Tec&Com2020 // Conectados con la cooperación y la solidaridad

Por José Alfredo Pulido Ponce, especialista en Comunicación Estratégica.

Individual y colectivamente estamos muy preocupados y ocupados por la seguridad y el bienestar de todos: de nuestra familia, de nuestra sociedad, la humanidad entera. De todos aquellos que somos afectados de una manera u otra por la pandemia. Somos testigo de una conducta social que merece ser reconocida.

Lo que aísla, conecta: Es la paradoja en la que vivimos actualmente más de un tercio de la población global que se encuentra recluida en sus hogares. La conexión se activa poniendo en práctica habilidades tan sustanciales como intercambiar información e interactuar, utilizando los medios sociales disponibles, entre ellos nuestro propio pensamiento positivo.

Mas conectados, más vinculados: El virus, su propagación y su impacto, demuestra cuán profundamente estamos conectados. Nos damos cuenta como una persona en un espacio tan distante como China, Asia y Europa puede afectarnos, beneficiarnos y viceversa. Estamos más conectados que nunca, electrónicamente, pero también más vinculados. Nos enteramos más rápido de lo que pasa, pero también sentimos el dolor de los demás, aunque se encuentren distantes.

Conexión permanente: Mi tiempo aislado es para no afectar a otros. Tomemos conciencia de que nuestra conexión con otros se da en todo momento: compartimos espacio, oxígeno, electricidad, internet, alimentos. En todo ello recibimos y sentimos la presencia del otro.

Conexión que acompaña: Frente al menor contacto físico con el otro es el momento para aumentar el grado de conciencia de la conexión, de esa conexión que existe de manera permanente, prolongada en el tiempo, que nos da confianza, nos protege y nos hace sentir que estamos acompañados, que navegamos con el otro, junto al otro, en un ambiente plagado de amenazas. 

Fuente de poder: Pasemos a convertirnos en una fuente de poder positivo. Timonear nuestra mente, asentarla y así generar el potencial de ayudar a otros, a asentar la suya. Dejemos atrás el terror y el miedo frente a la incertidumbre y caminemos hacia la cooperación y la solidaridad, el poder que ayuda.  

Poder que ayuda. Dice Innerarity (2020) que el poder es la capacidad (social) distribuida y que por ello la solución de los problemas que afectan a la humanidad deba de ser cooperativista. El poder de solución frente a la pandemia está en la capacidad que tengamos de activar la cooperación y la colectividad. Alcanzar los acuerdos y tener la voluntad de socializar aquello que nos lleven por la ruta que nos salvará del caos. Que evitará la catástrofe.

Esto no se resolverá sin liderazgos reconocidos, pero tampoco sin una gigantesca movilización social de los distintos niveles de gobierno, del personal sanitario, de la ciencia y, particularmente, de los pequeños comportamientos de cada individuo. La respuesta cooperativa de todos es un bien público que todos debemos estimular e impulsar.      

Byung-chui Han, filósofo y ensayista surcoreano, ha escrito qué en el caos, cada uno se preocupa solo de su propia superviviencia. Que la “solidaridad de guardar distancia mutua, de aislarse, de colaborar a distancia, no es una clase de solidaridad que permita soñar con una sociedad distinta”.

Sugiere que “confiemos que tras el virus venga una revolución humana, personas dotadas de mayor razón, que restrinjan el capitalismo destructivo, con ideas nuevas para salvar al clima y al planeta”.

Tal vez estaremos de acuerdo en que el virus no vencerá al capitalismo, menos al nuevo capitalismo autoritario y rapaz como él chino. Ningún virus, ni antes ni ahora, ha sido capaz de hacer la revolución.

El virus lo qué si hace, nos aísla e individualiza, cierra fronteras a unos y a otros. No genera sentimientos colectivos y solidarios fuertes. No obstante, pensemos que sí. Que la cooperación y la solidaridad humana harán posible encontrar el punto de equilibrio, aquel que nos lleve una sociedad más sana, más pacífica y más justa. 

Foto de portada: Quadratín.

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