De memoria: Napito el Breve

Por Carlos Ferreyra Carrasco, periodista.

Fuimos a la Bolsa de Valores que estaba en un añoso edificio de la calle Venustiano Carranza. Allí nos recibió, güisqui en mano, uno de los directivos que actualmente hace comentarios para la televisión.

Eran apenas pasadas las nueve de la mañana pero, bueno, había que echarle combustible a la evidentemente oxidada máquina. Los visitantes, senadores, agradecieron el café que les fue servido.

Les hicieron una exposición de la economía nacional y algo que entendí a la mitad: la conveniencia de adquirir determinados valores porque se venía un desastre que afectaría a los ahorradores.

Me pareció que a los que carecíamos de ahorros no nos afectaría. Recordé la frase de mi padre que decía que al capital de nada ni los balazos le entran.

Tal como anunció el experto, hubo una tragedia que sólo acabo con los pequeños ahorradores los grandes fueron advertidos, y recaló contra los ciudadanos corrientes y molientes.

Nació el Fobaproa y adquirimos los mexicanos, una deuda que terminaremos de pagar dentro de medio siglo.

Otra visita, en esta ocasión a la Casa de Moneda que está o estaba donde los gringos erigen su castillo.

Allí conocí a Napoleón Gómez Urrutia, hijo del dueño de los mineros. Era el director y en tal calidad paseó a los legisladores por un museo, les mostró las técnicas de acuñación e hizo una explicación histórica del nacimiento de la institución.

Los senadores, que conocían al padre, lo llamaban Napo El Pequeño o Napo El Breve; nos regaló una moneda.

Los legisladores no le tenían respeto y lo calificaban de yunior. Meses después se murió el pastor minero y en acto tan anormal y tan ilegal como acostumbramos, eligieron sucesor al hijo que nunca bajó a una mina, que no había acumulado cuotas para adquirir derechos.

En el Senado al conocerse la noticia, hubo muchos entrecejos fruncidos. Los senadores obreros se abstuvieron de opinar y más, no asistieron a la unción que calificaron como monárquica.

Quizá decían napoleónica… el siguiente episodio fue su huida luego de guardar 50 millones de dólares a los trabajadores que, ya sabemos, son muy gastalones.

Napito huyó a Canadá donde se acogió a las mineras que se están llevando nuestro país en pedazos. Lo protegieron y hasta le tramitaron la ciudadanía. Le pagaban y eso lo admitió, casa y sustento. La ilustración es de la Ficha Roja de Interpol.

Perseguido por la justicia mexicana y con sus derechos ciudadanos suspendidos, lo habilitan para una senaduría de regalo esperando garantizarle impunidad por ese medio. Aunque posiblemente su calidad de ciudadano canadiense lo impida. En teoría, claro.

Afirma Sara Lovera, activista en pro de las mujeres que en Pasta de Conchos el dirigente minero se presentó a impedir el rescate, lleva un hermoso atuendo de piel peluda porque en la región hace mucho frío.

Mexico, creo en ti…

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