El fallido operativo de Culiacán y los galimatías en la estrategia de seguridad (Parte II y última)

Por Avelino Granados, periodista especializado en temas de seguridad.

Desde que la entonces senadora Olga Sánchez Cordero intentó en noviembre del año pasado explicar con un galimatías que la Guardia Nacional no tendría militares en sus filas, hasta la fecha, el Gobierno Federal no ha podido explicar su plan de seguridad -que insiste en llamar plan de pacificación como si el país se encontrara en guerra-, y cuya carencia de estrategia vino a evidenciarse después del fallido operativo de Culiacán y la masacre de Bavispe, Sonora, en contra de la familia LeBarón que dejó nueve muertos,  de ellos, tres mujeres y seis niños.

Esos hechos son dos ejemplos emblemáticos de la situación de inseguridad e impunidad que se vive en el país, donde el crimen organizado opera sin el menor recato, al parecer, solapado por el Gobierno Federal, cuya inacción ha llevado al empoderamiento de las organizaciones criminales. La respuesta oficial ante el cada vez más numeroso clamor social –al cual también se ha sumado Estados Unidos- para que se responda a los embates de la delincuencia, es la total parálisis operativa, abonada con discursos y confusa palabrería.

Y la confusión sobre el tema de seguridad la inició Sánchez Cordero desde finales del año pasado, cuando rechazó que la Guardia Nacional fuera continuar con una estrategia de militarización porque, dijo, ahora se trata de policías y pidió que sea “policía” la palabra con la que se haga referencia a este nuevo cuerpo de seguridad. «No se entiende, pero creo que es muy claro que son policías e insisto, policías; los militares para la seguridad nacional y para resguardar a nuestro país y la policía militar, naval y federal estará en la Guardia Nacional», dijo.

Y para rematar, la entonces senadora rechazó que la Guardia Nacional pretenda llevar un mando militar y que vayan a ser los mismos soldados los que formen parte de este grupo. «No, no, no, es los que se quisieran incorporar (soldados) y capacitar como policías, los soldados que quieran capacitarse como policías, aquí hay que subrayar la palabra policías, por favor. Por favor, la palabra policía es la que está presente; no es más que una policía desde luego militar, naval y federal, pero policía al fin y al cabo», destacó. Así o más claro.

Todo eso para intentar convencer con cantinflescas explicaciones que no habría militarización en el plan de seguridad, no obstante la obvia presencia de una Guardia Nacional integrada por personal castrense, encabezada por militares.

Con argumentos similares, desde el presidente Andrés Manuel López Obrador seguido por los funcionarios del Gabinete de Seguridad, incluido claro está el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo Montaño, han intentado justificar tanto su plan de seguridad como el fracaso el combate a la delincuencia. La mayoría de los argumentos oficiales contradictorios y sin sustento, intentan convencer de que en el ámbito de la seguridad “vamos bien”.

Primero, la verdad es que la seguridad está a cargo de los militares, quienes portan un brazalete que dice Guardia Nacional (GN). Tampoco es cierto que esa corporación esté bajo el mando de un civil, pues jugar con la idea de que Alfonso Durazo es la cabeza, es la mayor de las falacias. Ya se demostró que Durazo Montaño es más que un cero a la izquierda ante la Guardia Nacional. Quien en realidad lleva la batuta es la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA), a través del Comandante de la GN, General Luis Rodríguez Bucio, quien obviamente le rinde al general Luis Crescencio Sandoval González, titular de SEDENA.

Y segundo, entre frases rebuscadas y acciones fallidas, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador no ha podido concretar un auténtico programa de seguridad, mientras la delincuencia organizada asume el control de casi todo el país.

Desde las burdas explicaciones de Sánchez Cordero, pasando por las del Gabinete de Seguridad intentando justificar el fracaso de Culiacán y argumentar que el asesinato de los integrantes de la familia Lebarón fue producto del fuego cruzado entre bandas criminales, han hecho de este tema el más complicado en entender.

A la incertidumbre sobre el plan de seguridad de esta administración se suman las también confusas acciones del subsecretario de Gobernación, Ricardo Peralta, en su intento de “negociar” con las agrupaciones armadas o calificar como terrorismo a la crítica y la libertad de expresión, así como los señalamientos del Presidente de que será hasta el próximo año en que se presentará la estrategia de seguridad.

Si en algún momento comenté que era inverosímil que una nueva administración que se hizo del poder con los votos ciudadanos asumiera el gobierno sin traer consigo un plan de seguridad y que se vieran obligados a realizar foros participativos para conocer la realidad del país en esa materia, ahora, a casi un año del ejercicio gubernamental, resulta inaudito reconocer que aún no cuentan con ese plan. 

Por lo pronto, explicaciones van y explicaciones vienen sin que nada quede claro, mientras el país se hunde en una espiral de violencia sin que se vea el más mínimo intento de responder a ésta por parte del Gobierno Federal, salvo los llamados del Presidente a las bandas delictivas a portarse bien.

Datos oficiales señalan que la violencia aumentó en México en el primer semestre del año. Calculan los homicidios de junio en 2.560, la cifra más alta para un solo mes en la historia reciente. De acuerdo con el Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP) desde diciembre pasado, cuando empezó el gobierno del presidente López Obrador, la cantidad de homicidios es de 20 mil 599. Así, la tasa es de 22 por cada 100 000 habitantes. El incremento es del 6% con respecto al mismo período de 2018, señala el SNSP.

En tanto, en espera de que el próximo año ahora sí se presente el “plan de pacificación”, se mantiene la instrucción presidencial de no agredir “a la población”, considerando que “también los narcos son pueblo”, lo que lleva que las fuerzas federales sean vejadas, humilladas y doblegadas por los cárteles delincuenciales, como se vio en el operativo de Culiacán.

Y para mayor humillación de los militares, el primer mandatario puso su granito de arena. Bajo un supuesto ejercicio de transparencia, hizo que revelaran paso a paso cómo se realizó el fallido operativo de Culiacán, exaltando por otra parte el “triunfo” de Ovidio Guzmán y sus sicarios. Fue una vergüenza ver los mandos militares explicar paso a paso, en conferencia de prensa, cómo se fraguó su fracaso.

Y algo inaudito, entregó en bandeja de plata al responsable de la detención y liberación del hijo de El Chapo Guzmán (sic), al instruir al titular de la SEDENA a que proporcionara el nombre de la persona que encabezó dicho operativo.

Por seguridad, y a fin de no proporcionar datos al crimen organizado, ni en un boletín oficial se llega a mencionar cómo se desarrollan los operativos que puedan redundar en detenciones de cualquier tipo.   No hay que olvidar que la inteligencia criminal está atenta a los mensajes e información del gobierno federal.

Aunque el Presidente indicó que fue para transparentar toda la operación “al patrón”, quien según él es el pueblo de México, a como se dan las cosas pareciera que dichas revelaciones tuvieran otro destino. ¿No será que su patrón es otro? Como declaró Julián LeBarón: “¿a quién solapan?”, al reprobar el nulo apoyo de las autoridades tras el asesinato de sus familiares.

Fotos: Tomadas de Internet.

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