Elección por rechazo y relevos para el segundo tiempo

Por Gerardo René Herrera Huizar, analista y consultor, especialista en seguridad nacional.

Fundamental en democracia es la voz de las mayorías, sabias o neófitas, ilustradas o incultas, chairas o fifís, resignadamente franciscanas o egoístamente aspiracionistas, que individualmente deciden y colectivamente suman una voluntad que expresa el sentir, ciertamente difuso y complejo, de la sociedad que conforman.

La contienda electoral recientemente concluida delineó con claridad la conformación de dos tendencias, en apariencia, mutuamente excluyentes, que son reflejo fiel de la división que se ha venido generando en la sociedad y se expresa, cualquiera que sea la tendencia, en realidad, no como una aprobación, si no como un rechazo a los modos y a las modas del ejercicio del poder.

Queda claro que una parte del electorado rechazó la vuelta al pasado reciente, a la frivolidad, a la manifiesta corrupción, a la voracidad y al innegable engaño permanente como recurso cotidiano de la gobernación. Pero queda claro también que la otra parte del conglomerado social expresó su rechazo a las formas pretendidamente regeneradoras de la vida pública de México.

Las constantes en esta partición aparente de las tendencias sociales son la desconfianza y la incertidumbre. Desconfianza naturalmente generada por la experiencia que ha tornado incrédula a la sociedad cada día más repelente a las promesas finalmente incumplidas; incertidumbre por la falta de claridad en el horizonte y la escasa evidencia de cumplimiento de las muchas ofertas de cambio y mejoría de las condiciones de vida y bienestar colectivo, amén del enfrentamiento cotidiano con señalamientos, vituperios y acusaciones que inundan el discurso y enrarecen el panorama.

Los dos bloques que en la práctica se han conformado se asumen ganadores de la contienda, vierten argumentos triunfales y pregonan eufóricos su respectiva victoria, pero es evidente que el resultado genera más preocupación que confianza.

El tablero se recompone, los errores, las culpas, los rencores, el arrepentimiento, los orgullos y las soberbias catalizan las decisiones, crispan el ambiente y detonan las especulaciones sobre el derrotero que habrá de seguirse en los próximos tres años. El segundo tiempo del partido se percibe más incierto que el primero, los jugadores estrella o están lesionados o de plano han sido colocados en la banca y no se aprecian relevos de buen calibre para retomar la dinámica del juego.

Para ambos bandos, la segunda mitad del sexenio se muestra cuesta arriba. Para la parte oficial, revertir los motivos del evidente rechazo de una buena parte de la sociedad decepcionada (clase media) que fue determinante en el proceso de 2018 y hoy vuelve a mostrar su influencia, particularmente en el corazón estratégico del país.

Para la oposición, se ofrece el reto mayúsculo de mantener y consolidar un bloque robusto capaz de hacer frente a la maquinaria transformadora, fortalecer la unidad con un objetivo común y cerrar los oídos al canto de las sirenas.

Entre los desafíos que se oponen a ambos contendientes de cara a 2024, se ubica, destacadamente, la selección de perfiles lo suficientemente prestigiosos para ser presentables y atractivos a la ciudadanía, que, aunque se ha afirmado que hay muchos, la realidad nos muestra todo lo contrario.

Sortear la vocación aspiracionista de quienes se perciban con méritos sucesorios en el revuelto torrente será todo un reto, sobre todo, ante la ardua y obligada tarea de recuperar la confianza perdida.

Publicación original El Financiero y en El Rincón del Chamán con autorización del autor.

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