La nueva normalidad en proceso

Por Gerardo René Herrera Huizar, consultor especialista en Seguridad y Comunicación Estratégica.

“La pandemia no puede ser combatida con mentiras y desinformación, ni tampoco con odio y disturbios. El populismo que niega los hechos está mostrando sus límites. Una democracia necesita verdad y transparencia”. Angela Merkel

El deterioro económico que ha producido, como efecto colateral pero de gran impacto, la pandemia, ha obligado al paulatino retorno a la actividad. Plazas y establecimientos de diversos giros comerciales han reabierto sus puertas y la población, en no pocos casos, se ha volcado, mascarilla y gel antibacterial de por medio, de nuevo al consumo.

El mapa semafórico se va matizando, más que por un manejo científico y de control de la enfermedad, puesto que las cifras de contagios y defunciones siguen en aumento, por un manejo político y mediático.

Ante la incertidumbre sobre la duración que pueda esperarse y la poca capacidad para controlar y aplanar la famosa curva, se ha optado, evidentemente, por el desconfinamiento paulatino y el retorno a la actividad, para tratar de amortiguar la caída.

No es que vayamos ganando la batalla al virus, la realidad es que vamos perdiendo no sólo en el terreno de la salud y en la afectación social y psicológica de la comunidad, en la pérdida de libertad y en la expectativa económica, de tal manera que, a pesar del riesgo, que sigue vigente, es indispensable sumergirnos, poco a poco en la nueva normalidad, cualquier cosa que ello signifique.

Por lo que se observa, se puede advertir que en realidad lo único nuevo, al menos para el caso mexicano, es salir del encierro, enfrentar el pánico del potencial contagio y acostumbrarse a vivir en permanente riesgo en tanto se encuentra una cura que pueda ser avalada por los organismos internacionales de salud y suministrada de manera legal.

Circulan por ahí tratamientos sobre los que algunos expertos dan testimonio de efectividad para prevenir y combatir la enfermedad cuando ya está presente, particular y más ampliamente difundido, el del suministro de dióxido de cloro (CLO2), que ha generado gran polémica y rechazo oficial, pero sobre el que existen testimonios de buenos resultados.

Mientras tanto, el debate sobre la realidad de la letalidad del virus y la proporcionalidad de las medidas adoptadas por los gobiernos se intensifica, cuestionando particularmente los efectos secundarios que el manejo político de la crisis sanitaria ha producido en la libertad y la salud mental de las sociedades, sugiriendo una intencionalidad orientada al control social mediante la incentivación deliberada del miedo, del temor colectivo, sin faltar, desde luego, señalamientos conspirativos y de intereses económicos de las grandes farmacéuticas.

Un ejemplo que se suma a los cuestionamientos y que circula en redes sociales, es la conformación en Alemania de la Comisión Extraparlamentaria de Investigación sobre el Coronavirus (ACU), una organización ciudadana que pone en tela de juicio el manejo y las medidas gubernamentales adoptadas durante la pandemia y los efectos sociales e incluso constitucionales que éstas han producido, desde un foro multidisciplinar convocado por científicos.

Indudablemente, la nueva normalidad está en proceso y nos deja una certeza: la de que la incertidumbre, el miedo y el riesgo nos acompañarán por mucho, mucho tiempo en la vida cotidiana con consecuencias impredecibles, mientras las cifras letales siguen en aumento.

Imagen de portada: Quadratín.

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