El arribo del neopopulismo

Por Manuel Ávalos, analista político, para El Rincón del Chamán.

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El pasado 29 de junio, en este mismo espacio, decíamos que la “ decisión que ha tomado una de las democracias más antiguas del mundo de salirse de la Unión Europea, sin duda, trastocaría muchas de las relaciones internacionales, del comercio mundial y poner en tela de juicio el pensamiento globalizador, que en el caso de la región de América del Norte, fue impuesto desde el Consenso de Washington en 1989. (29 de junio de 2016).

Señalábamos que el “Brexit” que aprobaron los ingleses el pasado 23 de junio, mediante el cual el Reino Unido daba un golpe letal a la globalización y la unidad de la región europea, exacerbando el espíritu nacionalista fundamentalista de una generación que disfrutó el desarrollo económico y el bienestar social de la Unión Europea.

Advertíamos entonces que aquella polémica decisión británica influiría en el ánimo de un sector ultraconservador norteamericano, que impulsaría la revisión de sus relaciones externas, el recrudecimiento de una política antimigratoria particularmente con sus socios y vecinos del sur.

La defensa del libre comercio y la advertencia de los riesgos que implicaría el arribo de un neopopulista de ultraderecha al gobierno norteamericano, que advertía entonces el presidente Peña Nieto en su visita a Canadá, en realidad era la aceptación de un escenario que el gobierno mexicano ya contemplaba y que se cristalizaría en los tiempos venideros, si un personaje como Donald Trump arribara a la Casa Blanca.

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La visita “inusitada” a México del entonces candidato republicano, a invitación expresa del gobierno mexicano, que operó el entonces secretario de Hacienda, Luis Videgaray, generando una virulenta reacción adversa, un “linchamiento” público y finalmente su sacrificio del gabinete presidencial, formaba parte de un escenario que finalmente se cumplió la madrugada del pasado miércoles, con el triunfo del vituperiado candidato republicano a la Casa Blanca, hoy Presidente electo de los Estados Unidos de América.

El estupor y la incredulidad que atropelló el triunfo de Trump a los diversos círculos de la vida política nacional, particularmente de los medios de comunicación mexicanos y sus “líderes de opinión” que buscaron todo tipo de argumentos y artificios para entender el triunfo del republicano y justificar sus excesos fuera de toda proporción, culminó con una pasmosa interpretación cargada de fobias y resentimientos anti yanquis, pero pobre y escasa de conocimiento de la vida social y política norteamericana.

El triunfo de Trump con sus banderas xenófobas y nacionalistas, forman parte de una tendencia histórica que se vino cultivando en la región europea y que asaltó al Reino Unido con el Brexit, dejando atónita a una generación de jóvenes que pensaron que la globalización, principalmente del libre flujo de capitales y de un mercado laboral abierto, sería la solución a las grandes demandas sociales de mejores condiciones de vida de muchas regiones del mundo, pero que fue incubando sus propias contradicciones con los grandes flujos migratorios que alentaron la xenofobia antiinmigrante en varios países europeos que no lograron o no respondieron para encontrar salidas al principal problema social y humano del siglo XXI.

Algunas interpretaciones de la victoria de Trump han considerado al florecimiento de la psicopolítica, que a través de las nuevas tecnologías de la comunicación política exacerban los sentimientos y percepciones básicas e inmediatas de la población, capturaron el descontento e inconformidad de los votantes.

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No obstante, la bandera antiinmigrante que enarboló Trump en la reciente campaña fue un elemento sustantivo de la estrategia electoral de los republicanos, es decir, más allá de su exitoso diseño propagandístico, explotó hábilmente parte del resentimiento de por lo menos de la mitad de los votantes de la llamada “Deep América”, cuya población fue afectada en sus fuentes laborales por el traslado de las empresas e industrias principalmente a México, cobijadas en el TLC de Norteamérica y atraídas principalmente por las abismales diferencias salariales que hay entre ambas naciones.

Más allá del optimismo, oportunismo y hasta chabacanería que están surgiendo en México, en círculo oficiales como de “opinadores” y de los llamados intelectuales de los círculos académicos “amañados” con la clase política, que buscan la manera de enfrentar al próximo gobierno republicano, la realidad es que probablemente veamos una oxigenación del “trasnochado nacionalismo mexicano” que calificaba en los años 90s el entonces secretario de Hacienda y actual Director de la OCDE, José Angel Gurría Treviño.

El nacionalismo que mantuvo en el poder al viejo PRI por lo menos hasta 1982, pero que abandonó al sumarse al Consenso de Washington a partir del gobierno de Miguel de la Madrid (1982-88) y que fortaleció el presidente Salinas de Gortari (1988-94) con la incorporación de México al TLC y consolidó Ernesto Zedillo, podría tener un reverdecimiento en la vida política e impactar en la próxima coyuntura sexenal del 2018.

El resurgimiento del “nacionalismo mexicano” con la llegada de un neopopulista de ultraderecha en la Casa Blanca modificará la correlación de las fuerzas políticas beneficiando a su principal abanderado que es Andrés Manuel López Obrador, dirigente de Morena, quien fortalecerá su posición como candidato presidencial para el 2018, pero afectará también a las alianzas electorales realizadas por los partidos de oposición (PAN-PRD) en diversas entidades efectuadas en los comicios del pasado 5 de junio, cuyo principal beneficiario fue el PAN, ganado siete gubernaturas de 12 disputadas.

Asimismo, esta circunstancia podría ser un golpe a las expectativas del atribulado y exitoso dirigente panista, Ricardo Anaya, de “derrocar al PRI de los Pinos en el 2018”, porque su meta podría transformarse en una quimera y en una alianza de facto con el partido tricolor, para evitar que el “populismo depredador de López Obrador”, como estigmatiza el panista queretano, arribe a la Presidencia de la República.

Fotos: Quadratín (cortesía).

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