De Frente y de Perfil: Cicatrización

Por Ramón Zurita Sahagún, director de la revista Personae

Viene lo más difícil, la reconstrucción, pero no solamente de la ciudad y sus viviendas, sino del tejido social, de la confianza en las autoridades, de los prestadores de servicio de los vendedores de bienes raíces y de tantos y tantas cosas que se deben recuperar.

Un sismo deja muchas heridas abiertas y muestra la cara buena de la sociedad, que sin estar organizada responde de inmediato a las necesidades de una población afectada, deja en claro la solidaridad de países, empresas e individuos, pero también desenmascara a algunas autoridades por los abusos, atrocidades y falta de respeto a la ciudadanía.

Después de una semana de vivir en tensión, la población tiene miedo a lo que viene, sin saber a ciencia cierta qué es, si otro sismo, más abusos, el término de la solidaridad y los damnificados quedarán expuestos, sin hogar, con luto, sin trabajo y con las dádivas gubernamentales que suenan a limosna.

Las autoridades corruptas o de actuar mal, seguirán sin castigo alguno, aunque la exposición en los medios deja constancia de su pésimo proceder y peor actuar.

No habrá, como sucede regularmente responsable de los derrumbes de edificios, ni quedará en claro si existió algún tipo de corruptelas con los permisos o si los materiales usados fueron de pésima calidad, si se abusó en la construcción de pisos adicionales, si no se respetaron las normas para la construcción, todo será achacable a la intensidad del sismo.

La ayuda a los damnificados de los temblores del 7 y 19 de septiembre seguirá por un tiempo y luego pasará al olvido, rescatando de vez en vez alguna de las historias llamativas.

Los errores pasarán al olvido, serán parte del anecdotario, mientras decenas de familias continuarán padeciendo los efectos post sismo.

El miedo se retrata en los rostros de los habitantes de las zonas del desastre, pero también la sensación de vacío que deja el haber perdido casi todo y enfrentar nuevos retos en la vida.

La historia del sismo, seguramente, será contada en su versión ligera por algún cineasta, escritores recopilarán historia para novelarlas, otros más se llenarán de lo sucedido para generar ganancias, pero el grueso de los damnificados padecerá mucho tiempo el síndrome del temblor, el sentir que el piso se mueve, los bailoteos, el paso de los camiones y tráileres por las calles de la ciudad los alertará por los movimientos que generan.

Sin embargo, la vida debe de seguir y por lo pronto las autoridades deben abocarse a resolver la grave problemática generada por los sismos, tanto el del 7 como el del 19 de septiembre, con graves saldos.

Tal parece que el segundo sismo concentró toda la atención y que los damnificados de Oaxaca, Chiapas y Tabasco, entidades afectadas pasaban a segundo término, cuando menos para la atención mediática.

El temblor del sábado removió las fibras sentimentales, toda vez que su epicentro fue nuevamente el sureste y ocasionó todavía mayores daños en Oaxaca.

Es cierto que hasta el momento la respuesta de los diversos niveles de gobierno ha sido, en lo general, acertada, con sus prietitos en el arroz, como lo es el gobierno de Morelos, cuya actuación deberá ser evaluada después de la contingencia, pero se requiere de mucho más.

Por lo pronto, se tiene una estimación de costos cercanos a los 29 mil millones de pesos, de inicio sobre la reconstrucción en siete estados afectados por los sismos: Oaxaca, Chiapas, del primero de ellos y CDMX, Morelos, Puebla, Tlaxcala y Guerrero, del segundo.

Claro que las diferencias son abismales entre lo sucedido en Oaxaca, Chiapas Morelos, Puebla y CDMX, con los restantes dos estados.

Los recursos acumulados en el FONDEN (Fondo Nacional de Desastres) no alcanza, más que para el inicio de ello, por lo habrá que analizar las donaciones, los recursos aportados por particulares, aunque no todos se destinan para ello, ya que fueron directo a la Cruz Roja o a las diversas fundaciones y recurrir a los organismos internacionales.

Por lo pronto, los eventuales rechazos al presupuesto asignados para campañas electorales sería solamente un bálsamo, para curar algunas de las heridas producidas por la gravedad de los sismos.

Todo es bueno, pero quienes hagan barullo con la cancelación del dinero público para los partidos políticos, deben tomar en cuenta que solamente es una pequeña parte de lo que se necesita, pero que al fin y al cabo algo ayuda.

De acuerdo con algunos estudios, los fondos concentrados en el FONDEN suman 9 mil millones de pesos, mientras que el Fondo Catastrófico representa una aportación cercana a los 15 mil millones, sin que se lleguen a cubrir los montos necesarios.

Y aunque el Presupuesto de Egresos de la Federación todavía no se aprueba, ni siquiera se discute, se pueden hacer algunas adiciones y estimaciones distintas en su contenido, para reformar los gastos en algunos rubros y reducirlos en otros, especialmente en lo correspondiente a salarios de diputados, senadores y lo mencionado hacia los partidos políticos.

Por lo pronto, la moneda está en el aire y la pelota en la cancha de los políticos y gobiernos que pueden dar un paso adelante y mostrar que ahora si les llegó a las fibras sentimentales la situación del pueblo, especialmente de los damnificados que si bien lo son por causas naturales y ajenas al gobierno, también lo es que en algunos casos la negligencia de las autoridades contribuyeron en mucho a generarlas.

Después de ahogado el niño a tapar el pozo y ahora todos los dardos se dirigen a los propietarios del Colegio Rébsamen, sobre algunas probables irregularidades en el uso del suelo y el manejo de la institución, ojalá sean parejos con todos los otros inmuebles derruidos.

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