La sexta reforma política, ¿traje a la medida?

Pues a ver a qué santo se encomiendan los consejeros de los órganos electorales estatales (OPLEs) porque la podadora de la 4T ya los trae entre ojos.

Y aunque uno no se quiera ver sospechosista, todo apunta a que la reforma político-electoral que viene busca entre otras cosas eliminar obstáculos a la nueva mayoría partidista para echarse a la bolsa algunas gubernaturas.

Sólo los mal pensados se atreverían a decir que la eliminación de los OPLEs sería uno de los primeros pasos para construir el mundo feliz de la 4T, aunque luego tendrían que designarse representantes estatales coordinados por el INE, nombrados por ya saben qué fuerza mayoritaria.

Y con eso de que las elecciones federales intermedias además de la renovación de la Cámara de Diputados federal involucra como plato fuerte votaciones en 13 estados donde cambiarán de gobernador -de los cuales 8 son del PRI, 3 del PAN, 1 PRD (el último) y 1 independiente (el del Bronco)-, esto las convierte en una muy apetitosa bolsa política.

Aunque estas son todavía suposiciones, vamos por partes.

El foro de análisis organizado por el Congreso de la Unión que supone la búsqueda de consensos para consumar una nueva reforma político-electoral, en un afán por justificar el dicho de que el mandato de las urnas fue el de “hay que transformarlo todo, todo”, ha encendido los focos amarillos que ven un enorme riesgo de que se pulverice el modelo electoral vigente y de paso haga añicos a otras instituciones.

En la canasta de reformas que la mayoría en el Congreso buscaría aprobar como mandato de la 4T, asoman temas que hacen pensar en añoranzas al pasado y la centralización del control electoral a través del acotamiento del INE y su autonomía y la eliminación de los organismos estatales electorales (OPLEs) que apenas debutaron el año pasado.

El razonamiento base de estos y otros cambios es lo que se ha cuestionado siempre, que el nuestro es el sistemas de partidos y de elecciones más caros del mundo. Lo cual es cierto, pero lo que ha faltado añadir es que la democracia en México es la más cara por un elemento nodal, la desconfianza.

Desde 1977 a la fecha se han producido cinco grandes reformas político electorales, que dio sus primeros pasos con la tímida pero histórica entrada de México al pluralismo con Jesús Reyes Heroles, hasta el reconocimiento a la madurez de los ciudadanos para organizar las elecciones, fiscalizar el uso de los recursos públicos de los partidos y contar los votos, con la garantía de la autonomía plasmada en la Constitución.

Pero en medio de la algarabía de la nueva mayoría en el Congreso, que dice a quien quiera escucharlo que están listos para una nueva y profunda reforma de Estado, pues la primera duda que salta es si es necesaria o no.

Por lo que se aprecia, la sexta gran reforma en 34 años trae temas de dulce, chile y de manteca, que deberían ser analizados de manera que no quede en ocurrencias y lo peor, que implique un retroceso en el proceso democrático y plural de nuestro país.

¿Si el modelo ha funcionado bien, es necesario reformarlo? Es pregunta válida dele propio consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova a quien dicen que la nueva mayoría lo ve como pato en temporada de patos.

El punto de arranque pasa por un debate al que los partidos no le han querido entrar en las últimas décadas, el de reducir sus prerrogativas, lo mismo ocurre con el tamaño del Congreso y de su elevado presupuesto, pero también pasa por un tema que está empantanado y tiene que ver con la revocación del mandato –pues los opositores a la actual administración lo consideran reeleccionista- y la camisa de fuerza que le quieren poner al INE.

Las propuestas

En términos muy pero muy generales la reforma política que se pretende aterrizar tiene los siguientes temas.

*Reducir 50 por ciento el presupuesto de los partidos, que implica una reforma constitucional.

*Desaparición de los OPLEs para que el INE asuma directamente la realización de las elecciones. Lo que implicaría que cada Congreso estatal apechugara y se circunscribiera a lo que determine el centro, escenario que supone un conflicto con las autonomías y el Pacto Federal.

*Recortón al gasto de los órganos electorales hasta reducirlos a su mínima expresión. Esto hace recordar la bella época de la Comisión Federal Electoral (CFE) bajo control del gobierno.

*Reducir el tamaño del Congreso. Existen diferentes propuestas para eliminar un tercio de los escaños y curules. A ver si es cierto.

*Revisión de las reglas para determinar el gobierno de mayoría en el Congreso.

*Revocación del mandato y consulta popular. El primer tema está empantanado. En el segundo se pretende hacer más laxos los requisitos.

*Aumentar los mecanismos de la sociedad en la vigilancia, escrutinio y control del gobernante. Por si hiciera falta a todo el espectro de reglas y leyes políticas.

Este abanico de propuestas se enfrenta a un razonamiento lógico: Si el modelo ha funcionado adecuadamente y las pruebas están en los resultados electorales de 2018 y los estatales de este año en Puebla y Baja California, no se ve necesario un cambio de modelo. ¿O sí?

El punto es entonces si se justifica o no meterle mano sobre todo a los temas de los órganos electorales. Insistimos porque no vemos claro.

El Consejo General del INE sostiene que nadie está en contra de la austeridad, siempre y cuando no se ponga en riesgo la operación misma de las elecciones y la certeza de éstas.

Verdad o mentira

Lo malo, hay que decirlo, es la percepción de que la mayoría de los consejeros del INE son vistos como personas incómodas al régimen. Y eso es harto preocupante.

Y mire, en el caso de las OPLEs la idea de desaparecerlos se basa que no son confiables y que el balance general en el desempeño de éstas es negativo. ¿Será verdad o será mentira?

El debate sin duda será amplio sobre todo porque no se cuenta con la claridad suficiente de lo que se pretende cambiar.

Hay puntos que chocan entre sí como el hecho de que los súper coordinadores encargados de los programas sociales del gobierno federal en los estados, son al mismo tiempo fuertes prospectos para convertirse en candidatos a las gubernaturas en juego, en tanto que los posibles representantes del INE que sustituirían a los OPLEs serían nombrados por un Congreso con mayoría partidista de domicilio conocido. ¿Se acuerdan de la reciente integración de la CRE? Pues así pinta.

Una de las propuestas que bien podría considerarse sin complicaciones es el uso de la urna electrónica, para estar sintonizado a los nuevos tiempos tecnológicos, cuidando de evitar episodios como el de la caída del sistema de 1988, que marcó una época oscura y esperamos ya superada.

El consenso es importante para darle legitimidad a cualquiera de las reformas que se aprueben. De otra manera la regresión política nos atropellará.

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