Autonomías bajo presión; ¿hay gatito encerrado?

En política no existen las casualidades. Esto viene a cuento por la extraña coincidencia en la que distintas instituciones ha sido sometidas a fuertes presiones y amenazas, en las que el punto en común es nada más y nada menos que su autonomía.

Los eventos más cercanos involucraron a instituciones de mucho respeto, pero que fueron empujadas al plano mediático por efecto de eventos fuera de su radar, lo que hace pensar que no fue la casualidad la que los llevó a formar parte de la nota.

La UNAM, el Banxico, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, así como organismos como el INAI, sin excluir a las fiscalías en ciernes, han sido objeto de ataques de distinto calibre pero que apuntan a lo que es su principal fortaleza y escudo, la autonomía institucional. Parece que hay gatito encerrado, diría Betito Vieyra.

Vamos por partes.

Uno. El episodio más reciente fue el que sin deberla ni temerla hizo ver al Banco de México como el personaje malo de la película gacha.

Seguramente Agustín Carstens nunca imaginó que una película en la que el Banxico aparece de villano llegaría a la cartelera sexenal. El caso es que la advertencia de que si algo malo le ocurre al país en las variables macroeconómicas, la culpa sería del Banco de México y no del gobierno, hizo ver a la institución como algo que no es.

Como usted y como yo, muchos especialistas se quedaron sorprendidos de la afirmación, pues aunque sabemos que #YaSabenQuién tiene sus propias cifras, el bajo crecimiento económico, mediocre como critican los más duros, es harina de otro costal, es decir que el Banco de México no es un producto marca Acme.

Un interesante texto de Víctor Piz bajo el título Amenazas al Banxico y a su autonomía (El Financiero 19-09-2018), aclara de entrada que si la economía de México estuviera en bancarrota, como se afirmó, “no tendría la calificación de grado de inversión con perspectiva estable que le asignan las calificadoras Estándar & Poor´s, Fitch Ratings y Moody´s. Las evaluaciones de las calificadoras finalmente coinciden en que los riesgos para la economía, tanto de la renegociación del TLCAN y la elección presidencial, estaban limitados.

Qué pasó entonces. Por qué se descalifica de manera adelantada la política monetaria para deslindar al gobierno, es una pregunta. Agustin Carstens ya se fue y en los próximos tres años, el gobierno nombrará a tres de los cinco miembros del Consejo del Banxico. Imaginen lo que viene.

El primero en irse será Manuel Ramos Francia -en diciembre próximo- y por ello parece que el mensaje es que quien llegue tendrá que alinearse. Todo esto ocurre en un contexto en el que se presume el respeto a la autonomía.

Parece que la idea de los asesores de YaSabenQuién es 1) aquí sólo mis chicharrones truenan y 2) darle al banco central una tarea dual, es decir, hacerlo responsable del crecimiento económico del país y no sólo del control de la inflación.

Al Banxico ni siquiera le valió ponerse con la nueva serie de billetes que van a tono con el nuevo gobierno, que implicó sacar a Juárez de los billetes de 20 y plasmarlo en los de 500. De haber sabido.

Dos. La violencia que desataron porros en contra de alumnos del CCH Azcapotzalco de la UNAM –condenable como se quiera ver y que confirma que sigue tolerándose a los grupos de choque- coincidió con la cercanía de los 50 años de la masacre estudiantil de 1968. Pero lo más notable es que una de las demandas que apareció de pronto, como salida de la manga del mago, fue la exigencia de la renuncia del rector Enrique Graue.

Junto a la indignación de los universitarios por la violencia de los porros –grupos que existen porque hay quien los financia- y los reclamos de mayor seguridad, hubo quien aprovechó el río revuelto para presionar a Graue para que renunciara. Se publicaron desplegados por reconocidos académicos que están hoy muy cerca del poder del nuevo gobierno, se acusó a ex rectores de ser la mano que mecen la cuna, en fin. Hasta que vino una reunión entre Graue y el presidente electo los detractores del rector le bajaron dos rayitas a su anticampaña. Luego vino una reunión de Graue en la que firmó el pliego petitorio de los universitarios. Y todo eso le bajó presión a la olla.

Tres. La Suprema Corte de Justicia de la Nación es nuestro máximo tribunal y representa a uno de los tres poderes en que se sustenta la estructura Constitucional de México.

Pero hoy es una de las instituciones bajo presión del nuevo gobierno, so pretexto de ser una burbuja de privilegiados.

Desde las campañas #YaSabenQuién acusó a los ministros de la Corte de ser los alcahuetes de la mafia del poder y de ahí no los ha bajado. Y hoy desde el Congreso, un día sí y otro también, hacen el uno-dos y los hacen ver como los servidores públicos que no aceptan vestirse con la túnica de la austeridad republicana.

Pero esto no queda en las rudas criticas a los ahorros que están dispuestos a hacer en la Corte para reducir el gasto del próximo año. Una de ls puntillas sería sin duda la eventual creación de un Tribunal Constitucional –al estilo europeo- que eliminaría el Consejo de la Judicatura y le quitaría a la Suprema Corte la atribución de encargarse de las controversias constitucionales.

Los ministros de la Corte se defienden, pero en el fondo la preocupación es si la animadversión será tan grande como para quebrantar el pilar de la justicia en México.

Zaldivar en campaña

Pero eso no es todo. El 1 de enero de 2019 la Corte tendrá que elegir nuevo presidente. Y todo mundo sabe que el ministro Arturo Zaldivar Lelo de Larrea está en campaña y busca afanosamente sacarse la espina de hace unos años cuando compitió y perdió ante Luis María Aguilar.

Este proceso no queda exento de presiones. El próximo 19 de diciembre concluye el periodo de José Ramón Cossío y si este espacio quedara vacante para las primeras horas de enero, cualquier votación podría quedar empatada porque serían 10 y no 11 los ministros con derecho a voto, como ocurrió en 2015.

Pero Arturo Zaldivar, el queretano propuesto en su momento como ministro de la Corte por Felipe Calderón, no va solo. También están en la línea sucesoria Jorge Mario Pardo Rebolledo, Alberto Pérez Dayán, Norma Piña y Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena.

Lo que presume Zaldivar es su cercanía con Olga Sánchez Cordero, la ex ministra y secretaria de Gobernación. Su discurso está en sintonía con el del nuevo gobierno pues asegura que las pasadas elecciones reflejaron “un profundo descontento social, que mostraron un desprestigio generalizado de las instituciones” y mucho de esa “frustración social” se dirigió a la Corte, al Poder Judicial. Claro que hubo quién ayudó acusándolos de alcahuetes de la mafia del poder.

Propone que los juzgadores hagan una profunda labor de autocrítica, como si no la hicieran.

Ya en prospectiva plantea que deben pasar al nivel de lo que falta por hacer y así lo resume: “debemos acusar recibo de los mensajes de las urnas, acabar con los privilegios y la corrupción, pacificar al país y erradicar las desigualdades”.

Se dice fácil y más en campaña. Aplausos.

Por lo que se aprecia las presiones no terminarán mañana, el problema es que contrario a la voluntad de fortalecer la autonomía de las instituciones, parece que la idea es moldearlas a los nuevos intereses.

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