El movimiento estudiantil del 68; 50 años después… análisis de Carlos Ramírez (1, 2, 3 y 4 partes)

Indicador Político

El 68 (1): 50 años después el dinosaurio priísta sigue aquí

El movimiento estudiantil del 68 se ha convertido en un mito genial: mientras sobrevivientes y disidentes priístas en el poder quieren convertirlo en el factor de alternancias electorales, la realidad indica que el sistema político priísta logró autorreformarse para sobrevivir a pesar del 68.

El movimiento estudiantil, poco popular y capitalino fue aplastado el 2 de octubre y se disolvió el 4 de diciembre cuando los estudiantes regresaron a clases. A partir de 1969 el sistema político priísta se salió de la ruta autoritaria del presidente Díaz Ordaz y emprendió una reforma política en cámara lenta hasta la alternancia del 2000, aunque la ilusión duró poco porque PAN 2000-2012, PRI 2012-2018 y ahora Morena 2018-2024 son parte del mismo modelo de sistema político.

Así que en la real politik no hay nada que celebrar, sino reconocer la capacidad autopoiética del sistema político priísta para reformarse por  mismo. El panismo de Fox y Calderón y ahora el morenismo de López Obrador son parte del sistema político priísta.

El movimiento estudiantil –22 de julio-4 de diciembre– fue una respuesta de resistenciapolítica de grupos estudiantiles reprimidos por granaderos. Su capacidad de organización fue asambleísta y multitudinaria, los grupos radicales querían arrodillar al poder y no exigir una reforma realmente democrática, la dirigencia del Consejo Nacional de Huelga se extravió en una hidra de mil cabezas incapaz de tomar una decisión coherente y carecióde un pensamiento estratégico revolucionario o reformador.

Lo más que puede rescatarse del Movimiento Estudiantil del 68 es la advertencia al sistema político de que el autoritarismo iba a derivar en una gran ruptura violenta. La capacidad autopoiética del sistema logró neutralizar el potencial revolucionario, así como destruyó la posibilidad reformadora del EZLN en 1994. El gran truco del PRI ha radicado en optar por la reforma política, pero no para construir una república sino para permanecer como estructura de dominación.

El proceso de reforma del PRI fue estudiado por el politólogo Samuel Huntington para definir el método reformista de la dialéctica gobernabilidad-ingobernabilidad: los sistemas políticos resisten el cambio hasta llegar al punto en que las grandes demandas sociales son mayores a las pequeñas ofertas institucionales y la estabilidad deriva en violencia. O el modelo jurásico de Michael Crichton en Parque Jurásico en que ciertas sociedades complejas llegan a la orilla del caos sin dar el paso final y se reorganizan para sobrevivir.

El pliego petitorio de seis puntos puede interpretarse como una demanda de democracia sin autoritarismo, pero los estudiantes se ahogaron en la protesta y escalaron la provocación el 2 de octubre cuando ya estaba instalada la mesa de negociación. Los líderes fueron reprimidos, torturados, encarcelados, liberados, exiliados e incorporados al sistema de forma directa o indirecta. Sólo Heberto Castillo dio el paso a un nuevo partido tipo leninista, pero en 1988 fue anulado con la candidatura del priísta Cuauhtémoc Cárdenas y los líderes quedaron atrapados en el PRD de la Corriente Democrática del PRI.

El 68 que será exaltado en estos días no será, ni con mucho esfuerzo de interpretación, el del espíritu libre de las marchas con posibilidad democratizadora. El Movimiento de Renovación Nacional de López Obrador, como el PRD en 1989, es hijo del PRI y su proyecto de transformación es la reactivación de los planes políticos priístas de Lázaro Cárdenas –trasformó el PNR en PRM– y de Luis Echeverría. El sistema político tuvo la habilidad de transformarse para seguir igual: los gobiernos opositores de Fox, Calderón y ahora López Obrador son de alternancia de élites dirigentes, no de alternativa de sistema/régimen/Estado.

Si alguna duda había, al final la realidad impone sus circunstancias: la sociedad mexicana –decía el crítico Luis Javier Garrido– es priísta hasta demostrar lo contrario. El pasado 1 de julio el voto del 52% de los mexicanos reconstruyó las dos piezas clave del viejo sistema político priísta –Daniel Cosío Villegas en El sistema político mexicano de 1972–: el presidente de la república y el partido con el fortalecimiento de mayoría absoluta para ambas instituciones, alejando el equilibrio democrático de los contrapesos de poder. A través de López Obrador y Morena el votante regresó el reloj político a 1982 cuando el presidente de la república y el PRI tenían mayoría aplastante.

Así que sólo los priístas de corazón tienen razones para celebrar el 68 institucional.

Política para dummies: La política es el esfuerzo de disfrazar la realidad con deseos.

http://indicadorpolitico.mx

[email protected]

@carlosramirezh

El 68 (2): Barros Sierra quería a Martínez Manautou como candidato

A la vuelta de 50 años, la gran pregunta no respondida sobre el 68 estudiantil se puede plantear así: ¿por qué el rector Javier Barros Sierra, priísta, lideró la protesta juvenil? Es cierto que el ingreso de fuerzas de seguridad en instalaciones universitarias y el bazucazo a la Prepa 1 fueron un exceso, pero la política es la administración de las desproporciones.

La relación Díaz Ordaz-Barros Sierra no ha sido estudiada. Si la sucesión presidencial de 1970 se perfilaba en 1968, el rector Barros Sierra –que había perdido la candidatura priísta en 1963 ante Díaz Ordaz– potenció el conflicto para desbarrancar a Luis Echeverría, secretario de Gobernación, como candidato e impulsar al precandidato de los universitarios: Emilio Martínez Manautou, secretario de la Presidencia.

En el sitio El 68 en Indicador Político se presentan varios puntos oscuros del movimiento estudiantil. Díaz Ordaz aceptó en 1966 que la junta de gobierno designara a Barros Sierra como rector después de la humillación al rector Ignacio Chávez por grupos de porrospriístas encabezado por Leopoldo Sánchez Duarte, hijo del entonces gobernador Leopoldo Sánchez Celis.

Los órganos de dirección de la UNAM eran priístas, aunque con presencia universitaria. Díaz Ordaz había aceptado a Barros Sierra como una forma de superar ambos la crisis sucesoria de 1963.

Cuando ocurrió la radicalización autoritaria del movimiento estudiantil del 68 en la tercera semana de julio, Barros Sierra tuvo dos opciones: operar como espacio de distensión de la UNAM con el Estado para evitar más violencia o liderar la protesta como rector. El punto clave estuvo en el hecho de que el rector de la UNAM nunca ha sido una autoridad realmente autónoma y siempre ha jugado un papel estabilizador estudiantil dentro del sistema político priísta. De haber usado su fuerza institucional ante el presidente de la república y el secretario de Gobernación, la crisis nunca se hubiera desencadenado. Barros Sierra tampoco utilizó su experiencia priísta en lucha por candidaturas presidenciales para negociar con Luis Echeverría, secretario de Gobernación y precandidato presidencial.

El liderazgo de Barros Sierra del movimiento estudiantil lo puso de frente con el precandidato Echeverría. Su gran error fue el 1 de agosto: anunció que con la invasión de policías y militares a instalaciones universitarias había muerto la autonomía e izó a mediaasta la bandera nacional en Ciudad Universitaria todavía sin muertos. Con ambas decisiones, el conflicto se polarizó entre la autoridad y los estudiantes. Sólo hasta comienzos de octubre aceptó Barros Sierra mediar en el conflicto y facilitar un diálogo entre gobierno y estudiantes, pero fue demasiado tarde.

Nadie puede discutir la figura de Barros Sierra como el héroe civil del 68 por su defensa y liderazgo estudiantil, pero dejó al conflicto sin un espacio de despresurización política y lo metió en la disputa por la candidatura presidencial de 1970. Al encabezar las marchas de protesta, Barros Sierra se convirtió en un adversario del gobierno. Lo malo, sin embargo, era que la estructura de la rectoría no le alcanzaba a su titular para conducir una protesta callejera y sabedores todos que en ese problema se iba a dirimir la sucesión presidencial.

Barros Sierra siempre supo de los conflictos inherentes a los procesos de designación del candidato oficial. La ruptura política de Barros Sierra con Díaz Ordaz por la candidatura presidencial de 1964 fue el factor no visible –pero dominante— del choque Díaz Ordaz-Barros Sierra en julio y agosto de 1968 ante la candidatura presidencial de 1970. Barros Sierra apostó fuerte… y perdió, aunque embarcó a la UNAM en un conflicto contra el Estado.

Barros Sierra tenía su propio candidato presidencial. Si como dicen Echeverría fue el factor detonante en el escalamiento de la crisis, Barros Sierra cayó en las trampas del sistema. Es probable que el rector haya supuesto que el estallamiento del conflicto hubiera terminado con las aspiraciones de Echeverría y entonces el candidato presidencial de los universitarios, el secretario de la Presidencia, Emilio Martínez Manautou, hubiera ganado la nominación priísta para 1970-1976. A pesar de la salida violenta, Echeverría ganó la candidatura.

El juego sucesorio priísta de Barros Sierra en el 68 sigue oculto.

Política para dummies: La política es el juego de poder, pero sólo cuando los contendientes así lo entienden; si no, es guerra fratricida.

http://indicadorpolitico.mx

[email protected]

@carlosramirezh

El 68 (3). Revueltas: disputa por la educación y desenajenación

Abrumados por el descubrimiento de su potencialidad revolucionaria, los estudiantes del movimiento del 68 ganaron las calles con gritos por la libertad, contra el autoritarismo y por la revolución. Sólo una voz no atendida fijó la realidad: las revoluciones las hacen los proletarios, no los estudiantes.

José Revueltas es la figura ausente en los recordatorios del cincuentenario del 68, a pesar de que fue acusado de ser el autor intelectual de la protesta. Marxista, expulsado dos veces del Partido Comunista y escritor de novelas sobre la crisis existencial de los comunistas, Revueltas se encontró de frente con el movimiento: en julio renunció a su empleo de redactor cultural del Comité Olímpico Mexicano y se fue a vivir de manera literal a Ciudad Universitaria.

Otro personaje también protegido por la comunidad político-priísta de Derecho de la UNAM, el entonces juez de consigna Eduardo Ferrer MacGregor (Jacinto Rodríguez Mungíajuzgó a Revueltas y le finco tres delitos: daños a propiedad privada, ofensas al presidente de la república –le dijo Tlacatecatl, jefe guerrero– y llamado a los estudiantes a la autosugestión universitaria –era, en realidad, autogestión–. El juez lo refundió en la cárcel y salió libre con la amnistía limitada del presidente Echeverría.

Frente al entusiasmo revolucionario del Consejo Nacional de Huelga, Revueltas se cansóde afirmar que la función política de los estudiantes no estaba en la tarea imposible de estallar una revolución por si mismos. Los trabajadores debían de apropiarse de los medios de producción, en tanto que los estudiantes, vía la autogestión universitaria, debían de convertir la educación para que dejara de ser un medio de opresión.

La UNAM en 1968 era la proveedora de los cuadros letrados del Estado priísta. Un dato: la Escuela de Ciencias Políticas y Sociales capacitaba estudiantes para la administración pública. El marxismo alentado por el efecto en México de la revolución cubana trastocó el pensamiento educativo en la UNAM porque introdujo doctrinas contrarias al capitalismo mexicano de Estado. A eso se referían los funcionarios diazordacistas cuando hablaban de doctrinas exóticas.

Ahí se localiza alguna interpretación que se hace del liderazgo del rector Javier Barros Sierra del movimiento: evitar su radicalización socialista, impedir reformas a los programas de estudio y frenar el arribo de radicales a los órganos de dirección de rectoría y escuelas y facultades.

La propuesta de Revueltas era, en sí misma, revolucionaria: transformar la educación en un factor de liberación de conciencias y sacar a los jóvenes del pensamiento histórico del sistema político priísta. El concepto usado fue de enorme significación: desenajenar a la juventud de la educación institucional oficial como aparato ideológico del Estado priísta.

El sistema ideológico priísta ha sido un factor de enajenación del ciudadano. De nuevo la cita de Luis Javier Garrido: “en México todos somos priístas hasta demostrar lo contrario”. La educación –pensamiento histórico, libros de texto gratuito y programas de estudio en todos los niveles– cincelan la conciencia y el inconsciente del mexicano.

Para Revueltas –como lo explicó en 1958 en México; una democracia bárbara”– la ideología oficial era un mecanismo de mistificación del poder y de construcción de una falsaconciencia. Por eso los estudiantes privilegiaron el Grito de Independencia que ha sido falsificado por el pensamiento histórico priísta. La modificación de la conciencia oficial no estaba en una revolución imposible sin ideología revolucionaria, sino en la modificaciónde los supuestos educativos del pensamiento oficial. Por ello, la revolución de los estudiantes estaba en la revolución de la educación vía programas de estudio para vincularla a la realidad social y no a la consolidación de la República priísta.

Revueltas está a la espera de un reconocimiento, no un homenaje. Y sus propuestas de autogestión educativa siguen siendo el eje de una verdadera revolución de conciencias para el cambio.

Política para dummies: La política es la lucha por la conciencia.

http://indicadorpolitico.mx

[email protected]

@carlosramirezh

El 68 (4): Muñoz Ledo justificó a Díaz Ordaz; hoy en Morena

El Porfirio Muñoz Ledo que presidirá mañana 2 de octubre de 2018 la ceremonia de recordatorio del Movimiento Estudiantil del 68 es el mismo Porfirio Muñoz Ledo que justificó la represión y apoyó incondicionalmente al presidente Díaz Ordaz por Tlatelolco

En 1969, como una de las estrellas nacientes en el horizonte del PRI y jilguero político de Díaz Ordaz y Luis Echeverría, Muñoz Ledo dijo que la represión en Tlatelolco fue un acto de “madurez revolucionaria” del Estado y una decisión política para imponer la “supremacía del poder político”. Desde dos tribunas, Muñoz Ledo exaltó hasta las lágrimas a Díaz Ordaz por su informe de 1969 en el que asumió la responsabilidad de las decisiones de poder de 1968.

Los textos de los dos discursos de elogio impúdico, desmedido e infame a Díaz Ordaz (www.indicadorpolitico.com.mx/docs/index5.php) quedaron en el muro de la ignominia del PRI represor:

“Hemos vivido una de las coyunturas más cargadas de sentido dentro de nuestra historia contemporánea (el 68): momento que separaba y que ha vinculado finalmente tres decenios de desarrollo con los tres que le faltan a la revolución para cumplir su obra durante este siglo.

“Al cabo de un prolongado periodo de crecimiento, fuerzas e intereses ajenos a la voluntad del pueblo pretendieron divorciarlo de las instituciones de la República y los más antiguos trasfondos reaccionarios vinieron a condensarse en la idea de que el deber más imperioso para los mexicanos es disminuir la autoridad del Estado e inventar un nuevo régimen constitucional.

“Hoy, en pocos países como el nuestro, los jóvenes encuentran mejores posibilidades de identificación y de servicio dentro de la sociedad civil. En muy pocos podría escucharse verazmente la promesa que formuló aquí, hace casi dos lustros, el actual jefe de nuestra nación cuando afirmó que a sus contemporáneos correspondía ser el macizo puente por el que habrían de pasar las nuevas generaciones para hacerse cargo de sus responsabilidades con la patria.

“En todo el mundo existe la convicción de que los últimos movimientos de rebeldía y de protesta han dejado como secuela inmediata el aumento de poder de los enemigos del cambio social. Con la más estricta objetividad podemos afirmar que los conflictos sociales que tuvieron lugar en México y que llegaron a poner en peligro la paz pública no dejaron como saldo el más mínimo incremento de poder o de influencia en favor de quienes se oponen a la transformación acelerada y a la autonomía del país.

“El Jefe del Estado mexicano ha puesto en este informe (el V) especial acento a los actos de su administración que atestiguan la posición soberana de México frente al exterior y que propician vías de desarrollo económico cada vez más independientes

“Díaz Ordaz dijo, reiteradamente, que ninguna presión obligaría al gobierno a “mediatizar la soberanía de la nación” y, podernos añadir con justicia, que no permitió tampoco que se deteriorara la autoridad que el Estado ejerce sobre los intereses particulares que componen la comunidad mexicana. Con esta intención ha dicho que “ningún grupo, ningún sector, ninguna clase tiene el derecho de imponerse a los demás. La voluntad mayoritaria del pueblo mexicano es la que decide”. En ejercicio de ese mandato, el Poder Ejecutivo tomó sus decisiones y la responsabilidad que asume, es —al mismo tiempo— la reafirmación de la soberanía externa del Estado y de la supremacía del poder público en el interior del país.

“Como miembro de este partido (el PRI) y como mexicano que confía honestamente en el destino de la nueva generación, nada me ha conmovido más hondamente en el texto del V Informe que el valor moral y la lucidez histórica con que el Presidente de México reitera su confianza en la “limpieza de ánimo y en la pasión de justicia de los jóvenes mexicanos”.

“Nuestra Revolución Nacional es obra de sucesivas generaciones (…). Por eso nos dolemos ante la expectativa de que nuestros jóvenes naufraguen en la desilusión o frustren sus empeños por no poder o no querer descifrar las estructuras de la civilización que están llamados a transformar”.

-0-

Política para dummies: La política es, se repite, el arte de la memoria.

http://indicadorpolitico.mx

[email protected]

@carlosramirezh

Add a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *