El debate fue menos palomero de lo esperado, es lo que hay

El Tercer Debate Presidencial no tuvo sorpresas ni momentos brillantes que apantallaran a los espectadores en los medios tradicionales y las redes sociales.

El formato hizo un esfuerzo por meter a los candidatos al terreno de las propuestas pero se quedaron a medias, porque la intención de los participantes era la de darle coscorrones a sus adversarios.

Para variar uno de los tres conductores habló más que los candidatos y hasta teorizó a ratos mientras sus compañeras se alzaban de hombros, ya qué.

 

Andrés Manuel López Obrador se la pasó haciendo caras y gestos. Parecer que algo le molestaba. Anaya lo agarró en curva con el tema del empresario Juan Manuel Rioboó. En realidad el tabasqueño no hizo planteamientos nuevos, salvo que no meterá a la cárcel ni a Anaya. AMLO se estacionó en el mundo maravilloso que fabrican las encuestadoras y ya no hizo esfuerzos para convencer. Por eso aquello de «yo no tengo la culpa de estar 30 por ciento arriba…». Hasta en el speech del final le faltó más baaax, como dicen por ahí.

Ricardo Anaya hizo un gran esfuerzo para mantener el uno dos -swing como dirían los boxeadores- aprovechando al máximo sus dotes de buen tribuno. El problema es que sigue victimizándose, tirándose al piso, pues. Siguió en la tónica de que Meade es una «mosquita muerta», lo que nos recordó el número de Pancho Labastida. Y todo para que al final el tabasqueño se despidiera de todos menos de uno, del queretano.

José Antonio Meade se le vio bien en los terrenos económicos que domina, pero siguió tropezando con el manejo de verse como rudo, como para acabar a toda costa con Anaya. Es una fase de su personalidad que no va con su temperamento, pero tiene que hacerle caso a sus estrategas. Por eso cuando habla de la película de terror que sería la gestión de ya saben quién, le falta uno poco más de dramatismo. Lo cierto es que ya se notó el cambio de equipo.

Jaime Rodríguez, el Bronco, hizo su papel. Sabe que no llegará muy lejos y cumplió con decir que con quitarle el presupuesto a los partidos -12 mil millones de pesos- podrían destinarse a proyectos que ayuden a la gente y no a la burocracia política. Los regios deben irse preparando para el retorno del rey.

La nota sorprendente fue la de Reforma que dio un giro radical pues de darle en los debates anteriores el triunfo a López Obrador, ahora se lo dio a Ricardo Anaya, con 37 puntos de diferencia. Y de un día para otro el gran perdedor es ya saben quién. ¿Se estarán curando en salud? Todo un caso para la araña.

El tercer debate aportó poco, a ratos hasta aburrido. Seguro que los electores ya decidieron su voto, incluidos los que siempre han asumido que el voto es secreto.

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