Café para Todos: los sondeos y el voto discreto

 

Alberto Carbot, periodista y director de la revista Gente Sur.

“Trump se hunde: las encuestas lo ponen cada vez más lejos de Hillary”. Quien hubiese dudado de la contundencia de este encabezado periodístico que el 4 de agosto de 2016 -a escasos 90 días de las elecciones en Estados Unidos-, resumía los resultados de una sondeo a nivel nacional realizado por The McClatchy Company -una de las más importantes corporaciones editoriales de Estados Unidos con sede en Sacramento, California- y el Instituto Marista de Opinión Pública (MIPO) de Nueva York, un organismo muy respetado y que frecuentemente citan comunicadores y expertos electorales a nivel mundial.

El sondeo ubicaba a Hillary Clinton con 15 puntos de ventaja -un avasallador margen de diferencia-, sobre su oponente Donald Trump, quien a la postre ganó los comicios para ocupar la Casa Blanca. ¿Qué ocurrió? ¿Falló el procedimiento de la encuesta? ¿El millonario neoyorquino recurrió al fraude electoral para obtener la victoria? Nada de eso. Simplemente el electorado analítico, preparado y consistente -ese que no expresa su opinión mediante encuestas pero sí vota-, lo hizo en las urnas y optó finalmente por favorecer a quien consideró su mejor opción.

En México, desde el año pasado, se ha desatado una guerra de encuesta con miras a las elecciones del próximo 1 de julio, y la gran mayoría de ellas lleva como puntero a Andrés Manuel López Obrador, candidato a la Presidencia por la coalición Juntos haremos historia, quien recientemente aseguró que tiene 20 puntos de ventaja por sobre el panista Ricardo Anaya candidato de la alianza Por México al Frente, su más cercano competidor y más sobre el priista José Antonio Meade, de la coalición Todos por México. En el terreno electoral esto correspondería aproximadamente a 10 millones de votos.

Las cifras apabullantes a las que hoy se refiere el líder de Morena -quien el 20 de noviembre de 2006 en una asamblea masiva en el Zócalo de la Ciudad de México se autonombró presidente legítimo-, teóricamente le abrirían sin más el camino hacia Los Pinos.

Ello nos llevaría a considerar que ya ni siquiera habría necesidad de un proceso electoral en el país. Si las “encuestas” le dicen que ya ganó ¿para qué las elecciones?

Como bien lo ha señalado Federico Berrueto -director del Gabinete de Comunicación Estratégica (GCE)-, López Obrador les ha concedido una importancia desproporcionada a este tipo de resultados, y su intención es claramente propagandística y especulativa, con la finalidad de “hacer valer la profecía de la inevitabilidad de su victoria”.

Sin embargo, vale la pena recordar que aunque los sondeos arrojen resultados probablemente correctos, la realidad es que si algo hemos aprendido es que ninguna encuesta es infalible, tal como ya ocurrió a nivel internacional en 2016, cuando las previsiones fracasaron estrepitosamente.

 LAS ENCUESTAS EN JAQUE

La primera sorpresa se dio en junio de ese año, con el llamado Brexit -un acrónimo inglés formado por Britain (Gran Bretaña) y exit (salida). La salida de Grecia de la UE -que finalmente logró conjurarse- fue denominada Grexit.

Los ciudadanos del Reino Unido votarían por continuar dentro de la Unión Europea (UE) o abandonar la agrupación multinacional. De acuerdo con los sondeos aplicados sistemáticamente, la decisión favorecería por amplio margen a la permanencia en la UE.

No obstante -luego de una participación del 72 por ciento de electores (33 millones 577 mil 342) en la votación real-, los resultados finales a la pregunta “¿Debe el Reino Unido seguir siendo parte o no de la Unión Europea (UE)?” fueron de 17 millones 410 mil 742 votantes (51.9 por ciento) a favor de abandonar la Unión Europea.

El 48.1 por ciento -16 millones 577 mil 342 personas-, dijeron que se debía permanecer en la agrupación, pero sus votos no fueron suficientes para ratificar lo que auguraban las encuestas previas. Triunfó la separación. El resultado constituyó un desastre político, tanto para Reino Unido como para la UE.

El segundo ejemplo de un resultado muy diferente a lo estimado en los sondeos, fue la respuesta del pueblo colombiano al acuerdo de paz entre el gobierno de ese país y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que se pronosticaba sería confirmado el 2 de octubre por los electores de ese país sudamericano.

No obstante, con un apretado margen del 50.2 por ciento sobre el 49.7, los colombianos rechazaron el plebiscito impulsado por el presidente Juan Manuel Santos, quizá el primer sorprendido por ese resultado.

En España, a finales de ese mismo octubre y contra todas las encuestas, Mariano Rajoy alcanzó el triunfo en la segunda ronda por la presidencia del gobierno español, donde se impuso por una mayoría simple de 170 votos a favor, 111 en contra y 68 abstenciones.

En diciembre se votó en Italia un referéndum sobre la propuesta del primer ministro, Matteo Renzi, para reducir el número de senadores de ese país así como el presupuesto asignado a dicha Cámara. Aunque los medios predijeron el triunfo de la propuesta de Renzi, el 54 por ciento de los italianos votaron por el NO, lo que ocasionó la dimisión del primer ministro.

Pero la mayor sorpresa sobre los resultados proyectados se dio en la elección presidencial en Estados Unidos el 8 de noviembre de 2016, cuando todas las encuestas señalaban que la candidata por el Partido Demócrata, Hillary Clinton resultaría victoriosa.

Sin embargo, contra todos los pronósticos y a pesar de los escándalos que a lo largo de su campaña protagonizó Donald Trump, el resultado final lo favoreció con 304 votos del Colegio Electoral, sobre 227 de Clinton.

De acuerdo con Federico Berrueto, director del GCE, “las encuestas por sí mismas no dan votos, pero sí inciden en el proceso electoral y en las campañas”, de ahí la importancia que los sondeos han alcanzado, lo que los ha convertido en un medio de hacer propaganda, a pesar de que muchos pronósticos electorales en el 2016, hayan fracasado más que estrepitosamente.

Analistas y estudiosos han tratado de explicar el porqué de la diferencia entre las proyecciones y los resultados finales.

En primer lugar, se debe considerar que la demoscopia no es una ciencia, sino el estudio de las opiniones, aficiones y comportamiento humanos mediante sondeos, por lo que sus resultados son falibles debido a variables como errores en el muestreo; el método aplicado para obtener las respuestas; la fecha y tamaño de la muestra; no tomar en cuenta a los indecisos; votantes de última hora o el voto vergonzante y especialmente no comprender que los humanos somos individuos, no robots.

La compañía californiana Questionpro fundada en 2005 -con más de 2.5 millones de usuarios y clientes en más de 100 países-, asegura que “las encuestas electorales no determinan la elección. Contrario a lo que muchos creen, las encuestas electorales nos dan solo una idea de lo que podría pasar el día de la elección; sin embargo, con un tamaño de la muestra lo suficientemente grande, las encuestas electorales pueden llegar a ser definitivas”.

Señala también que el margen de error en las encuestas electorales ocurre debido a errores de muestreo, cobertura, medición y falta de respuesta y puntualiza que es importante que las encuestas electorales tengan continuidad. “Hay que recordar que los periodos de campaña son largos, por lo que diversas encuestas durante este periodo marcarán las tendencias y patrones de los encuestados y nos permitirá conocer más a fondo todo el panorama político”.

Finalmente, no hay que olvidar dos proverbios fundamentales. Primero, la frase que el periodista y crítico francés André Thérive atribuyó a Anatole France, poeta, novelista y ensayista, a quien en 1921 le fue concedido el Premio Nobel de Literatura: “En politique, il n’y a pas de traîtres; il n’y a que des perdants” (En política, no hay traidores, solo perdedores).

La segunda -y muy ad hoc con el tema-, forma parte de la terminología cotidiana de quienes se dedican profesionalmente a los sondeos: los ganadores de las encuestas podrían ser los perdedores en las elecciones.

Por ello bien harían los amantes de las encuestas propagandísticas a favor de López Obrador en bajarle unas cuantas rayitas a sus “mediciones”, y poner los pies en la tierra, para palpar la realidad de la geografía electoral. No vaya siendo que…

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