Conmemoramos 40 años de la Generación 1978-1982 de la Carrera de Periodismo y Comunicación Colectiva ENEP-Acatlán UNAM

Este es uno de esos momentos maravillosos de la vida en los que te das cuenta que, de pronto, 40 años son tan sólo un instante.

Esto nos ocurrió cuando compañeros de la Generación 1978-1982 nos reunimos a conmemorar 40 años de haber pasado por las aulas de la ENEP-Acatlán hoy FES Acatlán, pero igualmente orgullosamente UNAM.

Aquí otro momento de este encuentro fantástico.

Estimados ex alumnos de esta generación ya no están con nosotros, a ellos, un recuerdo.

También va un abrazo a nuestros queridos maestr@s, ellos nos ayudaron a prepararnos para enfrentar la vida: Meche Aguilar, Carlos Ramírez, Alejandro Ramos, Florance Toussaint, entre muchos talentos.

También ceremonia de birretes.

Para hacerlos copartícipes de nuestras vivencias les compartimos este texto de Flor Patricia Guedea que escribió a propósito de este aniversario y de los 46 años de la ENEP-Acatlán UNAM.

Hay que mencionar también que este reencuentro fue posible gracias a la organización de todos los acatlecos, pero sobre todo de Roberto Patiño.

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En recuerdo a quiénes somos y de dónde venimos.

Por Flor Patricia Guedea.

A sus 46 años, la dama ciertamente se regodea en su belleza, en sus méritos como una novel Facultad y en el camino andando -en algunos casos con gran trascendencia-, por su población de más de 22 mil universitarios.

Ella, nuestra querida Alma Mater o más coloquialmente: nuestra mamá de
estudios, de metas y sueños, de historias, de amigos, de romances, de anécdotas… nuestra queridísima Escuela Nacional de Estudios Profesionales plantel Acatlán, abrió sus puertas el 17 de marzo de 1975 con una oferta de 13 licenciaturas y una planta de 4 mil 300 alumnos y 406 profesores. Años más tarde, en el 2004, la “joya del norte” entre los planteles universitarios, honrosamente fue nombrada Facultad de Estudios Superiores. Su baraja de licenciaturas subió a 17 y su matrícula creció a 22 mil 300 alumnos y casi 2 mil profesores que se ”la rifan” para sacar adelante un amplísimo programa multidisciplinario.

Pero nosotros, honrosa o arrogantemente egresados de la cuarta generación de Periodismo y Comunicación Colectiva… ya estuvimos ahí. Ya supimos que a veces los números dicen muy poco cuando los enfrentamos con los hermosos recuerdos de haber estado ahí, cuando ésta recién estrenada mamá recibía en sus aulas y pasillos, a un montón de estudiantes salidos de los entonces “casi nuevos” Colegios de Ciencias y Humanidades o de las populares y emblemáticas Prepas…

Sí, efectivamente, ahí estuvimos… cuando con gusto y hambrientos recorríamos los pasillos y explanadas de esta escuela — entonces conocida como “la isla de los hombres solos”—para ir a comprar una de las famosas “petroleras” de Memo, que después engullíamos junto con un cafecito o el tradicional “chesco” sentados para tomar los primeros rayos de sol y después correr como locos para llegar a tiempo a clases. Al final del día venían las incursiones a las pistas de atletismo, las canchas de basquetbol, las clases de teatro o las visitas al popular “Tercer Mundos Le Club” (la pulquería a la salida del estacionamiento), según estuvieran el clima, nuestras responsabilidades, el bolsillo o el ánimo de los compas…

Fuimos 68 o 69 alumnos que elegimos la misma carrera y tuvimos la suerte de ser aceptados. Un grupo mediano, heterogéneo, de orígenes e historias diversas, con ambiciones y expectativas también muy diferentes. Que no teníamos porqué caernos bien si éramos tan distintos, que a veces éramos empujados a formar equipos con aquéllos con los que ni siquiera nos hablábamos… Y sin embargo, lo hicimos. Tuvimos que abrir nuestra voluntad para estudiar juntos, vencer las reticencias personales o los prejuicios sociales y entender que al final nuestras metas eran las mismas. Que todos estábamos en el mismo barco: estudiar, aprender, superarnos y coadyuvar con nuestras capacidades y esfuerzos, a luchar por mejorar el paisaje social que veíamos desde el pupitre, desde nuestras casas y que hoy -como ayer- parece tan caótico, tan absurda y descomunalmente injusto…

Y en eso hemos estado, cada uno desde su trinchera. A lo largo ya de 40 años. Algunos brillantes y llenos de oportunidades, otros picando piedra para ser escuchados. Otros más tal vez dejados de lado, pero aún así actuando dentro de sus hogares y comunidades… Pero todos, eso sí, al amparo o bajo la guía que nos dan nuestros valores universitarios, luchando por contribuir en hacer un México mejor… Y ahí sí, compañeros, hermanos no de sangre, pero sí de vida, es que hoy, a nuestros 40 años de egresados, podemos congratularnos de cumplir con uno de los juramentos que hicimos al entrar a la UNAM: «PORTAR CON ORGULLO Y RESPETO MIS COLORES AZUL Y ORO, SÍMBOLOS DE LA IDENTIDAD UNIVERSITARIA…”

21 de mayo de 2022.

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