4T. Consolidación o ruptura

Por Gerardo René Herrera Huizar, analista político, experto en seguridad nacional.

No se sabe a ciencia cierta cuál haya sido la intencionalidad del Presidente de dar el banderazo de salida a la carrera sucesoria de una manera tan anticipada, apenas al término de la primera mitad del sexenio.

Quizás habrá pensado en sacudir el árbol para que los suspirantes de Morena exhibieran sus reales intereses y ambiciones dado, bien sabido es, lo proclive que es el mandatario a la ponderación de las lealtades como bien máximo en el ejercicio público.

Tal vez haya pensando en motivar a la macilenta oposición a mostrar sus cartas y tener la posibilidad de operar en consecuencia para desarticular cualquier riesgo de consolidación en bloque, teniendo para ello todavía tiempo y abundantes herramientas para descarrilarla.

Realmente no sabemos qué es lo que ha pasado por la mente del presidente de la República, pero lo evidente es que el tablero ha comenzado a moverse, aún entre sutilezas, al interior del partido gobernante y no tardaremos en ver la alineación de tirios y troyanos en uno u otro bando en donde las lealtades, nuevamente, se irán desdibujando para aspirar a otros horizontes.

Es evidente que el movimiento regenerador no ha llegado a su madurez política y que perviven serios desajustes en su seno que limitan su consolidación como partido y sobre todo la permanencia e inamovilidad de los postulados transformadores de la vida pública de México, como para evitar que sean impactados por una alternancia.

El primer desafío que ya se enfrenta es mantener la unidad del movimiento ante las señales elocuentes sobre las preferencias del líder para elegir, a la vieja usanza, a su sucesor, con las inherentes desavenencias y frustraciones de quienes, sintiéndose también con méritos, van siendo dejados de lado.

Es natural pensar que ninguno de los virtuales contendientes dejará de hacer uso de todos sus recursos, experiencia y posición privilegiada para lograr el beneplácito final, todavía lejano, del hasta ahora conductor de los destinos nacionales, cuyas determinaciones no admiten contradicción alguna.

El prematuro destape de la jefa de Gobierno de la ciudad capital como evidente favorita al relevo presidencial, sería ingenuo no asumirlo así, ha puesto en alerta a los otros dos personajes abiertamente interesados y ya han dado muestra de sutil operación para evitar ser dejados fuera.

Como sea, lo cierto es que, llegado el momento, sólo uno de los, hasta hoy, tres posibles, será ungido por el dedo oficial. La pregunta es ¿qué camino seguirán aquellos que, indefectiblemente, no hayan gozado de la gracia del habitante de palacio?

El escenario que se presenta como más factible, dados los hechos, se orienta a la fragmentación interna, al menos con tres facciones y a la búsqueda de alianzas externas de cada una de ellas con la oposición que, también desarticulada, tomará partido por aquel segmento que le ofrezca mejores dividendos.

Poco o nada puede esperarse de actitudes disciplinadas como antaño o de resignación institucional en pos de la consolidación del movimiento, de su trascendencia y robustez.

Los antagonismos que enfrenta Morena son de carácter fundamentalmente domésticos y la unidad se basa, hasta hoy, en el liderazgo indiscutible de su creador, pero esto puede dar un giro dramático a medida que los tiempos se acorten.

Por lo pronto, es lógico anticiparlo, todos observan el terreno y hacen cálculos de sus recursos y los de sus adversarios en busca de las mejores estrategias sea para lograr la designación del jefe, a pesar de la adversidad, o marchar por vía libre.

Ya veremos.

Publicado en El Rincón del Chamán con autorización del autor.

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