Tec&Com | Internet para todos, ¿Internet para qué?

Por José A. Ponce, especialista en comunicación estratégica.

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Internet es una poderosa herramienta, con enorme potencial para impulsar el desarrollo en todas sus escalas.

El desarrollo implica la búsqueda del bienestar y la prosperidad de los ciudadanos en las diferentes dimensiones que forman parte de sus vidas.

En cuanto al desarrollo social, un Estudio Mundial de la Universidad de Michigan (2007) demostró que el uso de Internet reafirma a la persona al intensificar su sensación de seguridad, libertad personal e influencia, factores que tienen un efecto positivo sobre la felicidad y el bienestar personal.

De acuerdo con el informe, dicho efecto es especialmente benéfico en individuos con bajos ingresos y menos cualificados, en quienes viven en países en vías de desarrollo y en las mujeres.

También fortalece la cultura de la autonomía del individuo en el trabajo –espíritu emprendedor-, el mercado –consumidor informado y proactivo-, la educación –estudiante más informados y con pensamiento crítico, efecto de nuevas pedagogías como e-learning-, y los medios –audiencias activas-.

En la salud –sistema de gestión sanitaria centrado en el paciente-, movimientos sociales –cambio desde la base de la sociedad, como el ecologismo-, gobierno electrónico –ciudadano informado y participativo- y la política –ciudadano independiente, capaz de participar en redes políticas autogeneradas.

Son varios y diversos los espacios de articulación donde las oportunidades de cambio social se manifiestan mediante el uso de Internet. En México, vivimos un proceso de recomposición donde el Gobierno pretende jugar un rol más estratégico y funcional en beneficio de los excluidos, con lo cual espera ampliar no solo la cobertura, sino la calidad del contenido que circula por la Red.

Internet para todos

En este contexto, es buena noticia que el Gobierno Federal anuncie la creación de la empresa estatal CFE Telecomunicaciones e Internet para Todos, que proveerá servicios en 10 mil puntos estratégicos, con el fin de atender a 80% de la población de escasos recursos en los lugares más apartados del país.

La apuesta del gobierno federal busca utilizar la red troncal de fibra óptica de la CFE, para conectar a más de 40 millones de mexicanos, entre ellos a la capa que radica en las zonas más empobrecidas e inaccesibles, y tal vez menos atractivas para la rentabilidad comercial de quienes administran hoy Internet.

Esta red estaría integrada entre 24 mil y 50 mil kilómetros de cables de fibra, red instalada durante los gobiernos anteriores y que sería usada para transmitir datos.

Esa misma red se utilizará para la conectividad del Banco del Bienestar, antes Banco del Ahorro Nacional y Servicios Financieros (Bansefi), que ampliará sus servicios a las localidades más rezagadas del territorio nacional.

Sin duda, un gran anuncio, que contribuirá a fortalecer herramientas como la conectividad, inclusión y habilidades digitales, operatividad que requieren millones de mexicanos -usuarios y no usuarios de esta clase de servicios- para su desarrollo.

No obstante, aunque ya tenemos una penetración que alcanza un 71% (Asociación de Internet 2019), hay que debilitar las barreras de acceso como no saber utilizar la herramienta, que se encuentra presente en el segmento de más de 34 años. El costo elevado del servicio también se percibe como una de sus principales barreras en el segmento de 17 años o menos.

Que podemos esperar…

Está demostrado (Serrano, Martín, 2019), que los sistemas de comunicación-información dominantes “dan prioridad de acceso a la información menos original, menos discrepante, menos matizada y ponderada”.

En las sociedades modernas, la banalidad y redundancia de la oferta comunicativa son el efecto de la uniformidad que domina la producción de las industrias culturales que generan contenidos destinados al consumo masivo. Estos productos prevalecen en los temas de todos los sistemas de difusión, incluida la red de redes.

Se entiende que las empresas privadas que controlan dichos sistemas, no tienen por qué asumir las funciones educativas de las escuelas. Pero ahora, con la nueva empresa pública, se deberá exigir que su influencia no anule los esfuerzos de la educación formal, dedicados a formar en el pluralismo y para la creatividad, ya que estas empresas son actores principales de socialización.

Como bien se sabe, la influencia de los materiales comunicativos- informativos que estas empresas gestionan, es mucho mayor que la influencia de la familia y de la escuela, durante la infancia, adolescencia y juventud. Por eso, las empresas comunicativas del Estado deben asumir la responsabilidad en la forma de percibir, la memoria, lenguaje, en la cognición y en los valores de cada nueva generación.

Esperemos que ahora sí con el Internet para todos tengamos mayor capacidad de vigilancia y supervisión de estos contenidos.

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