Estrategia de combate a la delincuencia más que plan de pacificación

Por Avelino Granados, periodista.

Desde que estaba en campaña hasta estos días en que está por asumir la Presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador prometió que logrará la “pacificación” del país mediante un plan que aún no tiene forma, que aún no existe y que se establecerá después de realizar ciertas consultas.

Habla de pacificar a un México que pareciera estar en guerra, porque sólo así se entiende el término de pacificación. Tal parece que en lugar de delincuentes, de cárteles de la droga, de capos del narcotráfico, de bandas de secuestradores, etc., se hablara de tratar con organizaciones guerrilleras, con agrupaciones contrarias al gobierno. Y no es así.

México no es Colombia, ni vive una situación similar a la que en su momento vivió Nicaragua o el Salvador, por ejemplo, donde se luchó y se negoció incluso con agrupaciones como Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN); Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN); Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) o Ejército de Liberación Nacional (ELN), respectivamente.

Se trataba –y se trata- en aquellos casos, de agrupaciones guerrilleras que tenían un objetivo o un ideal, sustentado en la idea de derribar al gobierno en turno y luchar, a base de ideologías marxistas y socialistas, contra el imperialismo yanqui. Eran agrupaciones con estructura, con reconocimiento y, lo más importante, con quienes sí fue posible entrar en un proceso de negociación.

Claro que en México si existen agrupaciones de ese tipo; ahí están el Ejército Popular Revolucionario (EPR), el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), el Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI), el Comité Clandestino Revolucionario de los Pobres-Comando Justiciero 28 de Junio (CCRP-CJ28J) y el Ejército Villista Revolucionario del Pueblo (EVRP); pero ellos no son la causa de la inseguridad, de la violencia que azota nuestro país. Ese es otro tema y requiere de otra estrategia.

A diferencia de esos países, México se encuentra sumido en una espiral de violencia vinculada al narcotráfico, a los cárteles de la droga que han extendido sus tentáculos hacia otros delitos como el secuestro, la extorsión, el robo de hidrocarburos y los asaltos en carreteras, entre otros. Este es el centro neurálgico de la violencia.

Y, a diferencia de las agrupaciones mencionadas, la delincuencia no tiene rostro. El gobierno, entonces, no tiene la posibilidad de le dialogar y mucho menos de “negociar” con ellos. Con la delincuencia organizada no se dialoga, a ella se le combate.

El plan de “pacificación” del gobierno entrante, que al parecer aún está en ciernes, incluye una polémica ley de amnistía para perdonar a los bajos rangos del mundo criminal, reducir condenas a quienes den información que permita capturar a los capos y despenalizar la marihuana y la amapola.

Y para aterrizar esta propuesta, los futuros responsables de la seguridad del país lanzarán primero una convocatoria que convocará a organismos internacionales para que participen en foros donde se discuta el programa de seguridad. Se trata de una invitación a organismos, personalidades, defensores de derechos humanos, líderes religiosos -incluida una polémica y reiterada invitación al Papa Francisco-, políticos y sociedad civil nacional e internacional. Derivado de esos resultados y de la opinión de esas voces, se implementará el plan de acción.

Y mientras tanto ¿qué?, pediremos a la delincuencia organizada “un tiempo fuera”, mientras se organiza el gobierno federal?

De ser así se estaría hablando de una posible negociación pero, me pregunto, ¿con quién? Sabemos que esta es la parte difícil a la que se enfrentan las corporaciones policiales como la Policía Federal. Es decir, mientras que las bandas delincuenciales conocen e identifican claramente a las instituciones de seguridad, ellas, reitero, no tienen rostro.

Ante esta situación la pregunta es: ¿cómo es posible asumir la conducción del país sin un plan claro y establecido para combatir a los cárteles y sus capos? Ante la fallida estrategia del combate a la delincuencia del gobierno saliente -tan criticada por los integrantes del gobierno entrante-, éste ¿no debería entonces de contar ya con un plan de acción para enfrentar a los criminales?

¿Por qué el temor de decir las cosas por su nombre? Y ¿por qué la insistencia de hablar de pacificación y no de combate a la delincuencia?

Es pregunta.

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