La verdadera historia detrás de Papá Noel

Por el Grinch chilango remaxterizado (cualquier parecido con la realidad es mero sospechosismo).

En 153 años, el que por siglos se le conocía como el santo Nikolás (nacido en el año 270 d.C), sufrió toda una transformación, no solo física sino moral y espiritual, convirtiéndose en un viejo simpático, regordete, caricato, hasta “real” para muchos, una especie de producto nato del consumismo.

Y el santo quedó relegado, casi en el olvido, en este agónico 2016.

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Santa Claus, producto de la salvaje mercadotecnia, inició un camino ascendente desde 1863 para convertirse, en muchos países y en las mentes de gran parte de sus pobladores, en el personaje casi central de la Navidad.

De la mano principalmente de un conocido refresco de cola, el gordo barbudo vestido de rojo y que caricaturescamente viene del polo norte en un trineo, ha intentado quitar al Niño Dios de su pesebre. El amor cristiano ha ido cediendo su lugar a la chispa de la vida.

Hoy la tradición cristiana ha sido desvirtuada. La Navidad, en que el personaje central es el niño Jesús, junto con la Virgen María y San José, enfrenta toda una   millonaria campaña de posicionamiento del inventado Santa Claus. Y bueno, hasta los animales del pesebre fueron transmutados en renos voladores.

Hoy miles de niños han dejado de adorar o pedirle algo al Niño Dios. Engañados por la publicidad, que sus padres acogen alegremente, esperan ingenuamente que el gordo volador llegue con miles de juguetes y dulces, sí en la noche de Navidad.

El gran engaño. Porque no pa´ todos hay. O como diría un atolondrado gobernador apodado el “bronco”: Sí existe, pero es bien gacho…solo a los niños ricos les trae.

La ilusión por el Niño Dios pareciera que desaparece. En cambio, el producto más acabado del refresco de cola, Hollywood, Disney y toda clase de grandes y variados negocios trasnacionales, lo imponen en el cielo, la tierra y en todo lugar.

El consumismo en su plena expresión lo encabeza el regordete venido de Finlandia, en donde bajo una gran campaña publicitaria se ha construido la “auténtica” casa de Santa Claus en un lugar conocido como Laponia, a donde llegan cada año miles de visitantes y millones de cartas de igualmente millones de niños de todo el mundo, pidiéndole toda clase de regalos.

Nikolás de Myra o de Bari, el santo que nació en Patara el año 270 d.C., en Bizancio -hoy Turquía-, y que provenía de una familia acomodada, efectivamente fue un hombre bondadoso que se preocupaba por los pobres, en especial por los niños, fue utilizado y transformado en un impostor: Santa Claus.

Aquél, fue defensor de los cristianos que eran perseguidos, incluso él mismo fue hecho prisionero. Después de casi 700 años de haber fallecido, sus restos descansan en la catedral de San Esteban, en Bari, Italia, luego de que fue su cuerpo fue sacado de territorio turco, que había sido conquistado por los musulmanes.

Fue tanta la admiración de él, que se convirtió en el Santo patrón de Grecia, Turquía y Rusia.

Pasaron los siglos, hasta que en 1863 el diseñador Thomas Nast, dibujante que diseñó al personaje para sus tiras navideñas en Harpers Weekly, lo convirtió en un viejo risueño, regordete y bonachón, con una tupida barba blanca, traje y gorra rojos.

Prácticamente se borraba del mapa a San Nicolás, que era más bien delgado. Para abonar a la ficción, a fines del siglo XIX la empresa estadounidense del sector frigorífico, Lomen Company, incorpora la tradición de que Papá Noel procedía del Polo Norte, popularizándose los renos navideños como medio de trasporte de Santa Claus.

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Es también a principios del siglo pasado, cuando se publica “La vida y aventuras de Santa Claus”, un libro infantil escrito por Frank Baum, en el que le dio al personaje una característica definitiva, que le dio inmortalidad… y muchísimo más.
En 1930 la Coca Cola adquiere los derechos de este personaje ficticio, para explotarlo comercialmente, aunque ya desde diez años antes había aparecido en un anuncio de esa empresa, publicado en The Saturday Evening Post.

Desde entonces Santa Claus ha sido un negocio multimillonario para la embotelladora en todo el mundo, que produce el refresco de cola, cuya fórmula de la bebida fue creada por el químico y farmacéutico, John Stith Pemberton, nacido en Georgia, Estados Unidos, mezclando en su laboratorio la hoja de la planta de coca, la nuez de cola el agua de soda.

Pemberton logró la fórmula ante la búsqueda que insistentemente hizo para encontrar un medicamento casero que fuera estimulante y vigorizante, que aminorara el dolor y los malestares que él mismo padecía. Murió a los 57 años de cáncer en el estómago, y haber sido adicto a la morfina y el opio.

Nunca se imaginó el éxito de su invención. Su vigorizante bebida le dio forma a un viejo ficticio, regordete, que viene desde el frío polar, a bordo de un trineo jalado por renos voladores, a entregar falsas ilusiones.

Pero sobre todo, a intentar desplazar lo que por siglos ha perdurado, sobre todo en Occidente, el amor y misericordia cristiana, que llega a la cúspide en la Natividad de Jesús.

Foto de portada: Tomada de Quadratín (Cortesía)

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