Echeverría, entre el populismo y el pesado estigma de dos masacres; muere a los 100 años

En febrero de 2006 el reportero Salvador Rico (qepd) atendió a una orden del editor de Política, en la redacción de El Financiero, para elaborar un perfil que pudiera servir de obituario ante un eventual fallecimiento del ex presidente Luis Echeverría Álvarez, ejercicios habituales en las redacciones de los diarios. Pero 16 años después de la nota de don Chava Rico, Echeverría murió a los 100 años de edad cumplidos. Aquí el breve texto.

México, 1968 (Foto UNAM).

Por Salvador Rico, reportero (qepd)

Entre los múltiples sellos que se imprimen sobre Luis Echeverría Álvarez, cuyo periodo presidencial transcurrió de 1970 a 1976, sobresalen el de haber impulsado el populismo y el de atribuírsele responsabilidad directa en las masacres del 2 de octubre de 1968 y el 10 de junio de 1971.

   Un juicio generalizado sobre el exmandatario es que en su sexenio se enterraron los beneficios del llamado desarrollo estabilizador –que se habría mantenido hasta la presidencia de su predecesor, Gustavo Díaz Ordaz— mediante acciones como un creciente endeudamiento público precisamente con el fin de alentar lo que se ha denominado fiebre populista.

   En cuanto a las masacres, Echeverría –quien en la primera de ellas habría participado como secretario de Gobernación de la administración diazordacista, y en la segunda la responsabilidad habría sido más determinante por ocupar la titularidad del Ejecutivo— fue acompañado hasta sus últimos días por ese pesado estigma.

   La matanza de Tlatelolco le provocó a Echeverría conflictos muy tempranamente, cuando era candidato a suceder en el Palacio Nacional a Díaz Ordaz.

   En una reunión con estudiantes dentro de su campaña electoral, el candidato guardó un minuto de silencio por el 2 de octubre, hecho que causó la cólera de Díaz Ordaz, quien obligó a Echeverría a hacer un posterior homenaje al Ejército mexicano.

   Una extendida versión es que a raíz de aquel minuto de silencio, Díaz Ordaz pensó en sustituir al candidato presidencial del PRI. Eso no ocurrió, pero sí propició que el entonces primer mandatario se arrepentiera de haber elegido como sucesor a su secretario de Gobernación. El propio político poblano relataba que a diario se reprochaba ante el espejo haber favorecido a Echeverría con el dedazo.

   Contra el afán de activistas de diversas organizaciones, el político nacido el 17 de enero de 1922 en la ciudad de México finalmente no pisó la cárcel. A fin de cuentas, la creación de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp) sólo dejó el testimonio de que un expresidente mexicano fue sometido a un juicio.

   A Echeverría –conocido como el hombre de la guayabera por haber impuesto esa prenda yucateca como moda sexenal— también se le identificó como uno de los presidentes que mayor poder personal acumularon dentro de la etapa priista que el novelista Mario Vargas Llosa definió como la “dictadura perfecta”.

   Una síntesis de la fuerza de esa generación de presidentes la dio el líder cenecista Alfredo V. Bonfil cuando pronunció: “¡A una voz de Luis Echeverría, este pueblo se incendia o se apacigua!”

   Echeverría –abogado que arrancó su carrera política como secretario particular del general Rodolfo Sánchez Tabeada, quien era líder nacional del PRI— se caracterizó también por un intenso activismo internacional durante su sexenio.

   Además de sostener una cordial relación con los movimientos políticos progresistas de aquella época –por ejemplo, mantuvo notoria cercanía con el presidente de Chile, Salvador Allende, quien moriría en 1973 durante el golpe de Augusto Pinochet—, Echeverría fue el promotor de iniciativas como la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados, aprobada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

   Una hipótesis extendida fue que el político de San Jerónimo Lídice –zona de la ciudad de México en que vivió durante décadas— buscó, con ese activismo internacional, alcanzar tras su sexenio la secretaría general de la ONU, lo que finalmente no logró.

   En el ámbito internacional también fue notorio el hecho de que, a raíz de que la dictadura de Francisco Franco sentenció a muerte a terroristas vascos, Echeverría rompió las relaciones comerciales de México con España. 

   En cuanto al carácter populista del sexenio echeverrista, un reflejo se dio en una retórica de confrontación con el sector privado. De modo público y despectivo, el presidente del sexenio 70-76 llegó a referirse a los grupos empresariales como “esos riquillos”.

   Durante el sexenio echeverrista –al que su titular definía como nacionalista, no populista— se comenzaron a generar diversos graves problemas económicos y financieros que concluyeron con una devaluación en 1976, a raíz de la que se dio una aguda crisis.

   En materia económica, alentó la creación de la Comisión Nacional Tripartita –conformada por representantes del Ejecutivo, de las organizaciones sindicales y de los empresarios— pero incluso iniciativas como esa no impidieron la crisis que luego se volvió cíclica.

                                Del silencio a la locuacidad

   Acerca de su estilo político, Echeverría pasó del silencio permanente a la locuacidad. Callado durante su prolongada carrera hasta la sede de Bucareli, Echeverría –quien tuvo como uno de sus grandes impulsos a su esposa, Esther Zuno—, cuando se convirtió en candidato presidencial se caracterizó por su incontinencia verbal.

   Como secretario de Gobernación, se distinguió por hacer declaraciones públicas sólo lo estrictamente necesarias.

   Y se recuerda que aún más discreto fue en sus anteriores cargos. Desempeñó –entre otras tareas— la de secretario de prensa del PRI. Un puesto que ocupó frecuentemente fue el de oficial mayor, pues esa actividad la realizó en el PRI y en la Secretaría de Educación. En Gobernación también fue subsecretario. Durante esa época fue callado.

   Las cosas comenzaron a cambiar con la candidatura, la cual se realizó al cobijo del lema Arriba y adelante.   

   Ya como mandatario, vinieron los prolongados discursos y otras peculiaridades que Daniel Cosío Villegas resumió en El estilo personal de gobernar.

   Aunque hay acciones gubernamentales echeverristas consideradas favorables –entre ellas la creación del Instituto del Fondo Nacional para la Vivienda de los Trabajadores (Infonavit), que de manera amplia buscó resolver una de las grandes necesidades sociales del país—, han  tenido mayor repercusión pública procedimientos como el llamado golpe contra el equipo de periodistas que, encabezado por Julio Sherer García, hacía el periódico Excélsior.

   Y sobre todo, a Echeverría lo cubre la sombra de Tlatelolco y del Jueves de Corpus.

Entérate. ¿Qué es el “Halconazo” y qué pasó el 10 de junio de 1971?

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