Ahí viene la reforma política de quinta generación

Con tantos distractores y ocurrencias en las campañas disfrazadas de precampañas, en un clima político de mucha confrontación e incertidumbre, los estudiosos de estos temas advierten que para acabarla de amolar cualquiera que gane la presidencial no tendrá mayoría en el Congreso. ¿Quieren que se los cuente otra vez?

El proceso electoral en curso, como siempre, se distingue por dar paso a una competencia desigual e injusta, como quiera que se le vea, además de cara. Y eso que de acuerdo a muchos sondeos los ciudadanos cada vez creen menos en los partidos pues se sienten menos representados.

En fin, los candidatos formales, que representan a las extrañas alianzas premodernas, cada vez gastan más dinero y se dedican a hacer campañas a través de la espotización y el tendido de redes sociales. Lo suyo es prometer para hacer votos, cumplir es lo de menos.

En cambio a los candidatos independientes, ni tan independientes dicen sus detractores, tienen que cumplir sobrereglamentaciones que parece que están hechas para que nadie pase. Además de que disponen de muy pocos recursos públicos y quedan limitados en el reparto de los millones de spots que los partidos tienen para su uso y totalmente gratis.

En diferentes foros y charlas con comunicadores, estudiosos de la política y políticos de nueva cuña, uno de los puntos en que coincidimos es que los mexicanos vivimos el quehacer de la política de una manera totalmente distinta a la de hace unos cuantos años. Es más, nadie imaginaba que cuando ocurrió la transición en México, en el año 2000, hoy en pleno 2018 los cambios han sido impresionantes.

Pero el sistema político en el que vivimos nuestro espacio cotidiano se ha venido rezagando.

Hoy por ejemplo buena parte de la política, los órganos electorales y las decisiones que se toman en la administración pública, están hechas a imagen y semejanza de los partidos.

El sistema de partidos es una figura teórica y práctica de gran importancia, pero la partidocracia lo ha desvirtuado.

Acaban de cumplirse 40 años de la reforma política que le ha dado forma y vida al actual sistema democrático mexicano, la reforma política de 1977. Y cuatro décadas después, el mismo tiempo que lleva el Proyecto del Templo Mayor tras el descubrimiento de la Coyolxauhqui, el país es diferente y sigue cambiando.

 

El país no reventó

El año pasado el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM organizó un panel donde expertos examinaron los principios de la “reforma política” moderna, que para sorpresa de muchos se diseñó y concretó en la época de José López Portillo y de Jesús Reyes Heroles: esta gran reforma fincó las bases de la democracia plural que hoy conocemos.

Como hoy, hace 40 años se encendieron los focos de alerta y se introdujeron cambios constitucionales que cambiaron el entarimado político nacional, con lo que evitaron que el país se nos deshiciera en las manos.

El país ha enfrentado en estas últimas décadas procesos de desarrollo y experimentó además la alternancia en el poder presidencial, momentos difíciles,  críticos, pero el país no reventó.

Hoy tampoco esperamos que después de las elecciones de julio el país desaparezca, pero los resultados de la participación de los ciudadanos, el redimensionamiento de las fuerzas políticas y las instituciones, así como las nuevas formas de gobierno, seguramente tendrán que someterse a una chaineada de fondo. O sea, una reforma política de quinta generación.

Un excepcional documento que condensa la reforma política de 1977, elaborada por el constitucionalaista Jorge Capirzo, sintetiza es estas palabra las razones que dieron paso a reformar 17 artículos de la Carta Magna.

“Persigue fortalecer el proceso democratizador del país, la participación política institucional de fuerzas políticas que se habían mantenido al margen del sistema y, el fortalecimiento del poder legislativo. Se intenta que el sistema político mexicano pueda seguir operando y no vaya a ser desbordado por no poder dar cauce a los problemas del país”.

El concepto del desarrollo estabilizador había quedado muy lejos, la concentración del ingreso en unas cuantas personas y el empobrecimiento de la población en aumento, además de que no existía oposición en el Congreso, todo esto dio paso a rumores de golpes de Estado, en suma, la pérdida de confianza en el Sistema Político Mexicano. Más allá de los errores de todos conocidos del último presidente de la Revolución, José López Portillo, tuvo la sensibilidad para advertir que hacían falta reformas si se deseaba mantener la estabilidad del país. Y lo hizo.

Por primera vez se reconoció que las minorías podían convertirse en mayorías pero renunciando a la violencia.

En síntesis, la reforma de hace 40 años se propuso para evitar la desestabilización del sistema político mexicano, a través de la ampliación de la representación nacional.

Algo realmente excepcional fue la reforma al artículo 6º que consagró que el Derecho a la Información era garantía del Estado.

También quedó definido en la Carta Magna que los partidos “son entidades de interés público”; se instituyó el Colegio Electoral; fue aprobado un modelo de gobierno semidirecto para el DF y se le dio a la Corte facultades para investigar a los propios jueces.

Reyes Heroles dijo: “…se está pecando de gradualismo, pero esta reforma permitió dar pasos firmes y no se expone al país a retrocesos por avances deslumbrantes”.

Y lo que viene

Si bien no puede negarse que ha habido avances en nuestro quehacer político, antes no existían las candidaturas independientes, por ejemplo, puede decirse que el actual modelo del sistema político mexicano está agotado en muchos sentidos y tiene que modificarse.

Armando Ríos Piter, político mexicano, hace una reflexión interesante: “Los naranjales dan naranjas, los árboles de peras dan peras, los nogales dan nueces y el sistema político mexicano, los políticos como los conocemos.”

Visto así, los cambios que se esperan pasan por una amplia agenda de temas de nueva generación, que ya no pueden posponerse, si es que queremos evitar un colapso real en nuestro sistema político. Aquí enunciamos algunos.

*El gobierno dividido, su marco regulatorio.

*Garantías para la gobernabilidad del país.

*Los gobiernos de coalición.Su regulación.

*La segunda vuelta. (No le saquen.)

*Ajustes a la sobreregulación de los órganos electorales.

*Avances tecnológicos aplicados a procesos electorales.

*El voto en urnas electrónicas.

*Los candidatos independientes. Corregir la desigualdad.

*Reducción del financiamiento público a los partidos políticos.

*Sistema de fiscalización para evitar el dinero sucio en campañas y en los partidos.

*Partidos sujetos obligados en el Sistema Nacional de Transparencia.

*Revisión de la representación de los partidos en el Congreso.

*Reducción en el número de legisladores plurinominales y de elección directa.

Después del 1 de julio, el país no colapsará, pero si dejará lecciones importantes para revisar los nuevos retos. ¿Estamos listos? Los conservadores dicen que no, pero el país y los mexicanos se merecen mucho más.

Add a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *