Negativa, la percepción de la sociedad hacia los jueces: ministros de la Corte
|Nuevo jalón de orejas a juzgadores: la impunidad una herida abierta
Al tomar la protesta a 57 nuevos Jueces de Distrito, el presidente de la Corte, Luis María Aguilar, les recomendó privilegiar la autonomía e independencia en sus resoluciones, en tanto que el Consejero de la Judicatura Federal, Felipe Borrego Estrada, pidió a los nuevos juzgadores ser autocríticos y abrirse a la transparencia y al escrutinio social.
Una vez más los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación tocaron uno de los puntos más vulnerables de la estructura judicial, que el ministro Jorge Mario Pardo Rebolledo asume como parte de los tiempos complicados que vive nuestra nación en los que “la percepción social es negativa hacia el trabajo de los juzgadores, la impunidad es una herida abierta y la delincuencia organizada nos lacera cotidianamente”.
Quedan como mandaderos
En la sesión solemne en la que el Ministro Luis María Aguilar Morales, presidente de la Suprema Corte y del Consejo de la Judicatura Federal (CJF), tomó protesta a los nuevos juzgadores, Pardo Rebolledo les aconsejó privilegiar la independencia en su desempeño y hacer de la discreción, el decoro y la honestidad sus principales herramientas.
“Nuestra función, bajo ningún supuesto debe buscar o puede depender del aplauso, del halago o del reconocimiento, mucho menos del compromiso o de la intención de quedad bien con nadie”, afirmó y les recordó que de sus decisiones libres y autónomas en su criterio judicial, pero a la vez vinculadas por la protección de los derechos humanos, dependerá también el prestigio del Poder Judicial.
“Como acertadamente lo ha expresado el ministro presidente en repetidas ocasiones -dijo Pardo Rebolledo-, los jueces que no privilegian su independencia se reducen a simples mandaderos o sirvientes de intereses contrarios a su función”, agregó.
Por ello, como colega, les recomendó buscar en todos sus actos públicos y privados “la humildad, templanza y fortaleza que serán indispensables para afianzar la imparcialidad de sus decisiones y la honorabilidad de su investidura. Sus sentencias y el trato humano a los justiciables será el mejor espejo de su desempeño”.
Subrayó también que el buen juez debe tener la capacidad de poner en duda en algún momento su propio criterio, y no negarse a aceptar que puede estar equivocado, bajo el escudo de una aparente congruencia.
Recordó que en la antigua Atenas, los jueces, conocidos también como dicastas, es decir, aquellos que hacen un juramento, juraban su cargo de manera solemne cada año, comprometiéndose a desempeñarlo de manera fiel e incorruptible bajo dos cláusulas: votar de manera acorde con las leyes y de acuerdo con su más amplio entendimiento, “sin responder al favor o a la enemistad”.
Las malas costumbres
Sin embargo, les pidió ser autocríticos, abrirse a la transparencia y al escrutinio social, “porque actuamos de buena fe, no somos infalibles, pero pueden evaluarnos, los jueces no tienen más jefe que la Constitución y su conciencia por ello son importantes, libres, transparentes”.
Agregó que el país vive una época trascendente, y que son muchas y variadas las maneras que se está tratando de erradicar vicios y malas costumbres que México ha adquirido con el transcurso de los años y a los que el Poder Judicial de la Federación (PJF) no es ajeno.
“Tenemos incorrectas prácticas rutinarias y hábitos mal adquiridos, patrimonialismos mal entendidos por la naturaleza misma de la actividad, por protegernos, por ayudarnos entre nosotros, por atraer a los nuestros. No existe una clara reglamentación en la selección e ingreso de oficiales y secretarios, en fin, por circunstancias diversas hemos llegado a problemas que hay que convertir en variadas áreas de oportunidad para crecer y cambiar lo que nos daña, lo que nos estorba”, planteó.
Opinión de la politóloga Melita Peláez: El mensaje de los ministros de la Corte es muy claro, los ciudadanos esperamos que los jueces atiendan esa responsabilidad y se ganen la confianza, impartiendo verdaderamente la justicia. ¿Qué no?