POLICÍA FEDERAL; NO ES JUSTO

Por Avelino Granados, periodista especializado en seguridad.

Hablar de justicia no es cosa fácil; decir qué es justo y qué no es justo, tampoco lo es. Es indispensable tener el conocimiento real de las cosas para atreverse a decir sin lugar a dudas que algo no es justo. Por ejemplo, no es justo desaparecer de un plumazo tras descalificar y denostar sin sustento a una Policía Federal que ha demostrado con hechos ser una de las corporaciones dedicadas a la seguridad pública más preparadas con las que cuenta nuestro país.

No es justo hablar de desaparecer a una corporación con años de trabajo desde su creación como Policía Federal Preventiva (PFP) el 4 de enero de 1991, que vino a sumarse a la experiencia acumulada de la otrora Policía Federal de Caminos creada en los años 30, con lo que le dan un total de 90 años de ejercicio; 90 años que recientemente fueron festejados en grande por las autoridades del gobierno saliente.

No es justo por tanto, subestimar el trabajo de los 38 mil elementos federales que desde sus respectivas trincheras, ya sea en el área administrativa, en trabajos de investigación de gabinete y, claro, en las investigaciones de campo, en la calle, día a día dan lo mejor de sí para ponerse de parte del “pueblo bueno”, para cuidarlo, para servirlo y protegerlo, como reza la letra de su himno.

Si bien es cierto que han sido pocas las voces que han defendido en los últimos días a esta noble institución, el que esto escribe tal vez no sea una pluma sagrada como los hay tantos, tal vez no sea un líder de opinión como los hay también en los medios de comunicación, pero sí se atreve a decir que habla con conocimiento de causa.

Este periodista asegura a ciencia cierta que esas frases que resalta el Himno de la Policía Federal no constituyen un lugar común, ni son parte de un discurso retórico. Son la razón de ser de la mayoría de policías federales que hacen su trabajo con mucho gusto y orgullo, conscientes del riesgo que ello les conlleva.

Que hay corrupción, no lo puedo negar. Que hay elementos federales corruptos, claro que los hay; pero me atrevo a decir que son los menos. Y claro que estoy de acuerdo con la mayoría de la sociedad que reprueba la corrupción. A los corruptos hay que sacarlos; es mas, hay que enjuiciarlos y castigarlos; pero, como digo, son los menos, por lo que, desaparecer toda una Institución con ese argumento, no es la mejor forma de solución.

Y no es la voz retórica de un alto mando el que dice esto. Es la experiencia de quién ha tenido la fortuna de servir a la sociedad y a nuestro país a través de varios lustros de trabajo en diferentes áreas de esta noble corporación.

Tal vez aquellas voces que se atreven a decir que la Policía Federal “… está en un grave proceso de descomposición…” nunca han visto la mirada agradecida de una víctima de secuestro en el momento de que abraza con desesperación al o a la policía que la rescató; ni el llanto de los familiares agradecidos cuando se les entrega a su hija o hijo rescatado después de varios días de cautiverio. Tal vez nunca han llegado e escuchar decir a sus compañero que con el abrazo sentido, el saludo sincero y el llanto de felicidad de una madre o padre de una víctima rescatada, se dan por bien servidos.

Tal vez nunca han vivido la situación de un día por la mañana saludar a un amigo y compañero de trabajo, y por la tarde o al día siguiente enterarse de que éste fue abatido, muerto, más claramente, cuando fue a investigar un caso de extorsión o haciendo una “20”, como se le dice en el argot policial a una investigación, y seguir como si nada con las labores encomendadas, consciente de que ese es el riesgo que se corre en este trabajo por demás ingrato, pero gratificante.

Casos como los arriba señalados son comunes en las diferentes áreas que integran a la Policía Federal. Las voces detractoras tampoco han sido testigos de la dedicación de quienes laboran en alguna de las siete Divisiones la conforman y que cada lunes forman por la mañana para escuchar los himnos Nacional y el de la Policía Federal, reafirmando así el espíritu de cuerpo tan arraigado y necesario en este trabajo cotidiano

No es justo, por tanto, denostar a policías comprometidos con su trabajo, muchos de los cuales se han ganado un grado policial gracias a muchos años de esfuerzo, de experiencia acumulada que los enorgullece, que los cobija y que los anima a seguir trabajando para bien de la sociedad.

La mayoría de ellos, gente buena, noble, profesional, con familias que mantener; todos dedicados a la noble labor de servir y proteger a la sociedad con diversas actividades en contra de la delincuencia, con la esperanza de lograr un México más seguro y más justo.

Y así es su vida laboral, unos en acciones de disuasión, otros dando seguridad en las carreteras; otros, los más cercanos al que esto escribe, realizando labores de investigación e inteligencia, haciendo vigilancias fijas y móviles para localizar a delincuentes, para saber dónde se ubica el grupo de secuestradores que tienen en cautiverio a una o varias víctimas, por ejemplo, y, para, en el momento preciso, organizar el operativo con el fin de liberarlas y detener a los secuestradores. Y eso, se hace diario; nadie los ve, pero ahí están, arriesgando la vida, como si fuera algo común y corriente. Insisto, son gente buena que trabaja para proteger “al pueblo bueno”, por eso digo con tristeza y coraje, no es justo.

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