Seguridad o libertad. La disyuntiva de la sociedad compleja contemporánea

Por Gerardo René Herrera Huizar, consultor y especialista en Comunicación Estratégica y Seguridad.

La libertad se manifiesta a los hombres en diferentes tiempos y bajo diversas formas, y no se sujeta exclusivamente a un estado social, ni se encuentra sólo en las democracias…La igualdad forma el carácter distintivo de la época en que ellos viven, y esto basta para explicar por qué la prefieren a todo lo demás.
Fuera de esta razón, hay otras que en todos los tiempos conducirán a los hombres a preferir la igualdad a la libertad.
Alexis de Tocqueville, “La democracia en América”.

Un añejo debate que se ha desarrollado en diversos ámbitos, el filosófico, el jurídico, el sociológico e incluso el económico, es el de la disyuntiva entre la seguridad, como condición indispensable para garantizar la tradicional y primigenia función del Estado en su calidad de garante de la preservación de la vida y la propiedad de los individuos y la libertad como aspiración y condición para el ejercicio de los naturales e inalienables derechos de la sociedad.

Los argumentos se ubican, comúnmente, en posiciones mutuamente excluyentes, en los que se perfila la idea de que, para lograr mayores niveles de seguridad (obligación estatal), es necesaria la cesión de libertades (por parte de los ciudadanos).

Las circunstancias de la vida moderna, catalizada por un avance tecnológico geométrico, ha puesto a disposición de cualquier individuo recursos que le dotan de capacidades de interacción con su entorno nunca imaginadas, prácticamente sin restricciones de tiempo, lugar o ambiente, su capacidad de comunicación es universal y puede optar por el anonimato, lo que puede despertar en el Estado celos ante la emancipación.

Pero, paralelamente las sociedades se ven expuestas a antiguas y nuevas amenazas y riesgos, reales o virtuales, conflictos intestinos, desplazamientos, amenazas bélicas, terrorismo, violencia criminal y otras asociadas al medio ambiente o a tensiones sociales, que recrudecen la discusión sobre la orientación que debe darse a la política y a la acción del Estado para su atención.

La tentación natural, particularmente en regímenes autoritarios o tendientes al autoritarismo, es la expansión de facultades de control, mediante la expedición de leyes que, exhibiendo la potencial amenaza o una crisis como justificación, otorguen mayores capacidades a la autoridad para la invasión de la privacidad individual, en aras de proveer mayor seguridad, lo que, está comprobado, la mayoría de las veces no se logra y si conduce, casi de manera infalible, a la conculcación de derechos y libertades.

No resulta extraño encontrar ejemplos remotos y recientes de manipulación social mediante el planteamiento de escenarios atemorizantes o de plano aterradores respecto de potenciales amenazas con intencionalidades diversas: para desviar la atención sobre temas relevantes, inducir posicionamientos políticos, implantar medidas impositivas, transformar los sistemas de justicia o simplemente justificar decisiones arbitrarias que buscan extender las facultades de los entes de poder, aun a costa de la libertad social.

La pregunta es si esta interpretación dicotómica, casi siempre excluyente, entre libertad y seguridad, puede encontrar un razonable equilibrio. La respuesta es afirmativa si se incorporan a la ecuación argumentaciones menos radicales que la suma cero y se reduce a su mínima expresión la tentación autoritaria por parte del Estado.

Un razonamiento fundamental se ubicaría en la concepción del moderno Leviatán, como el orientador, el facilitador y el generador de condiciones para el intercambio colectivo armónico, mediante una renovada visión de su naturaleza, sus finalidades y facultades, sí como garante del estricto cumplimiento del pacto social, del respeto de todos a las reglas del juego y los equilibrios internos. Para ello, no requiere conculcar libertades sociales ni excederse en facultades invasivas, sino la simple y sobria observancia de las normas producidas y aceptadas de común acuerdo por el conglomerado social.

Resumiendo, el equilibrio entre seguridad y libertad es posible y existen casos de éxito en diversas latitudes, pero para ello es indispensable transformar el paradigma no sólo del poder, sino de la sociedad, cada vez más comunicada y abierta que permita concebir a la seguridad como una condición fundamental, no para minar, sino para ampliar las libertades y los derechos de la sociedad, el tránsito hacia la felicidad como aspiración vital. No es utopía.

Publicado en El Rincón del Chamán con autorización del autor.

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