PRD, fallas estructurales
| El proceso de impugnación a la elección presidencial, presente en todos los escenarios que se construyeron antes y durante los comicios, sigue su curso legal.
Pero sorprende e inquieta que se generen expectativas tremendistas más allá de lo que tendrá que resolver el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), fallo que será definitivo e inatacable.
Hasta ahora, ni el país se ha desmoronado, la economía no se ha ido al despeñadero y mucho menos hay signos -por fortuna- de desbordamiento social que raye en la violencia.
Los tres escenarios en el orden del más probable hasta el menos posible que se esperan al final del trabajo de calificación de los tribunales son:
a) Que se confirme a Felipe Calderón como presidente electo.
b) Que se ajuste la votación a partir de la revisión de aquellos aspectos del proceso electoral impugnados. Pero se mantenga la ventaja de Calderón.
c) Que de acuerdo con las impugnaciones se revierta el resultado de la votación y se incline la balanza a favor de Andrés Manuel López Obrador.
Debe quedar claro que cualquier resolutivo en estos escenarios será definitivo e inatacable. Y tienen hasta el 31 de agosto para hacerlo.
Sin estructura
La estrategia es el propio Andrés Manuel López Obrador. Este criterio fue el que se impuso antes y a lo largo de la campaña electoral. Y en las circunstancias actuales, eso lleva implícito un desgaste que ya comenzó a mostrar el tabasqueño.
López Obrador es un candidato sin estructura partidista en el país. Las fallas en el cuidado del 100 por ciento del proceso, reconocido por los propios perredistas, es responsabilidad de parte de su equipo encargado de garantizar que la coalición tuviera representantes en las más de 130 mil casillas en el país.
La falla es importante si se considera que entre el 24 y 30 por ciento de las casillas, la coalición Por el Bien de Todos no tuvo representantes y muestra problemas en la estructura de los partidos coligados. Y ese costo lo están pagando.
Desde cualquier perspectiva, las inconformidades de López Obrador son un derecho legal. Que sean desechadas por su débil sustento es otra cosa.
En los estados con sello del gobierno perredista, los números no le fueron muy favorables al tabasqueño. Fueron menos de lo que esperaban. El problema es interno aunque quiera endilgarse totalmente a las autoridades electorales.
Los López
Y el desgaste de la figura del tabasqueño ya comienza a notarse.
En la entrevista que sostuvo Andrés Manuel López Obrador con Joaquín López Dóriga, se vieron varias cosas. Los López estuvieron cara a cara.
Hay quienes aseguran que el teacher se vio provocador. Pero la apreciación general es que el tabasqueño se mostró empecinado, terco, que no quiso ver ni oír y que no hay razonamiento que le quite de la cabeza que ganó la elección y que le quieren quitar el triunfo a la mala y, que no hubo democracia, vaya. Literalmente se le vio desaforado.
Es el discurso caliente. Como Fox, en su momento, López Obrador descalifica a las autoridades electorales hasta acusarlas de «delincuentes».
Y centró sus expectativas en la resolución de los tribunales aunque no quiso reconocer que una de las peticiones era no declarar presidente electo.
El Peje se vio desesperado, para algunos hasta intolerante. Pero hay quien sostiene que López Obrador no puede tirar la toalla nomás porque sí, pues tiene que consolidar la fuerza de los casi 15 millones de votos que obtuvo.
El teacher cumplió con su papel de periodista en la controversia. Los que se manifiestan a favor o en contra de López Obrador están más que definidos.
López Obrador abandonó la cara sonriente que aparece en todas las caricaturas que hoy están en su otra campaña, desde la medianoche del 2 de julio, cuando decidió dejar su casa de campaña y retirarse a dormir a su domicilio particular.