Café para todos: Enrique de la Madrid y la mariguana

 

Por Alberto Carbot, director de la revista Gente Sur.

Las recientes declaraciones del Secretario de Turismo, Enrique De la Madrid Cordero, en torno a legalizar el consumo de marihuana en Quintana Roo y Baja California Sur, para hacer frente al problema de inseguridad los en estos importantes destinos turísticos del país, ha generado un nuevo debate.

Al ser entrevistado el pasado jueves 25 -luego de su participación por tercer año consecutivo en la Conferencia Anáhuac-NRM Comunicaciones, “Perspectivas Turísticas para México 2018, que este año realizó su séptima edición-, el titular de la Sectur se refirió de forma pragmática a la necesidad de legalizar de la marihuana en México, un tema polémico que suscita gran controversia.

Aún cuando sus palabras luego de sus alocución en tribuna fueron “a título personal”, no hay que perder de vista que formalmente representa al gobierno federal, y sobra decir que si no ocupase la máxima responsabilidad en una de las áreas más importantes en la generación de divisas del país, sus comentarios no hubiesen provocado este cúmulo de observaciones y puntualizaciones sobre su arriesgada propuesta.

En su discurso previo, se refirió a los problemas de seguridad pública -que puede afectar a  un destino turístico-, y a los convenios que los gobiernos de Baja California Sur y Quintana Roo habían suscrito para intentar paliar estas dificultades que ponen en riesgo al sector y vulneran la integridad de los visitantes que son detenidos o extorsionados argumentando el supuesto combate al narcotráfico.

Posteriormente, ante los periodistas ratificó que “si queremos medidas diferentes, debemos tomar medidas diferentes” y planteó que “cuando menos, en las zonas turísticas, deberíamos legalizar el uso de la marihuana”, ya que “nos haría un enorme daño perder esos destinos por temas de combate al narcotráfico. Yo creo que el hacer legal no sólo el consumo, sino la producción y venta de marihuana contribuiría junto con otras acciones a (tener) destinos más seguros”.

“Si al país todo le cuesta trabajo me gustaría que pudiera hacerse en Baja California y Quintana Roo, los dos destinos turísticos principales de México que no tienen por qué ser víctimas de violencia o de un trato inadecuado”, dijo.

En el fondo, quizá De la Madrid pudiera tener razón, y no habría por qué escandalizarse al haber abordado directamente esta problemática. Sin embargo -profesando el pragmatismo del titular de Sectur-, las actuales condiciones socioeconómicas del país harían fracasar rotundamente una propuesta de esta naturaleza, porque más que solucionar el problema de la violencia desatada por el narco, lo agudizaría.

Analicemos el por qué.

Primero: el seno familiar ha perdido sus puntos de sustentación; se ha desarticulado y nadie ahí asume sus responsabilidades porque muchos hogares mexicanos se han convertido en progenies disfuncionales.

Así también, en las aulas -con su bajo nivel educacional, gracias a la incapacidad y apatía los mentores, hoy denominados “luchadores magisteriales”-, irresponsablemente no sólo han arrastrado a las nuevas generaciones a la inopia educativa, sino que además, en complicidad con políticos inmorales y deshonestos, -y los medios electrónicos manipuladores y mercantilistas-, le han arrebatado sus valores, expectativas de un mejor futuro y también su espíritu cívico, orgullo y pertenencia como nación.

Se ha conformado ya una sociedad casi analfabeta, apática, presta a la ley del menor esfuerzo y en la cual sólo cuenta la exigencia de sus derechos sin obligaciones, donde además campea la holganza y la displicencia.

Hoy los estándares aspiracionales -sobre todo de los denominados “ninis” que en su mayoría, 6 de cada 10, provienen de hogares en situación de pobreza y vulnerabilidad-, son las figuras de los grandes capos, dramatizados en prácticamente toda la televisión y medios electrónicos de México, Estados Unidos y Latinoamérica en su conjunto.

CASI 8 MILLONES DE JÓVENES NO TRABAJAN NI ESTUDIAN

Esos “ninis” mexicanos de entre 15 a 29 años -que no trabajan, ni estudian, ni poseen capacitación alguna y corren el riesgo de ser marginados de manera permanente del mercado laboral -, suman casi 8 millones y ubican a nuestro país entre las 5 naciones de Latinoamérica y del Caribe con esa problemática, de acuerdo al informe “Perspectivas económicas de América Latina 2017”, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

Estudios del Banco Mundial también señalan que en América Latina, 20 millones de jóvenes se hallan en este rubro, deformación social en aumento, que ha afectado a una de cada cinco personas entre los 15 y 24 años, a causa de la deserción escolar y empleos precarios.

Esos jóvenes mexicanos -y otros millones más, hombres y mujeres en situaciones similares-,  son carne de cañón para los narcotraficantes, no sólo como potenciales consumidores, sino también como fatuos integrantes de sus filas. Esa es la realidad.

Segundo: nada se ganaría con establecer territorios exclusivos para consumidores de marihuana. Con o sin barreras divisorias de por medio -a pesar de la gran batalla por parte de las fuerzas armadas y la policía federal para desmantelar a los poderosos cárteles-, ellos proseguirían sistemáticamente su labor criminal.

Las “fronteras de la mariguana” seguramente serían vulneradas por los capos que tratarían de seguir imponiendo sus reglas como lo han hecho hasta ahora, resultado de la corrupción que también permea a las fuerzas encargadas de combatirlo, y al parecer tan arraigada en el gen nacional, cual aciaga maldición que no se pudiera conjurar.

La violencia de los cárteles seguramente tampoco disminuiría. Es una quimera considerar que simplemente dirían adiós a su imperio y que pacíficamente aceptarían que derivada de la propuesta del secretario Enrique De la Madrid, otro organismo -necesariamente regido por el Estado-, controlara su ciclo de producción y comercialización.

Además, habría que tomar en cuenta el dilema del accionar de los cárteles hacia el mercado interno del país, que se ha complicado luego de que desde el primer día de este año, California se convirtió en la octava entidad de Estados Unidos –de un total de 50-, donde se legalizó el cultivo, consumo y comercialización de la marihuana con fines recreacionales y espera recaudar casi 7 mil millones de dólares por esta vía.

Hay que destacar por otra parte que 29 estados de EU, al igual que México -que desde el 28 de abril de 2017, reformó su Ley General de Salud, para despenalizar el cultivo y el uso medicinal y terapéutico de los derivados de la cannabis-, también permiten hoy el uso de la marihuana medicinal.

A California, Alaska, Colorado, Maine, Massachusetts, Nevada, Washington, Oregon y Washington D.C., se sumará Vermont, que a partir del 1 de julio próximo se convertirá en el noveno estado en reglamentar el uso recreacional de la marihuana. Se autorizará la posesión de hasta 1 onza (28.34 gramos, que teóricamente permiten elaborar o “forjar” hasta 3 ó 4 cigarrillos), 2 plantas maduras y hasta 4 plantas inmaduras a mayores de 21 años, aunque no legalizará su comercio.

En el camino de la legalización se halla Canadá, país que respondiendo a una promesa de campaña del primer ministro Justin Trudeau, refrendará  el consumo de marihuana para usos recreativosen todo su territorio, a partir del 1 de julio próximo.

Hay que dejar muy bien sentado que las restricciones para su venta y consumo son muy rígidas. Entre ellas, los llamados “dispensarios” no podrán operar a menos de 183 metros de alguna escuela o 300 metros de parques públicos, guarderías y otras áreas. A los consumidores no se permite fumarla en público y se prohíbe su consumo a menos de 300 metros de una escuela, guardería o cuando haya niños cerca, o también fumarla mientras se conduce, por citar sólo unas cuantas. Su contravención es fuertemente sancionada.

De allí que desde el punto de vista “empresarial” el espacio de la venta de los cárteles mexicanos, sobre todo en la frontera, se reducirá drásticamente y sólo les queda comerciar la droga en el mercado negro, ofertándola a más bajo precio o diversificar sus opciones de tráfico de las llamadas drogas “duras”.

¿Qué harán con la marihuana mexicana que se presume ya no cruzará esa línea divisoria? Es hipotéticamente simple: distribuir los excedentes en el mercado nacional, donde su consumo ha ido en aumento, lo cual se ha convertido ya un problema “gravísimo”, como lo sostiene Manuel Mondragón y Kalb, titular de la Comisión Nacional Contra las Adicciones (Conadic).

El funcionario aseguró que durante el período 2016-2017, el consumo de mariguana entre menores de edad -que hoy sorprendentemente se inicia desde los 10 años-,  se duplicó, al pasar de 1.3 por ciento a 2.6, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco, realizada en colaboración con el Instituto Nacional de Psiquiatría.

“Hay que resaltar la propensión de los menores de edad hacia la adicción a la marihuana, la cual es el doble de la que se presenta en adultos, así como los daños a su desarrollo físico y neurológico, que en muchos casos son irreversibles” dijo el titular de la Conadic.

Información publicada en el diario “Excélsior”, cita informes de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), obtenidos a través de investigaciones realizadas en Sinaloa, Chihuahua, Durango, Guerrero, Michoacán y Oaxaca. Éstas revelan que puesto en el sembradío, el kilo de mariguana cuesta entre 200 y 500 pesos.

Pero conforme avanza la estructura que se utiliza en su transportación y se distribuye entre las personas que la harán llegar al mercado de Estados Unidos, su precio se dispara hasta los 12 o 13 mil pesos. En territorio mexicano su costo alcanza los mil y 2 mil pesos por kilo, dependiendo si el destino es el centro o sur del país.

Si nos ajustamos a la primera cifra, de un kilo podrían obtenerse entre 140 y 150 cigarros de mariguana, a un costo unitario de aproximadamente 7 pesos, un monto accesible, si tomamos en consideración que un paquete de cigarrillos cuesta actualmente 50. Las cifras están allí y los riesgos de incrementar el número de niños y jóvenes adictos entre la población mexicana es real.

Tercero: no menos significativo -en la que considero por el momento, poco factible la propuesta del titular de Sectur-, es el hecho de los daños que el consumo y la adicción de la marihuana trae consigo.

De acuerdo al Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas (National Institute on Drug Abuse-NIDA por sus siglas en inglés), el Manual de diagnóstico y estadísticas de los trastornos mentales define el término “adicción” como equivalente a un grave trastorno por uso de sustancias; una enfermedad crónica y recurrente del cerebro que se caracteriza por la búsqueda y el consumo compulsivo de drogas, a pesar de sus consecuencias nocivas.

“Se considera una enfermedad del cerebro porque las drogas modifican este órgano: su estructura y funcionamiento se ven afectados. Estos cambios en el cerebro pueden ser de larga duración, y pueden conducir a comportamientos peligrosos que se observan en las personas que abusan de su consumo”, asegura el organismo de salud estadounidense.

Específicamente refiere que la  marihuana “es la sustancia ilegal que más se consume. Esta droga deteriora la memoria a corto plazo y el aprendizaje, la capacidad de concentración y la coordinación. También aumenta la frecuencia cardíaca, puede dañar los pulmones y aumentar el riesgo de psicosis en quienes padecen una vulnerabilidad subyacente” y agrega que “un estudio reciente mostró que si se empieza a consumir marihuana habitualmente durante la adolescencia, puede perder un promedio de 8 puntos de su coeficiente intelectual (CI o IQ, por sus siglas en ingles) y no recuperarlos de vuelta, aún si se deja de consumir”.

En el pasado reciente, el debate sobre la legalización o no del consumo de mariguana y su uso medicinal en nuestro país, ha sido objeto de 5 foros y 2 encuentros promovidos por el Congreso, pero en palabras del titular de la Conadic Manuel Mondragón y Kalb, sí genera adicción y altera el estado óptimo de bienestar del organismo, incidiendo en aspectos físicos, neuropsiquiátricos, así como familiares, educativos, laborales y sociales.

Incluso Juan Ramón de la Fuente, exsecretario de Salud y exrector de la UNAM, coordinador de un estudio de investigadores compilado en el libro “Marihuana y salud” publicado por el Fondo de Cultura Económica, expresó recientemente en “El Universal” que el estudio “ratifica que fumar marihuana representa un riesgo para la salud mental, sobre todo cuando se inicia en etapas tempranas de la vida o bien si se consume cotidianamente. Pero no es el caso de los usuarios ocasionales.

“Por otro lado -dice-, también está claro que la marihuana produce efectos nocivos en la salud. Negarlo sería igualmente absurdo. De hecho, el estudio mencionado documenta con objetividad que aumenta el riesgo de los accidentes de tránsito si los conductores han consumido marihuana y que, por supuesto, ésta no debe dejarse nunca al alcance de los niños, pues se han registrado casos por intoxicación accidental. Pero no se le conocen dosis letales.

Asimismo aclara que “si bien es cierto que la mayoría de las personas que consumen marihuana lo hace con fines recreativos, también lo es que sus indicaciones terapéuticas se han ido afianzando.

“En pacientes con dolor crónico, la mejoría sintomática es evidente. Ahí hay una indicación que no es menor, si consideramos que cerca del 20 por ciento de la población lo padece o lo ha padecido. También mejoran significativamente los espasmos musculares que presentan los enfermos con esclerosis múltiple, y hay evidencia suficiente que muestra el efecto benéfico sobre la náusea y el vómito causados por la quimioterapia en pacientes con cáncer. Con eso bastaría para justificar la disponibilidad en el mercado de los medicamentos derivados de la cannabis”.

No obstante, el exrector de la UNAM enfatiza que el uso de la marihuana “en personas con antecedentes de trastornos mentales previos, pueden agravar los síntomas. Puede haber crisis de ansiedad e incluso cuadros psicóticos. Aquellos usuarios que desarrollan dependencia a la marihuana tienden a abusar también del alcohol y del tabaco. Los efectos nocivos de la marihuana sobre algunas funciones cognitivas, tales como la memoria y la atención, se acentúan si se inicia su uso en la adolescencia, cuando aún está en curso el proceso de maduración neuronal.

“La marihuana no es inocua, pues. Pero es mejor investigarla, regularla, y difundir sus bondades y riesgos, que simplemente prohibirla y creer que por ello desaparecerá de nuestra sociedad. Nada más falso”, asegura el ex titular de Salud, cuya opinión se contrapone con la de Fernando Cano Valle, experto universitario y extitular de la Conadic, quien sostiene que “la marihuana se ha incorporado como una vía hacia drogas más duras” y que 6 de cada 9 personas que la usan todos los días “son potenciales consumidores de otras drogas, específicamente cocaína y anfetaminas”.

Desde siempre, el experto ha reiterado que legalizar la marihuana “no es un camino viable, ni razonable” desde el punto de vista de la salud, ya que México carece de capacidad sanitaria para la demanda de atención y de recursos económicos para la rehabilitación, por lo que la despenalización del uso de la marihuana “es irracional” y científicamente se ha demostrado que su consumo desata cuadros psicóticos y dispara mecanismos cerebrales antisociales

Su consumo “provoca cuantiosos daños en el cerebro, la memoria, el sistema de locomoción y el estado psíquico, y quedó demostrado con el fracaso del proyecto para disminuir el tabaquismo y el alcoholismo”, dijo y sostuvo que a México que no se le deben imponer modelos de legalización, conforme a la experiencia de Holanda, Portugal, Uruguay y Estados Unidos.

La propuesta muy arriesgada y polémica por parte del Secretario de Turismo, Enrique De la Madrid Cordero, no dejará de suscitar discusión entre especialistas y observadores del acontecer nacional. Lo cierto es que México no está todavía preparado para ella. Lo peligroso de su planeamiento estriba en que no se convierta en modelo de una salida cómoda o simple ocurrencia para afrontar los problemas derivados del cruel e inhumano accionar de la delincuencia organizada en México.

Sinceramente, sería terrible que algún cretino proponga que para disminuir los índices de violencia en México, también se reglamenten y legalicen el “derecho de piso”, los secuestros y las ejecuciones extrajudiciales y queden “amnistiados” o sin castigo los crímenes y graves delitos cometidos contra miles de familias agraviadas en nuestro país.

Foto de portada: El Rincón del Chamán

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