Mancera en su laberinto
|Manuel Ávalos, analista político, para El Rincón de El Chamán.
Desde la etapa posrevolucionaria en nuestro país, los partidos políticos nacionales se conforman en torno a la figura de un “jefe político”, “líder” o “caudillo”, pero, sin duda, la tradición caudillista y la del «jefe político» han sido más fuerte que la de las organizaciones o instituciones partidarias, por ello la democracia interna no ha sido más que un remedo en las organizaciones mexicanas, es decir, no existe una cultura ni vocación democrática.
La mitología priista inoculó en el pensamiento político nacional -a partir de la llamada “Revolución Institucionalizada” con el nacimiento del PNR (1929)-, que el llamado caudillismo fue cancelado, pero en realidad lo único que se hizo fue neutralizarlo al volver la política gubernamental más institucionalizada. La historia contemporánea ha demostrado que el peso de las decisiones personales sigue más presentes que nunca en la Presidencia de la República, así como en toda la pirámide de mando y de autoridad de la estructura del poder político, llámese gobierno o partido político.
Los actuales dirigentes políticos en México, los cuales difícilmente alcanzan el nivel de “caudillos” y menos de “líderes”, han heredado ese “gen priista” de gobernar con mano firme y autoritaria, más cercana a la de “jefe político” llámese Presidente de la República, gobernadores, jefes de gobierno, líderes sindicales y agrarios, legisladores, etc., aunque cada vez más grises y burocratizados que sus antecesores que ostentaban cierto “encanto carismático”.
Toda esta introducción viene a colación por el debate que se está incrementando entre miembros del PRD y el jefe de Gobierno de la CDMX, Miguel Ángel Mancera, en torno a la decisión de una probable candidatura presidencial de éste último defendiendo los colores del partido del sol azteca, pero a la vez la probabilidad de encabezar una candidatura independiente, toda vez que Mancera no es militante perredista y se le ha visto como un activo promotor del grupo de políticos que están buscando madurar la posibilidad de apoyar para el 2018 a un candidato presidencial externo de los partidos políticos.
Desde su llegada a la Jefatura de Gobierno, Miguel Mancera, asumió el rol de “jefe político” y a través de su estructura de gobierno conformó su propia corriente llamada Vanguardia Progresista que operó eficazmente un proceso de fragmentación y debilitamiento de la poderosa corriente o tribu, que encabeza René Bejarano y Dolores Padierna (IDN), fortaleciendo a Nueva Izquierda, o la tribu de “los Chuchos”, que se hizo del control de la estructura nacional de PRD, de su Consejo Nacional y de las principales posiciones legislativas, municipales y de la fuerte estructura política y económica de la mayoría de las delegaciones políticas de la CDMX, que lo ha mantenido aún como organización hegemónica.
Obligó al autoexilio al ex jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, quien había sido su tutor y promotor para el gobierno de la Ciudad de México, a través de la espada de Damocles en que convirtió la Contraloría General, desplegando una profunda investigación de diferentes contratos y obras públicas del gobierno de Ebrard, principalmente el de la construcción de la Línea 12 del Metro, la cual fue cerrada al servicio público por problemas técnicos graves en su construcción y mantenimiento.
La conformación de la alianza conformada por las corrientes de Nueva Izquierda, liderada por «los Chuchos” Ortega y Zambrano, ADN de Héctor Bautista, Foro Nuevo Sol de Amalia García, Equidad Social de Izquierda de Alfredo Hernández Raigosa, pero sobre todo del grupo Vanguardia Progresista encabezada por el entonces Secretario General del GDF, Héctor Serrano, sin la presencia de AMLO, Cárdenas, Ebrard y otros cuadros políticos afines a ellos, Mancera buscó hacer una reconfiguración de la estructura del poder de la izquierda con la cual realizar su proyecto político personal de carácter nacional.
Sin embargo, en los comicios del 2015 el PRD no pudo mantener la mayoría en la ALDF y las jefaturas delegacionales, la conformación de un nuevo partido político de izquierda, liderado por el popular dirigente opositor, Andrés Manuel López Obrador, que prácticamente le arrebata la mitad de las posiciones político-administrativas a su ex partido, y la mayoría de las curules de la ALDF, en la primera participación electoral de su organización política (Morena).
Esta derrota metió al PRD en un crisis interna que amenaza con agudizarse por la evidente división entre sus facciones y la resistencia de una burocracia partidaria que no quiere aceptar una nueva realidad, podría llevar al partido a una fractura mayor si la política de alianzas aprobada por la nueva dirigencia nacional resulta un fracaso en los comicios locales del 5 de junio próximo.
Por otra parte, la derrota electoral del 7 de junio del 2015, evidentemente impactó en la línea de flotación de su principal bastión que es la CDMX, para enfrentarla el doctor Miguel Mancera asumió la crisis rediseñando la composición de su gabinete, incorporando a caras nuevas pero no desconocidas en la izquierda mexicana y haciendo enroques para fortalecer su administración. Algunos de estos cambios no han sido del todo afortunados y han generado un golpeteo interno, principalmente en las secretarías de Gobierno, en Desarrollo Económico, Movilidad y en Medio Ambiente.
Asimismo, diversas acciones de gran impacto social como los generados en la movilidad por la incorporación de vehículos antiguos a la circulación diaria del Programa Hoy no Circula, la entrada en vigor de un nuevo Reglamento de Tránsito muy cuestionado por su carácter punitivo y condiciones ambientales severas, han sido aprovechadas por sus críticos y adversarios, para minar la credibilidad del jefe de Gobierno.
Sin embargo, en el horizonte político del jefe de Gobierno de la CDMX no todo pinta gris, pues existe una conjunción de factores objetivos como son la incertidumbre económica y de malestar social que no ha podido enfrentar con éxito la República Priista Restaurada, y en un territorio en donde su partido local es un cascarón que se siguen peleando por sus despojos y la iniciativa de candidaturas independientes ante el descrédito de los partidos tradicionales, es un nicho de oportunidades que el doctor Mancera puede aprovechar si tiene el timing para tomar las decisiones personales oportunamente.
Además, a pesar de que la crisis ambiental le ha generado un evidente desgaste por la irritación de los automovilistas capitalinos, en el equipo cercano del Jefe de Gobierno existe un buen ánimo por su futuro político motivado por recientes estudios demoscópicos a nivel nacional que proyectan un buen nivel de simpatía en sectores medios, los más politizados, pues ven en Mancera a un político ubicado en el centro ideológico, muy lejano de extremismos, que seguramente los candidatos de todos los partidos participantes en la contienda presidencial del 2018 perseguirán alcanzar si pretenden entrar en la competencia por los votos ciudadanos.
Sin duda, el mayor reto del actual jefe de Gobierno es manejar las fuertes presiones que se acrecientan entre los grupos perredistas, algunos de ellos con evidentes intereses en subirse a su proyecto presidencial, ante un eventual naufragio de lo que podría quedar del que fue el mayor partido político de izquierda en México, después de las votaciones de junio próximo.
Fotos: Cortesía de Quadratín