Pugna por el poder
| Termina 2006, y con él una etapa más en la pugna por el poder en México. Los mensajes y actitudes de candidatos y partidos antes y después de las elecciones presidenciales, permearon en la sociedad en forma de incertidumbre y frustración.
La gran violencia verbal de los actores políticos, junto con el desarrollo de acciones como el megaplantón de Reforma en el DF, la rebelión en Oaxaca y la pretensión de impedir a toda costa la toma de posesión de Calderón como presidente crearon un ambiente de confrontación y confusión que no abonaría dividendos para nadie.
En este año que empieza es previsible que continúe esta crispación.
Por un lado, Andrés Manuel López Obrador creó un difícil escenario al autonombrarse “presidente legítimo», y no se ve cómo podría salir de ese esquema sin que parezca un fracaso. Y con él, un importante grupo de agitadores políticos profesionales a los que parece fascinarles más los medios que los fines.
Por otro, el presidente Calderón, a quien su apretado triunfo y su limitado margen de maniobra en el Congreso le presentará no pocas dificultades. Y los panistas, que como Santiago Creel aún no comprenden que no las tienen todas consigo y que están obligados a negociar y tratar a los opositores con pinzas para abrirle el camino al nuevo gobierno.
No menos importantes son los priistas, que pueden convertirse en el motor o el freno para Calderón, dependiendo de lo que obtengan a cambio.
Lo mejor para el país, sin duda, sería que se establecieran mínimas metas comunes para avanzar en los muchos pendientes que se tienen. La pobreza creciente, la falta de empleos de calidad, la inseguridad, los pasivos en educación, son algunos de los aspectos que no pueden seguirse soslayando.
La insatisfacción de la sociedad crece y se convierte en caldo de cultivo de grupos radicales que, aunque movidos por causas justas, dañan más aún el tejido social.
Perla Oropeza