En Contexto. La ciencia de gobernar y el sentido común

Por Luis Acevedo Pesquera, periodista y académico de la UNAM.

La política, insistía Weber, se mueve entre pasión, sentido de la responsabilidad y sentido de la distancia.

El hecho de que México sea uno de los pocos países del mundo sin un plan para enfrentar la crisis económica provocada por el coronavirus no nos debería extrañar.

Recordemos que, en junio del año pasado, durante una de sus giras por el Estado de México el presidente Andrés Manuel López Obrador advirtió: “no crean que tiene mucha ciencia el gobernar. Eso de que la política es el arte y la ciencia de gobernar no es tan apegado a la realidad; la política tiene más que ver con el sentido común que es el menos común, eso sí, de los sentidos”.

Y si en ese momento no creía en la importancia que significa gobernar, tampoco tenía claro lo que es el sentido común. Hoy, todo indica que todavía no ha entendido lo qué significan.

Mostró, como sucede entre todos los que hacen política activa y sin responsabilidades constitucionales o legales, que basta con exponer algunas ideas claramente persuasivas sin que la objetividad o la veracidad del discurso se traduzcan en compromisos, en acciones en las se trate de consolidar alianzas o consensuar decisiones políticas.

Ese tipo de retórica, también llamada superficial o grilla, no responde a la realidad ni al sentido común; al contrario, no es para todos sino solamente para propiciar el aplauso de la galería militante o para marcar diferencias. Pero, al final, tiene consecuencias.

Cuando se ejerce acción política, constitucional y comprometida, el discurso refleja, en cambio, un claro sentido de organización, cuenta con un diagnóstico y propone una estrategia porque está orientado a persuadir y convencer en función de la oportunidad y su posible eficacia.

Generalmente en esa acción se reconoce que las propuestas podrían no tener una validez o aceptación universales, por lo que se trata de ofrecer argumentos razonables para atraer a los opositores y acortar la distancia entre la mayoría de la ciudadanía. Pero nada así se escuchó en el discurso reiterativo de las líneas esenciales del Plan Nacional de Desarrollo del actual régimen previsto para un escenario sin crisis.

En los dos casos de la política, es indispensable construir percepciones que sean reconocibles mayoritariamente y sustentar ideas o programas con orientación al convencimiento, pero no a la división ni a la radicalización social porque la acción política pierde entonces el sentido común.

Maquiavelo había advertido del riesgo de no tomarse en serio a la política y de dividir a los ciudadanos, porque eso deteriora la fuerza del poder. Es Max Weber quien alerta sobre la importancia de que las acciones políticas sean verosímiles o que correspondan a alguna situación precisa de la realidad para que unan a la población en causas comunes.

Decía que, si el propósito central es la eficacia, por encima o sin importar los medios, la acción política estaría en el terreno de “los pactos con el diablo”, porque anula cualquier argumento que trate de argumentar de medidas o decisiones basadas en principios, valores, transparencia o la verdad.

La política, insistía Weber, se mueve entre pasión, sentido de la responsabilidad y sentido de la distancia. Lo que hace que el gobernante, en su actuación como político, no se convierta en alguien que solo busca el poder, para después no saber qué hacer; pero tampoco, cuando tiene el poder tiene que desempeñarse como un ingenuo o idealista.

Quienes no entienden la política o se encierran en sus ideas y se confunden ante el sentido común negar los conocimientos, creencias y explicaciones, fundamentadas en las experiencias personales y en la sabiduría popular porque son compartidos por la mayoría y son aceptados como las medidas más prudentes, sensatas, lógicas y válidas, tienden a perder la confianza de los ciudadanos.

Esas explicaciones y medidas son las que han dado sentido a la historia de la humanidad en la defensa de la libertad y en la construcción de la democracia.

Y es lo que se esperaría cuando en medio de una devastadora emergencia se le dice a quienes sufren la incertidumbre del desempleo o la ruina que “todo va a estar bien”, que “vamos a salir de esta”, que “el problema es transitorio” o con toda solemnidad que el plan mexicano será “un modelo a seguir”.

El sentido común dicta por ofrecer una estrategia sensata y adecuada como reacción política frente al dolor de algunos, la tragedia de muchos y la crisis nacional, que será de todos.

Ante los inminentes riesgos socioeconómicos, el discurso gubernamental no ha sido capaz de asumir su responsabilidad como una acción política orientadora ni ha mostrado que se apoya en el sentido común, del que se presumió en junio de 2019 en el Estado de México.

En cambio, crece la percepción de que al no acercarse al interés común, la retórica pierde su sentido.

@lusacevedop

Foto de portada: tomada de Internet.

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