Chamanes al gabinete
| Una de las apreciaciones que se desprenden de una rápida evaluación del mediático gobierno foxista es que además de costosa, la política de comunicación social del sexenio que acabó fue un rotundo fracaso, un desastre.
El control centralista que se impuso con el ejercicio de lo que hoy conocemos como la «doctrina Sahagún», lo único que permitió fue el uso utilitario de los medios, un desprecio por la labor profesional de los comunicadores y una sed de empoderamiento sobre las empresas dedicadas a la información.
Tuvimos un presidente que no leía. Y si no leía libros, mucho menos periódicos. Lo único que veía bien en la radio y la televisión eran sus promocionales y las mañaneras en Los Pinos. El vocero, un iluminado posmoderno, siempre consideró a los periodistas «ignorantes» y parciales.
Apegados a la «doctrina Sahagún», los foxistas se sumaron con mucha anticipación a la cargada que buscaba favorecer a Santiago Creel y, para lograrlo, le bloquearon literalmente los espacios a Felipe Calderón.
Y como «Chente Claus» luego vinieron otros mecanismos para beneficiar a unos concesionarios y neutralizar o desaparecer a otros, mediante el famoso «decretazo» y la todavía no aprobada «ley de medios».
Doctrina Sahagún
A partir de esta experiencia y después de sesudas reuniones y consultas con líderes de opinión y estrellas del firmamento televisivo, así como con notables chamanes de la tecla y el café, los estrategas del equipo calderonista concluyeron que es necesario cambiar de raíz la política de comunicación establecida por el gobierno foxista, es decir, desterrar la «doctrina Sahagún».
Pero en realidad, dicen otros chamanes expertos en el mundo underground, la política de comunicación del nuevo gobierno será muy parecida a la de otros tiempos.
Lo que se aprecia por ahora es la posibilidad de que se restablezca el oficio de los comunicadores que se desempeñan en las diferentes oficinas de Estado y que en los últimos seis años sólo se dedicaron a redactar boletines y a prepararle informes diarios al vocero de Los Pinos.
Felipe Calderón sí lee. Pero se sabe que los panistas son poco tolerantes a la crítica. Lo que se espera es que el respeto al oficio no se limite al discurso.
Chamanismo
Mientras el nuevo staff de Felipe Calderón se instala en sus oficinas, los chamanes de la comunicación comienzan a ocupar posiciones.
Max Cortázar, en Presidencia, tendrá que cuidarse de la tentación de caer en el síndrome Aguilar. En Gobernación aún no se nombra al subsecretario de medios, puesto que no se sabe todavía para qué sirve, pero Fernando Arias ya despacha en comunicación social. En Economía está el experimentado Abelardo Martín; en la Secretaría del Trabajo, Pedro Camacho; en la Función Pública, Alicia Cárdenas, y en la cancillería, Víctor Avilés.
En la Secretaría de Educación Pública despacha el profesional Herminio Rebollo -quien trabajó muy cerca de Carlos Abascal-; en Energía, Homero Niño de Rivera, y en Comunicaciones y Transportes, Adriana Cuevas. En la PGR despacharán seguramente Alfredo Otamendi y su inseparable Albino Moctezuma. Para la Secretaría de Seguridad Pública se espera el arribo de José Luis López Atienzo. Todos saben que el arranque es cuesta arriba.
Lavaderus est
** Columnómetro del licenciado Aquiles Baeza.
a) Contra lo que opinan los neo-corifeos del «gobierno verdadero» en el Distrito Federal, la intempestiva renuncia de Jesús Zambrano al gabinete de Marcelo Ebrard, refleja algo más que una guerra entre las tribus perredistas. Muestra que el bejaranismo se mantiene como la columna vertebral del proyecto de Andrés Manuel López Obrador, heredado al «Carnal». El propio Marcelo simplificó la decisión de Zambrano a una simple pugna por el reparto de cuotas entre tribus. Pero lo que hace la diferencia es que los chuchos y los amalios tienen un proyecto de izquierda que va más allá del mundo feliz que entregó Alejandro Encinas.
b) Otra de chamanes. El experimentado Óscar Argüelles fue vetado por los bejaranistas que se reparten el pastel en la administración del «Carnal» Marcelo. Allá ellos.
Lo que sí cambió de frecuencia fue el nombramiento de Juan José García Ochoa -vocero de Ebrard en la campaña electoral y en el equipo de transición-, quien se espera sea nombrado subsecretario de Gobierno. Ésta será una posición importante para los amalios, ya que en su momento esa cartera la ocupó Martí Batres.
c) ¿Mundos paralelos? La efervescente grilla en la Corte tiene una sola explicación, que desaparecieron las reglas no escritas. Y por eso se alborotó la gallera de los suspirantes para ocupar la silla de Mariano Azuela Güitrón. Seis gallos en el corral. El problema que se anticipa es que al final del proceso de sucesión los perdedores pretenderán convertirse en «presidentes legítimos» de la SCJN y no reconocerán al «espurio». ¿Qué no?
d) Nadie quiere entrarle a la austeridad. Sólo los gobernadores Humberto Moreira y Eugenio Hernández secundaron la propuesta calderonista para bajarse el sueldo. Ojo. El único panista que ha secundado es el queretano Francisco Garrido Patrón. Los demás ni sus luces.
** Tarjetazos de la politóloga Melita Peláez.
Cómo está eso de que en el discurso de Felipe Calderón se habla de respaldar la educación y le aplican un pavoroso recorte a instituciones superiores como la UNAM. Tiene razón Juan Ramón de la Fuente en pelear los recursos con todo.
Jesús Sánchez / Recuento Político (EL FINANCIERO)