El voto inútil
| Mientras los candidatos reaccionan ante los resultados de las encuestas según les va en la feria, uno de los aspectos que más preocupan en esta contienda de bajo rating es la alta expectativa del no-voto.
Aunque todo mundo desea que las urnas se colmen de votos para que el triunfo de cualquiera de los candidatos sea sobradamente contundente e inobjetable, la realidad es que casi la mitad de los mexicanos inscritos en el padrón electoral no tienen muchos ánimos de asistir a la fiesta de la democracia.
La reciente encuesta de Consulta Mitofsky presenta además las razones que esgrimen sus encuestados para no votar. Las respuestas tienen muchas implicaciones porque constituyen, si así se quiere ver, un referéndum previo que debe preocupar a quienes están en el poder, a los partidos y a los candidatos.
El mayor porcentaje, 27 por ciento, de las respuestas de los encuestados por Mitofsky aseguran que no acudirán a votar porque no hay buenos candidatos y de plano otro 40 por ciento no contesta.
Pero otra de las razones que alimentan la expectativa del abstencionismo es que «los candidatos no cumplen con lo que prometen». Quien esté libre de suspicacias que arroje otra encuesta.
Hay quienes afirman que no les interesa votar, otros más que están desilusionados y así por el estilo.
Puede inferirse de estas respuestas no sólo, en términos coloquiales, que «les vale», sino que no se sienten representados ni por los partidos ni por los candidatos.
Sin embargo, en el plano de la votación esperada por partidos (que refleja la identidad partidista), si bien Mitofsky asegura que por primera vez existe un virtual empate técnico entre el PRI y el PAN en un rango de 20 y 21 puntos -ligeramente arriba los panistas-, el PRD se mantiene a siete puntos de distancia. Y para variar, los encuestados que no expresan ninguna identidad con los partidos representan un aplastante 44 por ciento.
Llama la atención un estudio de la revista Voz y Voto, en su edición de mayo, en el que presenta una perspectiva que justifica la expresión de los consultores en el sentido de que al PRI «no hay que darlo por muerto». El comportamiento del voto duro partidista tiene una dimensión distinta a los que acumulan los candidatos por percepción de simpatías o rechazos y también se sitúa en un rango diferente al de los indecisos.
Voto partidista
De acuerdo con el comportamiento histórico del voto en elecciones federales, el voto partidista se proyecta en 44.09 para el PRI, 33.32 por ciento para el PAN y apenas un 22.03 por ciento para el PRD.
Los datos de la presencia partidista en los estados del país muestran una ascendencia priista en 21 entidades, mientras que el PAN se confirma en siete (Aguascalientes, Baja California, Colima, Guanajuato, Querétaro, San Luis Potosí y Sonora).
En tanto, el PRD sólo refleja una presencia sólida en cuatro estados (Baja California Sur, Distrito Federal, Michoacán y Zacatecas). Aunque es de esperarse una cuota adicional por parte de Guerrero.
En los 11 estados donde el PRI no tiene posibilidades de ganar, en diez se queda como segunda fuerza.
Los indecisos
Otro dato que no debe dejarse de lado es el que aporta María de las Heras y su empresa Demotecnia, el cual configura la base de votos estables de los partidos.
Sorprende que tanto el PAN como el PRD tengan hasta ahora seis millones de votos estables cada uno, situación que los coloca en un virtual empate técnico, en ese terreno. Mientras tanto, el PRI cuenta con una base de ocho millones de votos.
Por lo que toca a los votos cambiantes -considerado el voto útil- sus proporciones son del orden de los 32 millones de electores, nada despreciables, y que seguramente serán los que definirán la elección.
Pero el segmento de los indiferentes, a los que les da lo mismo una cosa que otra, se agrupan 19.5 millones de mexicanos que sin su voto lo único que alientan son los gobiernos de minorías. Este último refleja el voto inútil.
Jesús Sánchez (Recuento Político / EL FINANCIERO)