Candidatos, sus lastres

Bandera

Ya están aquí. Cargados de promesas, de compromisos, capaces de cumplir cualquier sueño, con estrategias probadas para demostrar que son mejores que el de enfrente.
Son los candidatos presidenciales que, apoyados en las estructuras partidistas, van con todo en esta batalla sexenal para alcanzar el poder.
Pero, en el arranque de las campañas, que continuarán rompiendo todos los récords por costosas, el principal adversario será y es la indiferencia.
A lo largo de poco más de cinco meses, los candidatos presidenciales recorrerán el país como los abanderados de la confianza, la honestidad, la esperanza, y se compararán con los errores del pasado inmediato. Pero aún con el lastre que les ha dejado en su interior la conclusión de los procesos internos partidistas, serán los candidatos, todos ellos defensores a ultranza del avance democrático, quienes se pronunciarán contra el retroceso, pero no dejarán pasar la oportunidad de triturar al adversario.
Tejedores de sueños
Antes, durante y después de la tregua decretada por el IFE, los movimientos de los candidatos y los partidos con representatividad gravitan en los registros de las empresas de opinión. Aunque la medición real la dan las estructuras de los partidos, no hay señales de que la percepción de los potenciales electores sobre una votación abultada haga la diferencia.
Los datos más recientes de María de las Heras refieren, por ejemplo, que 20 millones de mexicanos no votarán. Ni con melón ni con sandía, simplemente serán el segmento de la inamovilidad, de la abulia, de la indiferencia.
Para los analistas de Prospecta Consulting, un tercio del padrón electoral, estimado en 72 millones, no ha decidido por quién votará. Esto da cuenta de que nuestro nivel de participación política en el país está por los suelos.
La elección se definirá entre los candidatos del PRI, PAN y PRD; los partidos que se integraron a las alianzas poco cuentan y no reflejan que serán determinantes en el resultado final. Siguen siendo marginales. Y los otros candidatos, los del Panal y del PASC, que se colaron a través de las hendiduras legales, lo único que aportarán será más gastos que habremos de cubrir los contribuyentes en forma de prerrogativas.
Piedras del camino
Las candidaturas de Roberto Madrazo Pintado, Felipe Calderón Hinojosa y Andrés Manuel López Obrador arrastran sus respectivos lastres.
Los priistas no han terminado el proceso de cicatrización interna y pese a que incorporaron a la campaña a sus críticos internos, casi todos labastidistas agrupados en lo que se llamó el Tucom -entre ellos a Enrique Jackson, Manuel Ángel Núñez y Diódoro Carrasco-, aún tienen dos frentes abiertos, el de Elba Esther Gordillo, que les seguirá metiendo ruido a través de Roberto Campa -candidato por obra y gracia de la maestra-, y el de Eduardo Bours, quien un día amanece cerca de los pejistas y otro de los felipistas.
Tampoco podrá hacer mucho Arturo Montiel, aunque quede totalmente exonerado del sospechosismo sobre sus bienes, porque será usado para el golpeteo de los competidores.
Los panistas se mueven trabajosamente por el peso del desempeño foxista y por el riesgo que implica un manejo inadecuado de los militantes incorporados al sector público, sobre todo los que están a cargo de los programas sociales. Porque cualquier error les desencadenará no sólo un escándalo, sino una significativa caída en las preferencias electorales.
Para los perredistas, los puntos flacos siguen estacionados en la herencia del bejaranismo, cuyos costos los medirán en las urnas. La confrontación entre los grupos afines a René Bejarano, que pelean hasta con las uñas las candidaturas delegacionales y en el Congreso, sigue acumulándose. Las acusaciones de perredistas contra perredistas les repercutirá negativamente a la hora de la votación.
Ejemplo de ello es la confrontación entre Lorena Villavicencio y Ruth Zavaleta. Otro grupo tiene en capilla al delegado Miguel Bortolini. Al final se harán pedacitos.
Jesús Sánchez / Recuento Político (EL FINANCIERO)

 

 

 

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