El enterrador de Alvarado
|Expertos en desajustes del comportamiento en el político premoderno, del Chamanic Center, consideraron que el síndrome conocido como «el enterrador de Alvarado», sólo tiene una explicación: algo se le desconectó al alcalde Pedro Delfín Almeida.
Las acciones del edil panista pasaron de la sorpresa a la irritación social y no fue para menos, porque en cuestión de horas se descubrió un entramado que sólo recuerda los episodios de la tragicomedia que el país conoció con La Paca, en el sonado escándalo de la calavera enterrada en la finca del Encanto, cuyas tenebrosas investigaciones estuvieron a cargo de otro panista, Antonio Lozano Gracia.
Todo esto ocurrió en el municipio veracruzano de Alvarado, cuando en un terreno, propiedad de la tía del alcalde, las autoridades descubrieron unas mil despensas enterradas que éste debió entregar a los alvaradeños luego de las lluvias torrenciales que padecieron el año pasado.
Delfín Almeida hizo gala de su visión bizarra de la acción de gobierno y dijo que las enterró para que no se las comieran las ratas; dijo que estaba apenado pero que actuó luego de que le dieron un consejo político; aseguró que no eran mil despensas, que ni eran tantas, que eran menos; que todo era un complot (uff y otra vez uff). La gota que derramó el vaso fue cuando las autoridades sanitarias y judiciales hicieron otro descubrimiento, localizaron otras tantas despensas escondidas en un local del rastro del ayuntamiento.
Sobra decir que las coloridas expresiones de los alvaradeños fueron lo que menos escuchó «el enterrador». Literalmente se unificaron tirios y troyanos en contra de lo impensable, que se desecharan productos destinados a auxiliar a los damnificados y a guardar otros a los que sin duda se les daría un uso diferente al que estaban destinados.
Y que conste que «el enterrador de Alvarado» tenía entre sus planes convertirse en candidato para una diputación local en los comicios de diciembre; tenía, dicen los alvaradeños.
Paseo del burro
El martes una multitud se concentró en la plaza de Alvarado. No, no era un mitin para el desagravio como esperaban los panistas. Fue una concentración para demandar la destitución del edil.Las crónicas de los diarios veracruzanos destacaron que «gracias a que el alcalde se negó a dar la cara, evitó ser paseado en el burro que fue expresamente subido a la sala del cabildo para tal fin».
La multitud enardecida subió al burro al segundo piso del ayuntamiento donde está la sala del cabildo. Y del «enterrador» ni sus luces.
Las líneas de investigación seguidas por las autoridades veracruzanas han encontrado hasta ahora que algunas despensas forman parte de los envíos que hizo el DIF estatal, pero también se presume que algunas pertenecen al programa Oportunidades, vía el Fonden.
La historia no quedó enterrada como hubiera deseado el alcalde. El gobernador Fidel Herrera pidió todo el peso de la ley contra esas acciones «aberrantes». El diputado Silvio Lagos Martínez pidió una investigación de fondo. Bueno, hasta el líder local de los panistas, Bogar Ruiz Rosas, tomó su distancia y no objetó la demanda del desafuero.
«El enterrador de Alvarado» no es el único que anda con la brújula descompuesta. El alcalde del puerto de Veracruz, Yulen Rementería, prohibió usar el color rojo durante el tradicional carnaval que por estos días invade las calles porteñas.Sí, el color rojo no es distintivo del carnaval. ¿Por qué? Porque es el color que usó el PRI en la campaña hace dos años.Pero hay que decir que en Veracruz todo es rojo. Es la guerra de los colores y por eso en las cafeterías políticas porteñas se dice en broma y en serio que los panistas están decididos incluso a cambiar la identidad del equipo de futbol los Tiburones rojos por el de los «delfines azules». Aunque nadie se pone de acuerdo en si el azul es subido o clarito.Los degustadores del buen café en La Parroquia hacen prospectiva y aseguran que otro escenario ideal de los panistas es cambiar la identidad de los beisboleros Rojos del Águila por el de los «pichones azules». El colmo. ¿O no?
Lavaderus est**
Columnómetro del licenciado Aquiles Baeza.
a) Manuel Espino estará en Veracruz el 24 de febrero. Pero no para encabezar el acto cívico del Día de la Bandera, sino para presidir una reunión donde llamará a la «unidad», muy resquebrajada, de los panistas. A lo mejor cambian de dirigente, estatal, claro.
b) Operación tamal. El equipo de Beatriz Paredes tiene temor de que antes de la votación del próximo domingo se active un operativo de compra de votos de los consejeros. A diez mil pesos cada uno. Eso ocurriría entre las ocho y diez de la mañana, para mover la balanza.
c) Trivia. Ernesto P. Uruchurtu era el regente que salía con toda su comitiva para ir en convoy del edificio de la Regencia a Palacio Nacional. Hoy, ¿quién será el gobernador que en lugar de caminar cien metros de su despacho oficial a la Casa de Gobierno, le da la vuelta a la manzana en un impresionante convoy motorizado?
d) Eduardo Mejía nos refresca con un poema de Salvador Novo: Una madre (por cierto, política)/ resumió en esta arenga su crítica/ de la crisis acerba, vandálica:/ «¿de qué sirves, reserva metálica?/ ¿cómo vamos -¡la duda me abrasa!-/ a esperar del gobierno la masa/ si anda escasa con él la encefálica?» Tomado literalmente de la Antología personal. Poesía, 1915-1974. Lecturas Mexicanas. Conaculta (1991).
e) La periodista Marcela Gómez Zalce presentó una denuncia contra la señora Hilda Ledesma, esposa del exdirector de Pemex, Raúl Muñoz Leos. La señora Ledesma amenazó públicamente a la periodista porque ésta comentó que aquélla usó recursos de Pemex para hacerse cirugías plásticas, lo cual es totalmente cierto. Nuestra solidaridad con Marcela.
** Tarjetazos de la politóloga Melita Peláez.-Predicción. Después de las elecciones priistas del domingo se consolidarán los 17 PRI que existen en el país.
Jesús Sánchez / Recuento Político (El Financiero)