Temas centrales: Crónica de un destape anunciado

Por Miguel Tirado Rasso, consultor.
El destape del candidato presidencial del PRI, no resultó, en esta ocasión, tan sorpresiva ni en la forma ni en la fecha ni en el personaje.
En la forma, porque a pesar de la cascada de críticas al sistema digital, característico del partido en el poder, estaba claro que algo que le ha funcionado a este partido a lo largo de su historia, no iba a cambiarlo por algún método que pusiera en riesgo su unidad en el acto político más delicado del sexenio.
Podrá no gustarnos y alegar lo antidemocrático que resulta que la candidatura dependa de una sola voluntad, aunque estaríamos de acuerdo que ésta no es tan caprichosa y que, cada quién en su momento, según su estilo personal de gobernar, prueba, observa, consulta y analiza las posibilidades de un buen desempeño futuro de quien será el abanderado de su partido en la carrera presidencial. En especial, ahora que la designación del candidato no asegura el triunfo en la final.
En el pasado, los mandatarios priistas no eligieron a sus favoritos o a quién, como dice la leyenda urbana, les cubriera las espaldas o resultara influenciable. El dedazo, como se le conoce, no es tan simple. Algunos ejemplos en los que se evidencia que los supuestos favoritos no merecieron las palabras mayores de sus amigos presidentes fueron Fernando Casas Alemán con Miguel Alemán; Gilberto Flores Muñoz con Adolfo Ruiz Cortines; Alfredo del Mazo con Miguel de la Madrid y, ahora, Luis Videgaray o Aurelio Nuño.
Tanto rechazo y críticas ha generado entre la oposición el destape del candidato tricolor, a la antigüita, que resultará interesante ver el método “democrático” que utilizarán los del Frente Ciudadano por México para sacar adelante la candidatura de Ricardo Anaya, sin la percepción de auto dedazo. O, en su caso, el PAN para postular al ex joven maravilla, que, como dirigente de ese partido, ha aprovechado todos los recursos humanos, materiales y financieros, para construir una candidatura, a como dé lugar. O el PRD, para lanzar a Miguel Ángel Mancera.
En el caso de Morena, no hay sorpresa, porque ahí funcionó un método evolucionado de auto destape, que supone la creación de un partido político, con cuya bandera, su fundador, recorre todo el país durante varios años, en evidentes actos anticipados de campaña, que la ley prohíbe, promoviendo su aspiración presidencial.
Cuando se acercan los tiempos de ley para la formalización de la candidatura, el fundador, dueño, presidente y líder moral del partido propone el método para elegir al candidato, que todos aprueban a mano alzada: una encuesta, que nadie llega a conocer porque no se publica, y en la que no hay más opciones que la del fundador del partido. De esta manera, la militancia del instituto político apoya la auto propuesta del candidato único y asunto resuelto.
Por lo que toca a la fecha de la designación del candidato o precandidato priista, mucho se especuló que podría ser el 27 de noviembre, fecha que el mismo mandatario habría señalado como significativa en su vida política y personal. Y no defraudó. El ritual se cumplió en esa fecha.
Y sobre el personaje elegido, aunque al principio se enfocaron los reflectores, principalmente, en cuatro aspirantes, los secretarios de Gobernación, Hacienda, Educación y Salud, en las últimas semanas se afirmaba que la competencia era ya nada más de dos, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong y el de Hacienda, José Antonio Meade.
El hecho de no ser militante del tricolor le significaba al secretario Meade un hándicap, pues su única posibilidad era participar como candidato externo, lo que implicaría modificar los estatutos del partido para allanarle el camino. Algo que obligaba a un trabajo fino para superar la resistencia de ciertos sectores del priismo. Los cambios se hicieron y, a pesar de la dedicatoria, la incertidumbre prevaleció, al no haber evidencia de que la decisión estuviera tomada. Pero conforme pasó el tiempo, la posibilidad de abanderar a un personaje externo se fue fortaleciendo ante el perfil académico, laboral y ético del aspirante.
Se trataba de postular a un candidato competitivo, y el voto duro del tricolor no alcanza para asegurar el triunfo. Así que hay que formar alianzas y buscar votos externos. El Partido Verde, ya no suma mucho y, los partidos Nueva Alianza y Encuentro Social, uno anda indeciso y otro perdido. Los demás partidos están comprometidos, por lo que la estrategia exigía buscar un candidato que, por sus características personales, pudiera sobreponerse a los negativos del tricolor y resultara una opción atractiva para el voto de los indecisos y, también, de los simpatizantes de otros partidos, decepcionados con los candidatos que, en su caso, llegue a postular el Frente o sus partidos integrantes.
Por supuesto que José Antonio Meade tendrá que trabajar mucho hacia el interior del PRI para que el voto duro no se disperse, convenciendo a las bases militantes y a los priistas de cepa de que él es la mejor opción para lograr el triunfo del partido en los próximos comicios. Y apelar por el fortalecimiento de la unidad, porque la experiencia histórica de este partido muestra una dolorosa lección cuando se dividió.

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