El Litio en Baja California Sur (*)

Por Emilio Arce Castro /  analisisperiodisticosbcs

En los inmensos llanos blancos de sal en Guerrero Negro, concentrados en la salmuera, yacen plácidamente millones de toneladas de Litio durmiendo el sueño de los justos. Hasta hace relativamente poco tiempo, el litio se utilizaba en dosis mínimas en industrias como la del vidrio, el acero, la óptica o la aeronáutica. También en medicina como antidepresivo. Pero desde que sus propiedades lo convirtieron en material indispensable para las baterías acumuladoras de energía, el interés en este mineral inestable y poco conocido, cambió radicalmente.

El auge universal de la telefonía celular y otros aparatos electrónicos semejantes, y el incalculable margen de expansión debido a la decidida apuesta por los vehículos eléctricos en los países del norte desarrollado, se unieron para desatar la “fiebre del litio”. De un modo más o menos oculto, también la potencialidad del uso del litio como fulminante en la cadena de producción nuclear ha multiplicado la demanda: por algo Estados Unidos y China son los principales compradores.

En Baja California Sur, los métodos de producción de sal no han cambiado: Se construyen vasos contenedores (especie de bordos de sal encajonados) los cuales se llenan de agua de mar y se deja que el sol vaya evaporando el agua para que queden solo las sales. Al final de este proceso de siembra y cultivo de sal, como residuos queda una salmuera con una concentración de sal elevada. El sistema, como se aprecia, es simple, no necesita de grandes sofisticaciones y hasta podría calificarse de ecológico, pero esto apenas es una apariencia.

La salmuera no es muy diferente a las aguas del mar, salvo por un detalle: mientras estas cuentan con unas 30 000 partes de sal por millón, la salmuera contiene entre 100 000 y 300 000 partes por millón. No hay en todo el planeta otra región que concentre semejante riqueza potencial con un nivel de accesibilidad relativamente sencillo. O sea que en nuestro estado, podría existir uno de los depósitos más grandes de Litio en el planeta, ya que nuestra salinera de Guerrero Negro, es considerada la segunda más grande del mundo, y la primera en tamaño, considerando que la que ocupa el primer lugar es una especie de suma de muchas salinas dispersas en varios países, pero concentradas en una sola compañía.

Dicen en Guerrero Negro: mientras haya mar, habrá sal. Hasta donde sabemos, las compañías Exportadora de Sal y Transportadora de Sal, son empresas paraestatales, las que teóricamente el gobierno de México “controla” con el 51% de las acciones de ambas compañías, mientras el 49% está en manos de la empresa japonesa Mitsubishi Heavy Industries LTD, aunque en los últimos años circulaba la versión de que el gobierno de Peña Nieto estaba en serias pláticas para venderle el resto de las acciones (51%) correspondientes de México a dicha empresa japonesa. Hasta el momento, desconocemos el avance en las negociaciones de dicha privatización.

La mayor parte del territorio que ocupa la salina de Guerrero Negro pertenece a los ejidos colindantes, los cuales reciben solamente una ridícula aportación monetaria anual, por concepto del usufructo de sus tierras.

Tendremos sal y por lo tanto Litio, por un buen tiempo.

A lo largo de la historia, la humanidad ha experimentado diversas fiebres y las consecuentemente naturales guerras que estas fiebres (ambiciones) provocan.

 La primera y relativamente próxima pasada fue la fiebre del oro, que tuvo como consecuencia, por así decirlo, el casi total exterminio de pobladores autóctonos de las regiones susceptibles a contener en sus entrañas tan cotizado mineral.

Actualmente y muy a pesar de los avances tecnológicos, el mundo mantiene y basa casi toda su infraestructura en el preciado petróleo, cuya fiebre posee actualmente a países con poderío económico y militar que lo ambiciona, y no dudan ni un instante en utilizar todo su potencial económico y bélico para lograr su objetivo que siempre ha sido el apoderarse de los yacimientos del vital combustible. Las guerras y masacres actuales en muchas partes del mundo, sobre todo en el Medio Oriente, siguen siendo el producto de ese desmedido afán de posesión, y todavía sin concluir la “fiebre del petróleo”, a esta pandemia se le suma la “fiebre del litio”; la psicosis de los países por apoderarse de este mineral que en nuestra media península se da de manera natural ya que el mar, el sol y una precipitación pluvial menor a los 200 mm anuales, crean las condiciones idóneas para su producción.

Entre las muchas cosas que no han hecho los gobiernos de nuestro estado, es darle seguimiento y crear estrategias para controlar en la medida de lo posible, los procesos de producción de esta empresa tan sudcaliforniana de membrete, pero tan desconocida en lo que pasa en sus entrañas; en su enmarañada administración total. Hasta hace algunos años, solamente con los impuestos recaudados de dicha exportadora y transportadora de sal se cubría gran parte del presupuesto federal asignado anualmente a nuestro estado, y del resto de los ingresos brutos generados de la venta de material, a la fecha se desconoce su paradero.

Hay quienes afirman que siempre fue la “caja chica” de los presidentes en turno. Habrá que ahondar en el tema, pero por lo inmediato, ya va siendo hora para los sudcalifornianos de implementar estrategias para la regulación y recuperación de estas empresas, y de explorar el potencial en pro del desarrollo regional.

Personalmente considero que nuestro estado se debe embarcar en dicha tarea: iniciar y cerrar el círculo completo de la industrialización, es decir, producir la salmuera, separar el carbonato de litio que se utiliza en los cátodos de las baterías, y terminar construyendo las propias baterías para darle el mayor valor agregado a sus exportaciones, cuidando, desde luego, que los procesos sean compatibles con el medio ambiente, cosa que nunca se ha hecho, ya que ni siquiera sabemos dónde van a dar los cientos de toneladas de salmuera producida, producto que entre otras cosas es de altísima toxicidad. La actual producción de sal que se exporta como materia prima a países de todo el mundo, donde sí le sacan el mayor provecho, nos la regresan en productos terminados que cotidianamente consumimos y utilizamos sin siquiera darnos cuenta de ello. En siglos pasados, llegó a tomarse la sal como tipo de cambio (de ahí la palabra salario) y en la actualidad su utilización es infinita: elaboración de papel, jabones y detergentes, plásticos, delcalsificador, industria farmacéutica, anticongelantes, cloro, aditivo para cerámicas, fabricación de textiles, etc.

En Guerrero Negro, los ecosistemas se mantienen más o menos intactos, y la sal solar que allí se produce es, a diferencia de los depósitos en las minas de sal de otros países, renovable.

Por ahí se los dejo de tarea.

(*) Publicado originalmente en la Revista Análisis Periodísticos B.C.S.

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