Prematura y larga carrera por la silla

Por Gerardo René Herrera Huizar, analista y consultor, especialista en Seguridad Nacional.

Era de esperarse, tal como sucedió, que, tras los resultados de la pasada elección intermedia, en la cual todas las fuerzas políticas relevantes, con sus bien debidos asegunes interpretativos y justificaciones, se asumieron triunfantes, reclamos y señalamientos de por medio, se diera paso a los reacomodos, con los respectivos despidos y exclusiones por un lado y los apapachos por el otro, para tratar de restañar heridas y enfrentar en las mejores condiciones posibles la segunda etapa de la administración.

Pero paralelamente al recambio de campeones y escuderos, de manera inédita, tal cual suceden muchas de las cosas en una administración transformadora como la actual, se ha dado el banderazo, muy prematuramente, a la competencia interna, generando expectativas y hasta ilusiones, tanto entre quienes ocupan posiciones en el aparato gubernamental y se consideran, de origen, merecedores del destape, como entre quienes, marginalmente han recibido el guiño y, a partir de ahora, pudieran sentir que nada se pierde con hacer la lucha.

No hay que dejar de observar a aquellos que ya se perciben damnificados por los acontecimientos que, aparentemente colocados al margen, no pierden las aspiraciones, sabedores de los tiempos y la experiencia de que el juego no se acaba hasta que se acaba.

Sin entender cabalmente la intencionalidad, el disparo de salida en la carrera hacia el 2024 se ha dado desde la máxima tribuna del poder, con ello se ha iniciado de facto la contienda interna y, pública y abiertamente, comienzan a barajarse los nombres de múltiples miembros del partido oficial, como virtuales postulantes a la máxima magistratura, tan lejana como nebulosa, cuyos perfiles y destacado desempeño en el servicio público, según se ha expresado sin ambages, les acreditan, sobradamente, para una empresa de tal envergadura.

La simple y superficial mención, en un tiempo y un espacio tan particulares, alentará, aún en los más sobrios y circunspectos actores políticos, quizá en lo más profundo de su ser las vanidades, las pasiones y, ¡oh terrible naturaleza humana!, las recientemente denostadas aspiraciones que darán paso franco, así se puede anticipar, a descontones, golpes bajos y traiciones en afán de posicionamiento.

La primera mitad del sexenio llega a su fin con elevado déficit de cumplimiento. Las principales banderas de campaña carecen, evidentemente, de consolidación: la inseguridad, la corrupción, el bienestar, la transparencia, etcétera, son temas que aún no dan muestras de contundente mejoría, sea a causa de la perversa pandemia o por la eficaz acción de los adversarios de adentro y de afuera.

Por si el panorama no estuviera lo bastante nebuloso, los desencuentros al interior del movimiento transformador y el surgimiento de liderazgos internos más o menos definidos, serán factores determinantes en la larga pugna que se avecina. Las expresiones de apoyo y rechazo durante la magna celebración en el auditorio nacional en días pasados, las sonrisas y las caras largas, van delineando, poco a poco, la tormenta interna que se avecina.

Acudiremos, sin duda, a un espectáculo de muchas pistas, seguramente con sorpresas y sobresaltos, que puede tener de todo, menos, aburrimiento.

Publicado en El Rincón del Chamán con autorización del autor.

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