¿POR QUÉ PERDIÓ LA JORNADA LA SOLIDARIDAD DE SUS INTELECTUALES?
|José Luis Camacho Acevedo, periodista por vocación
Es lamentable la situación que padecen los trabajadores de La Jornada que decidieron irse a la huelga en busca de mejorar sus condiciones laborales.
La solidaridad con ellos es no solamente obligada por compañerismo sino que también, como lo dice Heriberto Galindo, hay que salvar a La Jornada, por su condición de espacio de libre expresión en nuestro país.
La Jornada ha sido desde su fundación un elemento esencial en el desarrollo de la libertad de expresión en el contexto de los medios de comunicación de México.
Pero ahora, en medio de la severa crisis que vive, una crisis económica sumada a una evidente y drástica disociación existente entre los directivos con el sindicato, surgen preguntas que se habían venido quedando pospuestas entre los que hemos sido lectores constantes de La Jornada.
Cuando de pronto José Woldemberg, para mi gusto uno de los intelectuales que ejercen el periodismo con mayor prestancia en el país, y tal vez en el mundo de habla hispana, dejó de escribir en La Jornada y lo vi aparecer en las páginas de Reforma, reparé que junto con Pepe otros intelectuales de su jerarquía también habían dejado de ser colaboradores constantes y comprometidos con la publicación.
Era bien sabido que accionistas de La Jornada de la dimensión intelectual de Woldemberg, habían decidido no comprometerse más en la forma en que se administraba ese espacio de expresión tan importante en la vida de México.
Los accionistas de La Jornada que se separaron de la administración mandaban un implícito mensaje de estar en desacuerdo con la misma.
Creo que la administración de La Jornada le debe a sus lectores, cuando menos, tres respuestas a otras tantas preguntas que flotan en el aire:
1.- ¿Es cierto que existe un núcleo privilegiado, con fuerte olor a nepotismo, en el primer círculo administrativo de La Jornada?
2.- ¿Qué los intelectuales que colaboraban en La Jornada la fueron abandonando por sentir que la publicación había perdido en su conducción interior el carácter democrático que fue uno de los móviles originales que orientaron su política editorial?
3.- ¿Qué sin la claridad necesaria en un medio crítico, presuntamente independiente, de reconocido perfil democrático, jamás dio a conocer las razones por las que presuntamente fue salvada de sus últimas crisis económicas, laborales y fiscales por los gobiernos federales en turno, incluido el presente?
Imagino que si los directivos de La Jornada no dan respuestas claras a las interrogantes que los que hemos sido sus lectores desde su fundación nos planteamos, tendrán motivos solamente explicables de la existencia de una razón de compromiso de secrecía con quienes han sido sus salvadores recurrentes de las crisis que desde hace tiempo presagiaban un final como el estallamiento que la huelga iniciada por los trabajadores hace apenas unos días.
La Jornada llega al final de un episodio que se pudiera calificar como la crónica de una muerte anunciada.
O cuando menos eso parece.
Nada mal le vendría a quienes aseguran que la publicación seguirá apareciendo en sus ediciones impresas y digitales, a pesar de la huelga, una explicación clara y sincera a los lectores que le han dado vida y una de las mayores credibilidades editoriales en la historia del periodismo nacional a La Jornada.
¿O de plano ya La Jornada no es la misma que la de sus orígenes?