Nacional de Antropología e Historia y pintura al óleo de Omarcillo Valiente.

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