El diccionario del Diablo

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En estos tiempos de reflexión que nos deja el proceso electoral, conviene recordar al escritor estadounidense Ambrose Bierce y algunas definiciones de un libro clásico: El diccionario del Diablo.

Bierce -según la editorial Valdemar, en su colección El club de Diógenes- «se inscribe con todo merecimiento en lo que algunos críticos consideran una corriente del pesimismo del pensamiento y la literatura estadounidenses, junto a escritores no menos sombríos como Nathaniel Hawthorne, Herman Melville, Edgar Allan Poe o Stephen Crane».

Entre sus libros se encuentran Un suceso en el puente sobre el río Owl, Las delicias del Diablo, Pepitas y polvo de oro extraídos en California, Telarañas de una calavera vacía y La muerte de Halpin Frayser.

Es por 1875 cuando Bierce comienza a publicar en el Argonaut una serie de definiciones satíricas, en donde plasma su humor amargo y mordaz, y en donde pasa lista tanto hacia los ladinos políticos y magnates locales; y que, por 1906, dan origen al libro El vocabulario del cínico para después adoptar el título definitivo de El diccionario del Diablo.

A continuación, algunas definiciones:

Adherente: seguidor que todavía no obtuvo lo que piensa conseguir.

Campaña electoral: proceso que se cumple parándose sobre una plataforma y proclamando que Smith es un genio y Jones, un gusano.

Candidato: persona que, siguiendo el consejo de sus amigos, acepta con repugnancia sacrificar sus intereses particulares en nombre del bien público.

Competidor: pícaro que desea lo mismo que nosotros.

Congreso: organismo integrado por hombres que se reúnen para anular las leyes.

Conservador: político enamorado de los males existentes; diferente del político liberal, quien desea reemplazarlos por los males nuevos.

Consultar: buscar la aprobación ajena para una decisión que ya fue adoptada.

Corrupto: en política, el que se desempeña en un puesto público de confianza o provechoso.

Demagogo: adversario político.

Difamar: mentir acerca de otra persona. Decir la verdad acerca de otra persona.

Dogmático: aquél cuya doctrina tiene el defecto de rivalizar con la nuestra.

Electo: elegido para hacerse cargo de un único deber y de cien subordinados.

Elector: persona que goza del sagrado privilegio de votar por el candidato que eligieron otros.

Fraude: vida del comercio, alma de la religión, carnada del noviazgo, base del poder político.

Gabinete: conjunto de funcionarios a quienes se encarga el desgobierno de un gobierno; estos cargos están generalmente bien provistos.

Impostor: rival que también aspira a los honores públicos.

Impunidad: riqueza.

Legislador: persona que radica en la capital de su país para incrementar el capital. El que hace las leyes y el dinero.

Nepotismo: designar al propio abuelo para que ocupe un cargo público por el bien del partido.

Oposición: en política, el partido que impide que el gobierno se desboque, marcándolo.

Partidario: adherente insensato.

Perorata: discurso político de un adversario.

Plebiscito: voto popular para aprobar lo que quiere un soberano.

Política: lucha de intereses enmascarada como enfrentamiento de principios. Conducción de los asuntos públicos en busca de ventajas personales.

Político: anguila en el lodo fundamental sobre el que se erige la superestructura de la sociedad organizada. Cuando se sacude, confunde la agitación de su cola con el temblor del edificio. Comparada con el estadista, sufre la desventaja de estar viva.

Promesa: algo que, sumado a un buen consejo, hace un obsequio excelente que podemos permitirnos dar a los pobres.

Recuento de votos: en la política estadounidense, oportunidad de volver a echar los dados, de la que se acuerda el jugador contra el que los dados fueron «cargados».

Votación: trampa sencilla mediante la cual una mayoría demuestra ante una minoría que resistir es una locura. Muchas personas dignas son aparatos intelectuales imperfectos creen que las mayorías gobiernan en nombre de un derecho inherente.

Voto: instrumento y símbolo del poder de un hombre libre para hacer de sí mismo un tonto y de su país, una ruina. (El Financiero)

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